Hace sólo unos días conocimos al Mercedes-AMG GT Black Series, una bestia de circuito con aspecto de coche de carreras en el que todas y cada una de sus modificaciones son funcionales: únicamente quiere ser rápido en circuito.
Puede que no lo sepas, pero la saga Black Series no es nueva. Se remonta a hace 15 años y engloba a los coches más radicales creados por Mercedes-Benz. Una corta estirpe que con este GT Black Series va tan solo por el sexto modelo, pero con todos y cada uno de ellos en el olimpo de los coches prestacionales.
Mercedes-Benz SLK 55 AMG Black Series
Hay que remontarse a 2006 para encontrarnos con la primera de las bestias negras de Affalterbach. Si bien la primera generación de los SLK apareció en 1996 para conseguir un nutrido éxito, no fue hasta la segunda generación cuando el fabricante alemán se decantó realmente por una variante deportiva.
Tomando como punto de partida el Mercedes-Benz SLK 55 AMG de generación R171, la división deportiva de la firma de la estrella tuvo luz verde para crear un modelo todo lo radicalizado que fuera posible, sin perder las señas identitarias de lujo de la marca.
Así se decidieron a crear una máquina que fuera más potente, más ligera y con un comportamiento dinámico más efectivo. Partiendo de la misma base mecánica con un motor 5.5 V8 que originalmente ofrecía 360 CV, el SLK 55 AMG Black Series se apretó hasta los 400 CV de potencia máxima y 520 Nm de par motor asociados a una transmisión automática AMG Speedshift 7-G TRONIC.
A este incremento de potencia relativamente discreto hay que añadir una serie de cambios que le rebajaron una nada despreciable cantidad de 45 kg menos. El techo rígido de fibra de carbono, asientos de carreras y otros elementos como las llantas de aleación de 19 pulgadas ayudaron a contribuir a esta dieta aderezada por una carrocería más agresiva pero no extrema.
Con todo ello, el SLK 55 AMG Black Series podía alcanzar una velocidad máxima de 280 km/h y parar el crono en 4,9 segundos para el 0-100 km/h.
Mercedes-Benz CLK 63 AMG Black Series
Si los SLK fueron unos coches exitosos para Mercedes-Benz, no lo fueron menos los de la serie CLK. Casi en paralelo con el SLK 55 AMG Black Series, la firma germana también lanzó un coche con unos aires del DTM exquisitos: el Mercedes-Benz CLK 63 AMG Black Series.
El segundo de los integrantes de las 'series negras' de AMG fue un coche imponente. Sobre todo porque decidió dejar al margen la sutileza del SLK 55 AMG Black Series. Sí, la carrocería era casi calcada al modelo de serie, pero en esta ocasión los pasos de rueda lucían extremadamente musculosos, incluyendo salidas de escape tras las ruedas delanteras.
Pasos de rueda que por cierto escondían ruedas de 19 pulgadas con discos de 360 mm y neumáticos Pirelli PZero Corsa. Paragolpes ensanchados y una aerodinámica reforzada por un pequeño aleróntrasero pegado al maletero y un enorme difusor integrado en la parte inferior con cuatro grandes salidas de escape ovaladas.
En realidad el Mercedes-Benz CLK 63 AMG Black Series no era otra cosa que la versión matriculada del safety car utilizado por la marca en la Fórmula 1, así que básicamente era un coche de circuito. Por fuera y sobre todo por dentro. El chasis se reforzó y las suspensiones AMG se pusieron a punto de manera específica; también se incluyó un diferencial multidisco para el eje trasero.
Bajo el capó delantero el motor era un enorme bloque V8 de 6.2 litros con retoques tanto en la admisión como en el escape y en la gestión electrónica, llevando sus cifras hasta los 507 CV y los 630 Nm para acelerar de 0 a 100 km/h en 4,3 segundos y alcanzar 300 km/h como velocidad punta autolimitada.
Mercedes-Benz SL 65 AMG Black Series
Un año más tarde, en 2008, en plena fiebre de las versiones de altas prestaciones. En Mercedes decidieron retomar la receta Black Series para sus biplazas, pero en esta ocasión se decantaron por algo más bruto viendo lo bien que estaba funcionando a nivel de impacto esta nueva serie: así nació el Mercedes-Benz SL 65 AMG Black Series.
Partiendo del Mercedes-Benz SL 65 AMG, en Affalterbach no se andaron con tonterías esta vez y lo primero que hicieron fue cerrar la carrocería, convirtiendo al roadster en un biplaza al que, de paso, aplicaron una buena dosis de anfetaminas.
La carrocería se volvió más radical incluso que en el CLK 63 AMG Black Series con una estampa imponente. El Mercedes-Benz SL 65 AMG Black Series amplió sus cotas hacia los laterales de manera intensiva: las vías se ensancharon 97 y 85 mm delante y detrás respectivamente, usando llantas de 19 y 20 pulgadas.
Entradas y salidas de aire por doquier, suspensiones rebajadas y reforzadas con muelles helicoidales con regulación en altura, dureza y alineación, alerón trasero retráctil de fibra de carbono y un considerable difusor con salidas de escape trapezoidales.
La joya estaba bajo el largo capó delantero, utilizando el portentoso motor V12 biturbo de 6.5 litros, pero en esta ocasión con una puesta a punto específica para alcanzar 671 CV de potencia directos a las ruedas traseras a través de una caja de cambios automática por convertidor de par AMG Speedshift Plus.
Sus cifras: 0-100 km/h en 3,8 segundos, 0-200 km/h en 11 segundos y 320 km/h limitados electrónicamente para un peso rebajado a 1.870 kg.
