Cualquiera podría llegar a pensar que en una ciudad como Nueva York, con su colección de taxis y atascos por doquier, el uso de la bicicleta eléctrica sería como el nuevo advenimiento del dios que mejor te caiga, pero nada más lejos de la realidad.
De hecho la prohibición de este tipo de movilidad, nacida en 2004 por culpa de los accidentes acontecidos tanto con peatones como con otros vehículos, ha pasado a costar a sus seguidores de 500 a 1.000 dólares de multa (de 389 euros a 779 euros según el cambio actual).
Más que por el usuario de a pie la limitación de su uso viene provocada por la creciente moda de repartidores en bicicleta de la ciudad, que se mueven por sus calles a toda velocidad y parecen haberse convertido en la pesadilla de taxistas y otros conductores, quienes los tachan de "amenaza para los niños y para la sociedad". Exageración al poder dirán algunos, y yo lo secundo.
Si os interesa el tema hay una película llamada Premium Rush (Sin Frenos en nuestro país) que, aunque en clave de ficción, se acerca al peligro que representa la Gran Manzana para estos ciclistas. Súmale las velocidades que puede alcanzar una bicicleta eléctrica y ya tienes el cóctel perfecto para que el estado de Nueva York se vanaglorie del poder de sus leyes.
Vía | Gas2
