Cuando el circo de la Fórmula 1 llegó a Montreal en 1995, pocos se esperaban una victoria que no fuera de Benetton o Williams, de Michael Schumacher o Damon Hill. Pero lo que ocurrió fue que el paddock entero pudo celebrar la primera (y única) victoria de Jean Alesi, para Ferrari. Una victoria tan inesperada como alegre. Una de esas pocas veces en las que nadie está molesto con el resultado, pues el ganador es más que merecido.
Quizás Jean Alesi no mereciera esa victoria más que la de Monza en 1994, o la carrera de Monza en 1995, que aún estaba por llegar, pero ese gran premio, en Canadá, tuvo una especie de justicia divina que puso en problemas a todo el mundo. A todos excepto al piloto francés de familia emigrada de Sicilia, tifoso de toda la vida, cuyo sueño fue siempre correr en Fórmula 1 con Ferrari, y que incluso rechazó una oferta de Williams para 1991 en pos de ese sueño.
En la salida, desde la pole Michael Schumacher no tuvo ningún error y empezó a tirar con la intención de escaparse de los rivales. Ya en la primera vuelta, una colisión entre Johnny Herbert y Mika Hakkinen provocó los primeros dos abandonos, y en la vuelta siguiente, David Coulthard se salió de pista, empezando con la sangría de pilotos punteros, que se vieron envueltos en varios problemas, cada uno de ellos. Damon Hill, por su parte, empezó a perder chispa a medida que pasaban las vueltas.
Resulta que tenía un problema en la caja de cambios que al final le pasó factura y le forzó a abandonar también. Gerhard Berger, por su parte, tuvo problemas en la parada en boxes, con la famosa imagen de la manguera que no encajaba con la entrada de gasolina del monoplaza, y los mecánicos, completamente confundidos, ya no sabían qué hacer. Al final, un golpe a Martin Brundle terminó con ambos fuera de carrera. A once vueltas para el final, Michael Schumacher era líder con más de medio minuto de ventaja sobre Jean Alesi.
El francés, por su parte, tenía una buena ventaja sobre los Jordan, y una segunda posición, saliendo desde la quinta en la parrilla de salida, era ya un buen bagaje de puntos y un buen resultado. Pero entonces Michael Schumacher empieza a perder segundos y entra en boxes. Un problema eléctrico asalta el Benetton B195 del alemán, y el equipo decide que puede venir de un problema con el volante y en particular con las levas para cambiar de marcha, así que se reinicia el sistema y se le reemplaza el volante.
Cuando vuelve a la pista, Schumacher está muy atras, y Jean Alesi es líder de la carrera. ¿Aguantará el coche, o otro problema le apartará de la primera victoria? El caso es que Rubens Barrichello, segundo clasificado, también tiene problemas. La cantidad de gasolina es muy justa y en el equipo han decidido, junto con el brasileño, jugársela a llegar hasta el final. Puede ser el día de Eddie Irvine. Pero no sucede; las posiciones se mantienen y Jean Alesi cruza la línea de meta en primera posición, causando el éxtasis en Canadá.
Un Ferrari con el número 27 ha ganado el Gran Premio de Canadá, y eso provoca una invasión de pista mientras Schumacher aún lucha con Olivier Panis, que es cuarto. El actual campeón del mundo tiene que conformarse con ser quinto, habiendo marcado la vuelta rápida de la carrera mientras persigue al piloto de Ligier. Para más épica, el coche de Jean Alesi se para antes de dar una sola vuelta más. El Ferrari no habría aguantado una vuelta más… y la carrera de 1995 ha durado 68 vueltas en vez de las 69 habituales.
Michael Schumacher reduce la velocidad al acercarse a Alesi, que se sube al Benetton del alemán, y realizan juntos el trayecto hasta la línea de meta. Parece irónico, visto que es el fallo de Schumacher el que le da la victoria a Alesi, y el fallo de Jean lo que provoca que Michael tenga que hacerle de taxi. Una de las primeras personas en felicitarle a la llegada en el parque cerrado es Gianni Agnelli, telefónicamente. “¡Lo he conseguido!” es la frase que Jean le suelta nada más coger el teléfono.
Mientrastanto, todo el paddock corea a Jean Alesi, incluso en el podio, donde se emociona al oir el himno francés que suena en su honor. Finalmente, las comparaciones con Chris Amon podrán terminar. Jean Alesi tenía una mala suerte ya legendaria, pero ese día todo salió como debía salir. A partir de ese momento deberían llegar más victorias. Pero no lo harán. El cambio a Benetton para 1996 no traerá más suerte, y nunca ganará otro gran premio.
Pero ese día, en Montreal, Jean Alesi, piloto del Ferrari número 27, fue el mejor piloto del mundo, con la velocidad adecuada, la confianza necesaria y la suerte que merecía todo campeón. Además, lo hizo en un santuario para Ferrari, casi tanto como lo puede ser Imola o Monza para cualquier tifosi. Una victoria en este circuito, donde tiempo atrás Gilles Villeneuve consiguió su primera victoria, parecía un evento digno de película.