La suerte de los Campeones, la fortuna es para el que la busca o cualquier otro refrán por el estilo puede ser aplicable a lo que sucedió el pasado domingo a Lewis Hamilton en Mónaco, pero lo que está claro es que el británico tuvo mucha, pero que mucha suerte.
Si bien es cierto que realizó una excelente actuación y que su victoria fue sobradamente merecida, también es de justicia subrayar que tuvo mucha fortuna. O si no cómo habría que valorar el hecho de que Hamilton terminara la carrera con su neumático trasero derecho pinchado. Así lo confirmaba ayer su compañero De la Rosa en Madrid: "Es cierto que terminó la carrera con un pinchazo". Es probable que si el Gran Premio hubiese agotado todas sus vueltas, Hamilton no hubiese podido celebrar su primera victoria en el Principado. Como también lo es que su error en las primeras vueltas, al dañar una de sus ruedas contra las protecciones, acabó haciéndole un favor al permitirle cargar de combustible su MP4-23 y poder seguir en pista hasta que fue seguro cambiar a neumáticos de seco.
Con todo esto no quiero quitarle mérito al triunfo de Hamilton, pero sí terciar en los muchos comentarios que está habiendo en el blog estos últimos días entre los que defienden que la fortuna le sonrió a Hamilton y los que lamentan la mala suerte de Alonso. Y sí, creo que en esta ocasión fue así. Hamilton estuvo más acertado y tuvo más fortuna, mientras que el español no tuvo su día y además la suerte no le acompañó. Ni más, ni menos.