Mercedes-Benz C 63 AMG Coupé Black Series
Con el listón puesto muy alto, en Affalterbach decidieron tomarse un pequeño respiro... hasta 2012. Retomando la senda del CLK apareció el Mercedes-Benz C 63 AMG Coupé Black Series, una berlina de altísimos vuelos que quizá marcó el punto álgido de la brutalidad alemana hasta la fecha.
Con un precio de partida de casi 140.000 euros casi duplicaba el precio del C 63 AMG sobre el que se derivó este Black Series. Entre sus argumentos de mayor peso se incluye una obvia radicalización estética, con paragolpes de aspecto mucho más enfadado, capó con aberturas, pasos de rueda ensanchados, difusor trasero, alerón fijo y llantas forjadas de 19 pulgadas 11 kg más ligeras.
El chasis se reforzó con unas barras estabilizadoras específicas, amortiguación ajustable, dirección con un tarado específico, las vías se ensancharon 40 y 79 mm con aletas 28 y 42 mm más amplias que en el C 63 AMG y discos de mayor diámetro con pizas de seis y cuatro pistones.
El peso se aligeró 20 kg con respecto al C 63 AMG parando la báscula en 1.730 kg, mientras que el motor V8 de 6.208 cc incrementó su potencia hasta los 487 CV (457 CV para el C 63 AMG) gracias a cigüeñal, bielas y pistones forjados más ligeros heredados del Mercedes-Benz SLS AMG. Todo a las ruedas traseras.
Sus cifras también mejoraron con 4,2 segundos para abatir los 100 km/h desde parado y 300 km/h de velocidad punta, también limitada electrónicamente.
Mercedes-Benz SLS AMG Black Series
Por si el Mercedes-Benz SLS AMG como reedición del mítico 'alas de gaviota' no fuera suficiente, el fabricante de la estrella decidió darle una vuelta de tuerca al concepto aderezándole con la vinagreta llamada Black Series. Así nació el Mercedes-Benz SLS AMG Black Series en 2011 y que hasta este 2020 ha sido el último integrante de la familia.
Exteriormente el Mercedes-Benz SLS AMG Black Series se puede distinguir con rapidez gracias a sus elementos aerodinámicos como las inseciones de fibra de carbono, splitter delantero, canalizaciones laterales en los laterales del paragolpes delantero, alerón fijo en la parte posterior, difusor o las alidas de aire del capó y tras los pasos de rueda delanteros.
El motor del Mercedes-Benz SLS AMG Black Series recibió un tratamiento especial, aumentando la potencia del V8 6.2 atmosférico hasta los 631 CV y ampliando su rango de revoluciones hasta las 8.000 vueltas, 800 rpm extra con respecto al SLS AMG. Válvulas, árboles de levas, cigüeñal, bielas, admisión, refrigeración... todo nuevo.
Como de costumbre toda la potencia iba destinada a las ruedas traseras pero en esta ocasión a través de una caja de cambios automática de doble embrague AMG SPEEDSHIFT AMG DCT 7. Las prestaciones fueron también en consonancia las mejores hasta la fecha con 3,6 segundos en el 0-100 km/h y 315 km/h de velocidad punta, aunque como curiosidad, era más lento que los SLS AMG y SLS AMG GT debido a su mayor carga aerodinámica.
Los cambios se extendieron bajo la carrocería con unas vías ensanchadas 20 y 24 mm delante y detrás, estabilizadoras nuevas, suspensión electrónica AMG RIDE CONTROL, diferencial trasero electrónico, discos de freno cerámicos o llantas 4 kg más ligeras de 19 y 20 pulgadas.
Mercedes-AMG GT Black Series
Han pasado casi 10 años desde el último de los Black Series, y no hay duda de que en Affalterbach se lo han tomado muy en serio, porque la bestia que han desatado posiblemente sea el coche más radical matriculado que ha presentado la marca de la estrella (con permiso del Project One).
El Mercedes-AMG GT Black Series es un coche sin concesiones que prácticamente es un coche de la categoría GT3 con soportes de matrícula. Basta un simple vistazo para darse cuenta de que es un auténtico monstruo de circuito. Parrilla ensanchada, infinitas canalizaciones de aire, capó para refrigerar mejor el motor, fondo plano, llantas forjadas, branquias sobre los pasos de rueda delanteros y un gigantesco alerón trasero con ajuste dinámico, además de una zaga protagonizada por un enorme difusor y cuatro salidas de escape redondas que tienen que sonar a pura gloria. La carga aerodinámica anunciada es de 400 kg a 250 km/h.
El motor es una derivación del bloque 4.0 V8 biturbo que ya conocemos de otros modelos de la firma, pero ha sido tan alterado que incluso se le ha conferido un código específico (M178 LS2) para diferenciarlo del resto.
Turbos de doble entrada con rodamientos nuevos, árboles de levas, intercooler más grande, escape completamente nuevo, cigüeñal plano (a 180º), cárter seco... Sus cifras abruman: 730 CV a 6.700 rpm y 800 Nm entre 2.000 y 6.000 rpm. 0-100 km/h en 3,2 segundos, 0-200 km/h en menos de 9 segundos y 325 km/h de velocidad punta.
Pero la artillería del Mercedes-AMG GT Black Series no está solo en su motor, sino en su puesta a punto. Suspensiones regulables con amortiguación adaptativa, elementos estructurales de aluminio y un control de regulación inteligente que se adapta a la superficie del circuito, configurando los parámetros de la suspensión, dirección, control de tracción o el diferencial electrónico.
Ojalá tengamos la suerte de probar a la última de las bestias negras de Mercedes-Benz y poder contaros cómo es el Black Series más radical entre los radicales.
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