Volvo se ha marcado un objetivo complicado. Se trata de acumular más de un millón de coches eléctricos y enchufables en ventas una vez llegados al año 2025, que curiosamente como cifra redonda coincide con el improbable objetivo de Alemania para 2020.
No se trata de un reto imposible, pero se antoja complicado en virtud de los desarrollos actuales del fabricante sueco. El mismo consejero delegado de la compañía, Håkan Samuelsson confiensa que ese cambio hacia la electrificación efectiva de sus modelos va a ser todo un desafío. Samuelsson traduce esa apuesta de forma concreta en una promesa, la de ofrecer al menos dos variantes eléctricas por modelo en su flota.
Precisamente, no ha pasado ni un mes desde que señalásemos que la estrategia de este fabricante con la movilidad eléctrica no se caracterizase por ser demasiado ambiciosa, a propósito del buen primer año del Volvo XC90 híbrido enchufable. Por eso, toca rectificar en consonancia con Volvo y el capital chino que lo respalda y que puede tener que ver en esta intensificación de su apuesta por lo eléctrico.
Además, como ya sabíamos, el fabricante tiene preparado para 2019 el lanzamiento de un modelo 100% eléctrico, que sería la punta de lanza de su plan (este no será el primero, si recordamos el desafortunado proyecto de Volvo C30 Electric DRIVe). Este supuestamente viene fraguándose desde hace algunos años con el desarrollo de sus dos plataformas de producción (SPA y CMA) que posibilitan esa incorporación de motorizaciones eléctricas, un potencial que de momento no exprimido en toda su plenitud.
En Motorpasión Futuro | La demanda del Volvo XC90 T8 Plug-In Hybrid crece por encima de las expectativas de Volvo