Ambos accesorios no solo entran por los ojos, sino que influyen sobre la rodadura y la pisada. ¿Por qué resulta tan importante el mantenimiento de las llantas?
Para empezar, porque las llantas son una de las protagonistas del tren de rodaje y marco interno del neumático. Se trata de elementos inseparables, besties agradecidos por su variedad estética, pero también por lo que aportan como último eslabón que recibe la propulsión.
Llantas: no solo es cuestión de pulgadas
Antes de comenzar, hemos de aclarar, como hemos hecho en otras ocasiones, que con llanta no nos referimos al conjunto de la rueda, sino a su acepción más clásica como pieza central que viaja abrazada por el neumático.
Pulgadas a mansalva
El peso estético de las llantas es incuestionable. Afinan el diseño de un modelo y pueden alterar la impresión que nos arroja. Materiales, líneas y tamaño son las tres características reinas que agasajan el tuning.
La tendencia a largo plazo ha sido verlas crecer hasta proporciones que hace dos o tres décadas se considerarían obscenas o disparatadas. Se encuentran imbricadas en la propia genética del automóvil. Así, sus medidas también han ido creciendo a la vez que han evolucionado y se han sofisticado los segmentos.
El tiempo nos dirá si las pulgadas han alcanzado sus límites naturales o nos dirigimos a esos territorios que se elevan por encima de las 24. Eso sí, en cuestión de medidas no todo vale. El tamaño aquí importa.
Aliadas del rendimiento y la seguridad
El peligro no se encuentra solo en los estragos de los excesos estéticos, la falta de proporción, gusto o decoro rococó. La llanta forma parte de la plantilla mecánica encargada del empuje del vehículo. Sus características, tamaño incluido, soportan no poca responsabilidad en la gestión del flujo energético.
Por lo que pueden llegar a afectar al rendimiento, hay que extender el símil del calzado matizando la comparación. Las llantas se asemejan al calzado deportivo. ¿Quién se atreve a correr una maratón con unos zapatos de pasarela?
Como les ocurre a los atletas, se ha de mostrar cierta cautela y conocimiento a la hora de escoger zapatillas. Nos interesan ciertos dígitos fundamentales que confiesan los neumáticos y que se refieren a la anchura de las llantas, el diámetro y la altura de su pared lateral.
La adherencia y, en consecuencia, la seguridad se incrementan en proporción al tamaño. Además, el perfil del neumático puede llegar a ofrecer prestaciones muy variadas en función del tipo de conducción que demandemos.
Igualmente, deberíamos prestar atención al desgaste de la banda de rodadura del neumático y a la masa de la llanta. Sobre esto último, cuanto más ligera sea la llanta mayor agilidad trasmitirá. Lo notaremos en la dirección, en la sensación real de potencia y en el consumo. A grosso modo la naturaleza de una llanta incide en:
- La masa del vehículo.
- El Consumo.
- La aerodinámica.
- La adherencia.
- La estabilidad.
- La absorción de irregularidades del firme.
- La respuesta y precisión de los movimientos del volante.
- La frenada y el desgaste del neumático, por sus proporciones y también por la gestión térmica.
Tipos de llantas según el material
En la raíz de su respuesta y, a la vez, de su mantenimiento y preservación se encuentra el material con el que están fabricadas. ¿Qué tipos de llantas existen?
Llantas de acero
Las más clásicas de la familia. Han calzado a varias generaciones de vehículos y, en la actualidad, las vemos en la gama baja y media del espectro automovilístico.
¿Significa esto que son "malas"? Ni mucho menos. Que sigan con nosotros prueba su resistencia, costes y propiedades mecánicas. En cuestión de mantenimiento, resultan muy agradecidas por su indiferencia a recibir el azote de elementos como la sal de la carretera.
Llantas de aleación
Las llantas de aluminio y, en una esfera más deportiva, las de magnesio destacan como materiales predilectos. Cuando pagamos este tipo de llantas lo hacemos a cambio de incrementar el control, potenciar la disipación de las altas temperaturas o ayudar al trabajo de la suspensión.
Ahora bien, el mantenimiento de estos materiales se torna más complejo. La corrosión es su principal enemigo. Se combate con una estricta y rutinaria labor de limpieza. También resultan más endebles y sensibles a agentes externos. Estos factores pueden incrementar la factura de reparación.
Fibra de carbono
El carbono y el combo que ofrece entre ligereza y resistencia también puede aplicarse a las llantas. A cambio, las transforma en un elemento caro, alejado del común de los mortales y con un mantenimiento propio y específico.
Llantas cromadas
La idea procede de Estados Unidos y no es un material. Estas llantas se someten a un tratamiento químico a base de cromo que termina por otorgarles un efecto de espejo. Su asombrosa estética contrasta con su mantenimiento más enrevesado.
