El programa Driving Experience es un conjunto de actividades que todos los años organiza Volkswagen para que sus clientes (o no clientes). La finalidad no es otra que reducir las muertes en carretera, por lo que la marca alemana a través de estos cursos pretende mejorar las aptitudes de los conductores y su concienciación al volante.
Dentro de la Escuela R hay tres niveles diferenciados: Junior (para conductores jóvenes con poco tiempo de carnet, novedad en 2016), Intensive (para conductores experimentados) y Advance (enfocado a aquellos que tienen un nivel alto de conducción y han hecho el Intense). Nos hemos puesto en la piel de uno de los alumnos, así que vamos a contaros porqué estos cursos son tan recomendables.
Cada escalón va destinado a un tipo de conductor pero los tres se imparten en circuito y en todos hay unas tandas finales para plasmar lo aprendido rodando en la pista completa.
Empezamos con un poco de teoría
Comenzamos la mañana con el correspondiente briefing. Todos los cursos tienen nada más empezar una parte teórica en la que nos explicarán los pormenores del curso así como las consideraciones de seguridad para que pasemos un día agradable y muy provechoso.
El encargado de recibirnos y presentarnos la jornada fue Luis Moya, embajador de Volkswagen y, como bien sabéis, con mucha labia. El plantel de monitores es muy amplio y tampoco se queda atrás, todos cuentan con gran experiencia en competición y en formación de conductores.
Nos distribuimos en grupos muy reducidos, así que las indicaciones son realmente personalizadas y siempre tendremos alguien acompañándonos dentro, o muy cerca, del Volkswagen Scirocco R que fue nuestro coche de cabecera durante las pruebas.
Unas gafas para concienciar a los más jóvenes
Después de comer en las magníficas instalaciones del circuito de Ascari, los diferentes grupos nos distribuimos por el circuito para ir realizando cuatro de las actividades que componen el programa de la Escuela R. Por decirlo así, disfrutamos de un menú degustación de cada uno de los niveles.
La primera de las pruebas quizá fue la que más me gustó por la potente carga de concienciación. Destinada para el nivel Junior, tuvimos que pasar a baja velocidad por un slalom, nada complicado si no fuera porque había que hacerlo con unas gafas un poco especiales.
Similares a unas gafas de esquí, pero con los cristales modificados, simulaban nuestra percepción con 0,5 gramos de alcohol en sangre, habiendo consumido sustancias estupefacientes o con un alto grado de fatiga. Desde luego que no resulta una tarea sencilla, y sirve para ilustrar de forma magnífica lo mermadas que quedan nuestras facultades en según qué condiciones.
Girar de un lado a otro sorteando conos no es una tarea complicada si vas sobrio, pero gracias a esta simulación te das cuenta de lo difusa que es la línea que separa el "yo controlo" de una conducción segura. Con cualquiera de las gafas que probamos costaba mucho no tirar ningún cono, con otras era casi una misión imposible.
Poniendo a prueba nuestra confianza en frenada
En el segundo taller se trabaja otra parte muy importante de cara a situaciones de riesgo en la vida real: las frenadas de emergencia. Actualmente los coches son muy seguros, pero seguimos sin confiar en su capacidad de frenado, no frenamos tan fuerte como deberíamos. Estamos acostumbrados a ser más benévolos de la cuenta con el pedal del freno lo que se traduce en frenadas menos consistentes cuando de verdad las necesitamos.
Para comprobarlo, aceleramos desde parado hasta unos 140 kilómetros por hora, al llegar a lo alto de un cambio de rasante teníamos que frenar en el lugar marcado para detener el coche antes de llegar a una barrera de conos que bien podría ser un camión cruzando la carretera.
La simulación de la frenada de emergencia de 140-0 km/h es un ejercicio muy útil que nos ayuda a confiar en las capacidades del coche. Hay que sacar el pedal del freno por delante, sin miedo, de lo contrario puede ser que el día que lo necesites y no estés acostumbrado no frenes lo suficiente y termines chocando contra algo. Es la única manera de saber cuánto podemos frenar en realidad.
Haciendo un Mickey acuático
Dejamos por un momento las frenadas a un lado y nos vamos hasta el siguiente ejercicio. En este caso toca ponerse las botas de agua y conducir a fondo dentro de un Mickey (se llama así por la forma de Mickey Mouse que hace el circuito) completamente encharcado.
