Lo que vamos a ver en este post es algo que, sin duda, levantará mucha polvareda sobre si el protagonista hizo bien o hizo mal, pero al fin y al cabo es Historia de la F1 y es algo que hay que recordar. Como nos lo recordó Fede Sabez, al que aprovechamos para saludar, cuando nos envió la pista del Gran Premio de Brasil de 1981 y el bochornoso pero a la vez estimulante espectáculo que allí sucedió, en Jacarepaguá. El campeonato del mundo de 1981 acababa de comenzar, había pasado la primera prueba en Estados Unidos en el que los dos Williams Ford de Alain Jones, campeón mundial de 1980, y de Carlos Reutemann, el segundo de a bordo habían conseguido doblete.
Llegados a la segunda prueba de la temporada, la parrilla estaba formada por Nelson Piquet, Carlos Reutemann, Alan Jones y Riccardo Patrese en las cuatro primeras posiciones, pero tras la salida Reutemann se ponia primero y Jones segundo, dispuestos a repetir doblete pero en principio con las posiciones intercambiadas.
Siendo Carlos Reutemann el segundo piloto, le debía (por contrato) ciertas atenciones a su ilustre compañero, como la de dejarle pasar si Jones estaba a menos de siete segundos de él. Era lo previsto por Williams para el Gran Premio de Brasil, pero algo salió mal. Reutemann no obedeció. El cartel en el muro de boxes era claro: yendo Reutemann primero y jones segundo, el cartel decía exactamente “Jones – Reutemann”, lo cual indicaba que Lole tenía que dejar vía libre a su primer piloto.
Quiso el destino que la tarde era lluviosa y el cartel se le apareció borroso a Lole, porque no dejó pasar a Jones y terminó venciendo la carrera. Por detrás, un Alan Jones furioso no cabía dentro de su mono. El podium fue muy revelador, con la alegría de un Patrese tercero en una difícil carrera, y los dos pilotos de Williams cariacontecidos, uno porque no se le había dejado disfrutar del privilegio del primer piloto, otro porque sentía que la Formula 1 no era lo que debía ser.
Está claro que Reutemann sí que vio el cartel, así lo declaró años después, pero él no podía permitir que se burlasen de su profesionalidad. El campeonato acababa de arrancar, ni siquiera había en juego nada. Llegado el final del campeonato con Jones luchando por algo importante, y Reutemann no, seguro que hubiese accedido a ayudar a su compañero de equipo, pero no en esas circunstancias. Sería vergonzoso.
Claro que vi los carteles, vi las señales, lo vi todo. Pero también pensaba mientras veía todo eso que si yo hacía caso a los carteles, era mucho más digno volver al box, preparar el bolso y despedirme de las carreras. Dedicarme a otra cosa. Desobedecí. Y volvería a desobedecer si la circunstancia se repitiera. No podía dejar humillarme otra vez
Eso es. La Formula 1 se resume en discursos como este de Carlos Reutemann, se resume en dignidad y en que no todo vale. Las órdenes de equipo son lo que son, y valen para lo que valen, más que nada sirven para asegurar que, si llegado el momento decisivo, uno de los pilotos tiene verdaderas posibilidades de conseguir algo, pueda tener la ayuda del compañero. O bien si la escudería tiene posibilidades pero los pilotos no, para ayudar entre ambos al equipo.
Pero no valen como jerarquía de clases, esa jerarquía ya la marca el mejor de los jueces, la pista. Es un buen momento para recordar este episodio a partes iguales bochornoso y memorable, en el que un piloto se rebela contra las intrigas de su equipo y cruza, orgulloso, la meta como el vencedor legítimo de un Gran Premio que pretendía ser amañado. Y por eso nos encanta la Formula 1 con todas sus historias.
Vía | Olé Autos
En Motorpasión F1 | Historia del Gran Premio de Brasil