No puedo ocultar que el Circuito Internacional de Bahréin en Shakir me sigue pareciendo uno de los circuitos más sosos y prescindibles del calendario de la Fórmula 1. Pero esta sensación cambiará el próximo fin de semana que la Fórmula 1 vuelve a otro circuito de los de siempre y urbano: ya estamos a las puertas del Gran Premio de Australia de Fórmula 1 y como es habitual daremos el vistazo al análisis técnico del circuito de Albert Park en Melbourne.
Para empezar y siguiendo la manía transitoria de Bernie Ecclestone de cargarse los circuitos que funcionan, este Gran Premio estuvo en el aire hasta hace bien poco. Pero por fortuna volveremos a disfrutar de las apasionantes carreras que nos brinda el espectacular y rápido urbano de 5,303 kilómetros. Un circuito que prácticamente no ha recibido cambios durante años, y es que cuando algo está bien hecho, lo mejor y más acertado es no tocarlo.
De hecho este año están de estreno, y la novedad es una nueva grada dedicada a Mark Webber, el carismático piloto local en activo en la Fórmula 1, que estará ubicada entre las gradas de Juan Manuel Fangio y Ayrton Senna en la recta de meta. El resto del circuito sigue literalmente intacto desde que acogiera el Gran Premio de Australia de Fórmula 1 en 1996, recogiendo el testigo del no menos espectacular circuito urbano de Adelaida.
Albert Park con sus 16 curvas repartidas entre sus 5,303 kilómetros con 58 vueltas que durará el Gran Premio es uno de los circuitos más rápidos de todo el calendario. Cuenta con muchos y variados puntos para intentar el adelantamiento, detalle que destacó especialmente en el GP inaugural de 2009, cuando volvimos a ver monoplazas que podían pegarse mucho unos a otros a lo largo de las rápidas enlazadas, chicanes y rectas de Melbourne.
La anchura de la pista es generosa aunque variable según qué zonas del trazado, estrechándose especialmente al final del tercer sector entre la última horquilla a izquierdas y curva a derechas que tantas carreras han visto dar vuelco. Es habitual ver a los monoplazas probar e intentar trazadas alternativas para ganar tiempo o posiciones, acentuándo lo críticas que son muchas de las frenadas en Albert Park. Sin duda el punto más complicado de este circuito.
Y es que a pesar de la velocidad que imprime a la carrera y que será otra prueba de fuego para los motores, en Melbourne se paga muy caro errar en una frenada. La primera chicane ya es histórica en la salida, en la que siempre se producen muchos toques o atajos para evitarlos. “Clavar” la frenadas, paso por curva y que el monoplaza salga con buena tracción en las curvas 3, 6, 9, 13, 14 y 16 es vital tanto para marcar un buen tiempo como para marcar la diferencia en carrera. Muchas frenadas fuertes tras altísimas velocidades, por lo que los frenos también se vigilarán bastante por parte de los equipos. Aquí no hay las larguísimas rectas de Shakir, por lo que el peligro de sobrecalentamiento o rotura de los mismos se incrementa.
La tracción, como en todo circuito urbano no es fácil de conseguir. Como carreteras que son, el bacheado es más acusado que en circuitos permanentes, aunque sin llegar al extremo de las nuevas curvas en Bahréin. Aunque aun siendo más suaves, no facilitan mucho la cosa cuando los monoplazas rodarán un buen porcentaje de la vuelta con el pedal a fondo a más de 230 km/h. Sólo un par de curvas se hacen a menos de 100 km/h por lo que tampoco hay que descuidar el agarre mecánico. Este año los 200 kg de combustible facilitarán la tarea, otra cosa será acerptar en el reparto de peso con los reglajes.
Los monoplazas no llevarán un reglaje exageradamente alto como en Mónaco, pero sí que tendrán que encontrar ese equilibrio que les ofrezca la carga aerodinámica extra que necesitan respecto a otros circuitos, y también la resistencia justa que se necesita a la alta velocidad para no estar vendido a los rivales en los largos y rapidísimos tramos de Melbourne. Las velocidades medias de carrera hasta ahora están en torno a los 250 km/h.
El récord del circuito sigue vigente desde la época de los V10 con su estudiadísima y altamente efectiva aerodinámica, un 1:24.125 de Michael Schumacher en 2004. Mientras que el pasado 2009 Jenson Button lograba la pole con el sorprendente Brawn GP en 1:26.202, y Nico Rosberg marcaba la vuelta rápida en carrera en 1:27.706. Si este año los monoplazas giran en torno a los 7-10 segundos más lentos cargados los tiempos deberían rondar el 1:38. Bajar de ahí será cosa de los mejores o de los que expriman hasta la última gota de depósito.
Y es que Albert Park ofrece carreras espectaculares y entretenidas sea cual sea la velocidad a la que corran los correspondientes trastos por su trazado. En la Fórmula 1 siempre da la sensación de que los pilotos se envenenan más que en otros circuitos e intentan maniobras que tanto deseamos y gustamos de ver, y en competiciones menos prestacionales se juega más si cabe con las facilidades para adelantar que brinda el circuito.
Todo ésto siempre conlleva ver pasearse al coche de seguridad. Es una característica intrínseca de Albert Park, y se hace rarísimo el año en el que Bernd Mayländer no tiene que hacer acto de presencia en al menos en dos ocasiones durante la carrera. Ésto hablando de un Gran Premio de Australia disputado en seco, pues como sea en mojado las carreras son de auténtica locura en el peor y en el mejor de los sentidos, depende desde lado de la barrera del que se mire.
La afluencia de público al circuito también suele ser notable, por lo que ambiente está garantizado tanto en pista como el que se puede “respirar” a través de la televisión. Al menos al que escribe siempre le ayuda más a aguantar el madrugón europeo que con otros Grandes Premios.
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