El coche elegido para esta ocasión fue un pequeño Polo GTI, más manejable, que se movía con una rapidez extrema en manos del monitor durante la vuelta de demostración levantando grandes cantidades de agua a su paso. Impresiona verlo desde fuera, así que hay que tratar de impresionar también desde dentro.
Llega nuestro turno y nos ponemos al volante del utilitario. El monitor sentado en el asiento del copiloto nos daba indicaciones continuamente, salvo cuando se le olvidó mencionar que el slalom final había que realizarlo sobre superficie deslizante. De cualquier manera sorprende lo rápido y seguro que se puede ir sobre asfalto mojado, y poco apoco apretamos el ritmo buscando los límites de la adherencia y de nuestro subconsciente.
Lo más divertido aún fue cuando en el segundo paso nuestro pasajero decidió que ahora que sabíamos que había poco agarre en la zona del slalom era buen momento para tirar del freno de mano al tiempo que soltaba un "¡para esto estamos los monitores!".
Volvemos con las frenadas, ahora fuerte y en pleno apoyo
En la última de las pruebas volvimos a las frenadas. Durante todo el curso hicieron mucho hincapié en la importancia de las deceleraciones, especialmente en el cuándo, dónde y cómo hacerlas.
Este ejercicio consistió en llegar muy rápido a una curva, frenar dentro y dosificar hasta detener por completo el coche dentro de un rectángulo situado en plena trazada. Este ejercicio simula una de las situaciones más comunes circulando por carretera: un obstáculo, un accidente o un vehículo lento en plena curva.
La cuestión aquí es frenar fuerte cuando ya estamos en apoyo y mantener el coche siguiendo la trayectoria sin que se descoloque. Algo que es mucho más fácil de decir que de hacer, pero si fallamos mucho mejor aquí que en la vida real. Precisamente en esto consisten estos cursos, en no tener miedo a fallar para enseñar a nuestro cerebro la manera correcta de hacer las cosas que y luego en carretera nos salgan de manera instintiva.
Vamos con lo mejor: las tandas
Por último nos esperaba el plato fuerte del día: dos tandas a la pista completa de cinco kilómetros y medio de Ascari montados en el Volkswagen Golf Variant R, un coche más deportivo de lo que aparenta. Sobre la magnífica pista andaluza pudimos exprimir al cambio el compacto ranchera de 300 caballos alemán y plasmar las indicaciones que el monitor nos iba dando desde nuestra derecha.
Es sorprendente ver lo rápido que se puede ir cuando te limitas a seguir las instrucciones que te da alguien con tanta experiencia, especialmente teniendo en cuenta que era una pista desconocida para mí, igual que el coche. Llegaba de novato y simplemente me dejé llevar por las indicaciones con un resultado espectacular.
Notar cómo cada vuelta que pasa vas más rápido y el coche deja que juegues con él a medida que os vais conociendo es una sensación magnífica. Frenar en el punto justo, trazar y acelerar a fondo cuando toca, además de otros secretos que quedarán para mi uso y disfrute particular, son información clasificada que sólo manejan pilotos profesionales como los que imparten las clases en la Escuela R.
La hora del "juicio"
Para poner final al día llegó la hora de la vergüenza. Durante la charla final cada monitor saca a sus alumnos al frente y comenta la actuación de cada uno. Desde la evolución del comienzo del curso al final, hasta los puntos a corregir y los que hay que pulir para la próxima. Porque sí, terminas con muchas ganas de volver.
Cada participante recibe un diploma como prueba de haber superado el curso, un aplauso y una generosa ración de apretones de manos para cerrar una jornada verdaderamente productiva.
Y lo mejor de todo, es que no sólo os vais a ir a casa con unas cuantas lecciones debajo del brazo, sino también con la satisfacción de haber pasado un día estupendo en el que no te tienes que preocupar de nada que no sea aprender y disfrutar.
La escuela te pone los coches, la gasolina, el picoteo para que no pases hambre y unos monitores de primera que además de enseñarte de forma divertida te harán sentir como parte de la familia. Y todo por unos precios más que ajustados que van desde los 90 hasta los 300 euros, dependiendo del tipo de curso, del circuito y de si eres cliente o no de Volkswagen.
Próximas fechas Escuela R:
- 28 y 29 de mayo, Circuito del Jarama (Madrid): 90 € - 300 €
- 12 de noviembre, Circuito de Montmeló (Cataluña): 90 € - 220 €
Para más información podéis visitar la página web de la Volkswagen Driving Experience y ver todos los eventos.