Gran Premio de Japón 1994: Damon Hill se impone bajo el diluvio universal

La Fórmula 1 tuvo en 1994 una de sus temporadas más memorables. Claro que memorable no significa necesariamente algo bueno. La muerte de Roland Ratzenberger y Ayrton Senna convirtieron las carreras posteriores a Imola en una especie de cortejo fúnebre a 300km/h. Por ello, cuando el Gran circo llegó a Japón, tierra donde Senna era idoladrado, ese sentimiento se volvió aún más fuerte.

Por fortuna, el campeonato estaba en un momento de máxima emoción con Damon Hill y Michael Schumacher luchando por el campeonato y con el Williams cada vez más veloz, ayudando a que las cosas no se decidieran aún. La pole position de Schumacher hacía presagiar lo peor para Hill, que era consciente de que una victoria del alemán le dejaría en el mejor de los casos a nueve puntos, faltando solo una carrera.

En la salida, bajo lluvia torrencial, se produjeron varias salidas de pista. Los aficionados japoneses, que esperaban que sus pilotos pudieran recoger algo especial en un día con unas condiciones tan delicadas, veían como Hideki Noda era una de las víctimas en la primera vuelta. No tardarían mucho en llegar más abandonos y tras solo tres giros, Ukyo Katayama y Taki Inoue se salían de pista, dejando el contingente japonés fuera de la prueba.

La sangría de pilotos continuaba y tras trece vueltas, se contabilizaban once abandonos; casi media parrilla. Entre ellos, el Ferrari de Gerhard Berger y el McLaren de Martin Brundle. Precisamente este incidente causó la bandera roja, puesto que el coche del británico golpeó a un comisario que estaba retirando el Footwork de Gianni Morbidelli y le rompió una pierna.

La lluvia era demasiado fuerte y la carrera permaneció parada hasta que el agua empezó a dar algo de tregua y se decidió volver a dar la salida. Se tomó la decisión de mantener el tiempo límite de dos horas pero aún más importante, de calcular el resultado a dos mangas. El tiempo de esas primeras trece vueltas contaría, por lo tanto.

Schumacher lideraba con casi siete segundos de ventaja y tenía suficiente con terminar a esa distancia de su rival por el título para ganar. Pero Hill, a sabiendas de que un segundo puesto era casi equivalente a perder el título, salió a por todas. Consiguió sacarle diez segundos al alemán y al final de esta segunda manga, se proclamó vencedor del gran premio, con Schumacher en segunda posición.

Por detrás, el espectáculo lo daban Jean Alesi y Nigel Mansell. Dos pilotos fieros como leones, ídolos pasado y presente de los aficionados de Ferrari, que a pesar de estar a más de cincuenta segundos en el cómputo general de las dos mangas, mantenían el tipo en esta segunda parte. En una lucha titánica bajo la aún fuerte lluvia, ambos se la jugaron para estar en el podio, llevándose al final el gato al agua el francés.

Mansell terminaría aún así en una más que digna cuarta posición, mientras que las restantes posiciones en los puntos fueron para Eddie Irvine y Heinz-Harald Frentzen. Tras tantos abandonos en las primeras vueltas, solo dos pilotos se retiraron tras la resalida, contrastando en gran medida con lo sucedido durante la primera mitad. Aún así, solo terminaron en la vuelta del vencedor los siete primeros clasificados.

Tras llegar al parque cerrado, la honesta felicitación de Michael Schumacher a Damon Hill demostraba que lo que se había vivido en Suzuka había sido espectacular. Una lucha de ritmo contra ritmo entre los dos mejores pilotos del momento, con los mejores coches de la parrilla y hambrientos de título. Hill consiguió una de las mejores victorias bajo la lluvia de los últimos veinte años en la última carrera que usó el sistema de dos mangas y suma de tiempos. En Australia solo habría un punto entre los dos...

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