En la década de los 70, en nuestro país destaco la presencia de una copa monomarca de monoplazas, la Fórmula 1430. Y no era la única, por toda Europa las marcas habían creado las suyas propias. Pequeños monoplazas con motores desarrollados a partir de vehículos de producción. Ese también fue el caso de Citroën, una marca más asociada al mundo de los rallyes, pero que también tuvo su propio monoplaza.
En este caso, el honor hay que dárselo a Maurice Emile Pezous, ingeniero-propietario de un concesionario de la marca en Albi que unos años antes, en 1965, había decidido crear su propio monoplaza de carreras tomando como base los vehículos que el mismo vendía. Así nació el Citroën MEP X1. Pezous no quedó demasiado satisfecho con su primer prototipo y es por ello que para el X2 decidió aumentar la cilindrada del motor. Con 850 centímetros cúbicos de un motor de origen Panhard, el Citroën MPE X2 conseguía alcanzar los 190 km/h.
Las buenas prestaciones hicieron más sencillo que Pezous convenciera en 1968 a Citroën para que crearan su propia copa monomarca. Se fabricaron 20 unidades y el campeonato, que tenía apoyo de la FFSA (la federación francesa de automovilismo) se denominó Fórmula Bleue. Este campeonato tenía la receta perfecta. Monoplaza barato con unos premios más que interesantes (además de Citroën contaba con el apoyo de Michelin y Total) hicieron que la Fórmula Bleue se convirtiera en todo un éxito y en una escuela para jóvenes pilotos.
Para 1971, Citroën decidía dar un paso adelante y de nuevo el MEP recibía una inyección de potencia: nacía el MEP X27. Esta vez sí, un proyecto de la marca de los dos chevrones. El X27 tomaba como base el conjunto motor-caja de cambias del Citroën GS y el conjunto tenía un peso de, tan sólo, 392 kilogramos, lo suficiente para alcanzar velocidades de hasta 200 km/h. Del X27 se fabricaron 80 unidades. La Fórmula Bleue estuvo vigente hasta 1975 cuando debido a la crisis fue cancelada.
Vía | Motorpasión y Citroën GS y GSA