La compañía Siluria, con sede en Sillicon Valley, ha subido la apuesta en su proyecto fundamental: convertir el gas natural en gasolina de un modo rentable. Su primera planta de desarrollo ha dado paso a dos muchos más grandes, con el objetivo de atraer más inversión mediante la demostración de que su proceso es aplicable a escala comercial.
Siluria ha revivido un proceso abandonado por la comunidad científica, llamado acoplamiento oxidativo, por el que, de la reacción química entre el oxígeno y el metano se obtienen agua y etileno para la producción posterior de gasolina. Estabilizar el proceso en ese punto era un impedimento insalvable. Ahora, Siluria dice haber resuelto este problema mediante el desarrollo de catalizadores específicos.
Sabemos los métodos utilizados por la compañía para obtener ese catalizador mágico que permita aprovechar el etileno de la reacción, pero no los detalles del proceso. Esto es debido, por una parte, a una comprensible protección de esta valiosa fórmula industrial.
Y por otra mucho más curiosa, y es que los los mismos desarrolladores les ha ocurrido tras el descubrimiento anunciado algo parecido a lo que le pasó en su día a Alexander Fleming. Saben que funciona, pero no entienden todavía al completo los detalles de su creación.
El trabajo científico de un año reducido a dos días
Esto es así porque en su ansía por obtener su fórmula han aplicado un método que consiste en probar muchos catalizadores al mismo tiempo, mediante un sistema automatizado y regido por un software de desarrollo propio.
Simplificando esto con una comparación culinaria, han creado un robot de cocina capaz de elaborar miles de recetas en un tiempo récord para encontrar un misterioso sabor perdido. Por lo que anuncian, parece que lo han encontrado y materializado en forma de bolitas blancas, pero ahora toca rememorar qué han hecho para hacerlo.
Las variables principales en la búsqueda del catalizador la constituyen los elementos utilizados, la proporción de los mismos y la construcción de su estructura microscópica. Hasta ahora, los métodos empleados para jugar con esto resultaban artesanales si lo comparamos con el sistema, todavía por perfeccionar, de Siluria.
De hecho, esta vía de obtención del hidrocarburo se abandonaba en los años 80 después de décadas de trabajos al respecto. Jay Labinger, científico del Instituto Beckman en Caltech, publicaba un artículo en el que instaba a la comunidad científica a no perder el tiempo en este proceso, por las dificultades de encontrar un procedimiento tan estable como rentable.
Pues bien estos avispados alquimistas se han ido atesorando de 46,65 millones de euros en capital de riesgo para avanzar en un proyecto que podría suponer un vuelco al panorama energético en la automoción. Sin embargo, no va a ocurrir pasado mañana. Siluria se ha marcado un período de cuatro años para abrir su primera planta comercial.
De momento, han dado buena cuenta del presupuesto acumulado con la apetura de esos dos nuevos centros que os hemos mencionado: uno en Hayward, cercano a su sede en California, y otro en Houston (Texas). Solo el primero culmina por completo el proceso.
Especular a mitad de precio
Sería complejo desentrañar todas las consecuencias económicas, sociales y políticas que acarrearía un desplome así en el precio de la gasolina. Podríamos aventurar que en el plano medioambiental, se ganaría en cierta medida, ya que el procesamiento del gas natural conlleva vías menos contaminantes que las del petróleo.
Del mismo modo, el gas natural es entre dos y seis veces más abundante que este, y cinco veces más barato a día de hoy. Sin duda, potenciaría igualmente la vida histórica de las motorizaciones térmicas, no tan eficientes en contraste con las alternativas de las que os hablamos a diario. En cualquier caso, especular sobre un cambio así arroja resultados borroso: es tan sencillo como poco certero.
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