La llegada de las nuevas escuderías ha hecho que durante la pasada pretemporada vivamos uno de los mercados de fichajes más movidos de los últimos años. Varios han sido los pilotos que han encontrado hueco en el gran circo, algunos a base de dinero, y otros, han conseguido retener su posición de piloto de Fórmula 1. Todos quieren si sitio en la máxima categoría del automovilismo. Es por ello que el caso de Esteban Tuero es uno de los más curiosos que nos podamos encontrar.
Tras disputar la F3 italiana y alguna carrera de la desaparecida F3000, Tuero acabaría en Japón disputando una de las categorías de monoplazas más interesante del panorama internacional: la Formula Nippon. Los resultados no llegaron y tan sólo pudo puntuar en una ocasión. Por aquel entonces, Pedro de la Rosa era una realidad. El catalán ganaría la Formula Nippon de 1997 con un dominio abosluto. La participación en el campeonato japonés le permitió conseguir la superlicencia necesaria para disputar la temporada 1998 de Fórmula 1 con Minardi.
Aquel Minardi, era lo que era. Un coche lento y del fondo del pelotón. En 16 carreras, el argentino no consiguió sobresalir y tan sólo pudo ver la bandera a cuadros en cuatro ocasiones. Eso sí, un octavo puesto conseguido en Imola para un Minardi sabía a victoria. Pero más allá de ese espejismo, su temporada fue un fracaso que encima terminó con un accidente en Japón, del que salió con una lesión en la espalda.
De cara a la temporada 1999, Giancarlo Minardi volvería a contar con el. Algo que nunca llegó a producirse. El contrato estaba escrito y tan sólo faltaba que Tuero estampara su rúbrica. Esteban Tuero renunciaba a una segunda temporada en la Fórmula 1. La soledad de un piloto argentino en el viejo continente tuvo gran parte de la culpa.
Dice una leyenda urbana que en el Gran Premio de Mónaco, Tuero llegó tarde a la calificación. Se quedó dormido en la habitación de su hotel. Al final, tuvo que ser la policía quien lo llevara hasta el campo para poder llegar a tiempo.
Tuero no quería seguir en los puesto de atrás. En su tierra natal podría correr, cobrando casi tanto como en Europa, cerca de los suyos y pudiendo disfrutar de los partidos de Ferrocarril Oeste. Esteban Tuero renunciaba al sueño de la mayoría de los pilotos para disfrutar de la vida y competir en su país. No tardaría en encontrar un asiento en uno de los VW Polo oficiales de la principal categoría en Argentina, el TC2000.