Mantenimiento, preservación y limpieza de las llantas
Como se ha avanzado, la preservación de una llanta depende en buena medida del material que la componga. Su mantenimiento merece estar a la altura de otros elementos relevantes del vehículo, sobre todo, por su incidencia sobre la seguridad a bordo.
1) Atento a la salud de las llantas
De hecho, constituyen una de las piezas que deberíamos revisar en caso de sufrir un accidente en carretera o, sencillamente, si sentimos que se han topado con un obstáculo prominente o bache. Conviene estar pendientes de posibles grietas o abolladuras. Del mismo modo, es interesante analizar cómo ha afectado un daño a la llanta y si presenta bultos.
2) ¿Reemplazo o reparación? Déjate asesorar
En función de la naturaleza superficial, o no, de los daños infligidos sobre una llanta, llega una de las decisiones que más complejas pueden resultar. ¿Arreglar o sustituir?
Valorar como se merece esta cuestión resulta crucial. Por eso, lo mejor es dejarnos asesorar por una profesional que sabrá evaluar con precisión el tipo de daño sufrido y si la reparación no altera los requisitos mínimos de seguridad.
Puede darse el caso de que la herida en la llanta solo posea impacto estético. Pensemos en un arañazo superficial. Si estamos ante una situación así de leve con una llanta de aluminio, es posible acometer la reparación por uno mismo, no sin antes informarnos de qué necesitaremos y cómo afrontarla. Explicado de forma sucinta, la labor se dividiría en diferentes fases:
- Desmontaje, limpieza y secado previos.
- Protección y lijado de la parte afectada.
- De ser necesario, aplicación de un producto de relleno específico.
- Sellado mediante pintura y/o barniz, según el acabado de la llanta.
3) Mantenimiento en la elección de la llanta
Como se ha visto, la elección de la llanta repercutirá en su mantenimiento. Mientras que las cosas serán más sencillas con una llanta de acero, la evaluación del daño se antoja aún más relevante con las de aleación para determinar si conviene la sustitución o no. En el caso de las de aluminio, su coste de reparación no tiene por qué ser demasiado elevado.
Si lo que hablamos es de llantas cromadas, la situación puede complicarse hasta el punto de ser más asequible su sustitución.
4) Estética vs funcionalidad vs coste
La reparación de una llanta engloba tanto los ámbitos más técnicos como devolverla a su apariencia original. Esto último también va asociado al coste en función del acabado final que se haya aplicado sobre la base metal.
5) Limpieza: ¿cepillo o no?
Iniciándonos en el apartado de la limpieza, la suciedad incrementa las posibilidades de que la llanta se deteriore, sobre todo en el caso de las de aleación.
Los cepillos pueden resultar un instrumento útil para eliminar los restos más complicados. No obstante, conviene recurrir a uno con cerdas muy suaves que no rayen y no esmerarnos demasiado tiempo en la tarea, sino el justo para eliminar los incrustados.
Como consejos básicos, las llantas no deben estar calientes y los textiles y el agua que uses han estar limpios. De hecho, también es recomendable para evitar el cepillo utilizar una máquina que expulse agua a alta presión y nos ayude a desincrustar los restos más adheridos.
6) Elige bien el limpiador
Como no podría ser de otro modo, cada tipo de llanta se empareja con limpiadores específicos. Huye de trucos caseros y déjate aconsejar para encontrar el producto que mejor se adapte a tu rueda.
Aventurarse a usar otras soluciones no concebidas para el tipo de llanta no solo puede pasar factura a este componente, sino a otros como neumáticos y frenos. Es recomendable vigilar, fundamentalmente para el caso de las llantas de aleación, que el limpiador venga libre de ácidos.
A la hora de aplicar el limpiador, presta atención a la información que proporcionan las instrucciones. Un factor clave es el tiempo de exposición del producto. Este influirá tanto en el resultado final como en la propia preservación.
7) Elige bien el sellador, si optas por uno
Para proteger la llanta de las inclemencias más hostiles podemos optar por aplicar, finalmente, un sellador. Como ocurre con el limpiador, hemos de atender de forma cuidadosa a su elección, a las instrucciones de aplicación y, además, no cometer el tremendo error de extenderlo sobre una superficie sucia.
Si acertamos con la decisión, prolongaremos sus condiciones óptimas durante más tiempo, repeliendo suciedad, manteniendo su estética y obsequiándonos con un extra de tranquilidad.
Como se puede comprobar, las llantas constituyen un universo de detalles pormenorizados que, por resultar algo más complejo, pasa en muchas ocasiones desapercibido. Lo más relevante, como en tantos otros aspectos, es conocerse bien a uno mismo, al vehículo y al calzado que monta.
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