Sabíamos, históricamente sucede así, que el Gran Premio de Mónaco no es el que más emoción no regala ni el que más adelantamientos tiene pero aún así, las calles de Montecarlo no proporcionan un buen puñado de grandes instantes. Es por ello que en nuestra Una de cal y una de arena, el Gran Premio de Mónaco se lleva la de cal.
Si analizamos fríamente la carrera, tenemos el duelo entre Nico Rosberg y Lewis Hamilton, lo ocurrido con un Kimi Räikkönen más enchufado que nunca esta temporada, la salida de los safety-car, los múltiples adelantamientos (incluso en puntos nada habituales). Está claro que no son los ingredientes de una carrera perfecta, pero hay que decir que ha sido muy interesante. Aunque quizás sea con mis ojos.
Hoy la de arena se la vamos a dar a la FIA por su no arreglar de una vez por todas el sistema para que los doblados se coloquen al final del pelotón cada vez que sale el safety car. Y esto viene a colación del problema que ha tenido Kimi Räikkönen con Max Chilton y que ha acabado con sus opciones de podio. Aunque no ha habido imágenes, es de suponer que en el revirado trazado monegasco el británico ha cometido un error cuando buscaba superar al resto de pilotos que lo precedían.
Con lo fácil que sería que una vez el pelotón se haya formado, los pilotos doblados pasaran por el pitlane, de forma controlada, para colocarse al final del pelotón. Sería algo sencillo y que sería difícil que provocara incidentes.
En este Gran Premio de Mónaco, la de arena la tenemos que asignar con partida doble. Y es que los neumáticos blandos de Pirelli han durado la friolera de 50 vueltas (para una carrera de 78 vueltas). Las imágenes de las cámaras térmicas lo dicen todo, estos nuevos compuestos no se calientan ni a la de tres y nos recuerdan a los Bridgestone, también conocidos como ruedas de madera, de la última temporada del fabricante japonés en la Fórmula 1.