Las expectativas por ver cómo arranca Bicimad, o la bicicleta pública de Madrid, van creciendo según pasan los días en este mes de mayo. Aunque no hay fecha específica, el ayuntamiento habló de la primera quincena de mayo. De momento, aquellos que transitan el centro de la ciudad ya pueden observar instaladas algunas de las 123 estaciones de anclaje.
La espera también alimenta la incertidumbre. Muchas han sido las voces que han vendido este proyecto con el objetivo de poner Madrid al nivel de una capital europea. Poner a circular millar y medio de bicicletas eléctricas, es un gran paso para el transporte de la ciudad, sin embargo, su introducción puede resultar traumática. Y es que, al ya de por sí complicado tránsito en el centro, va a sumarse un factor más.
La clave está en desentrañar quiénes serán los usuarios de este servicio. La bicicleta compartida en su esencia pretende que aquellos que cogen el coche en el centro de las ciudades lo cambien por la bicicleta. Sin embargo, mucho me temo que en esta primera etapa la zona centro no cambiará conductores por ciclistas.
La movilidad inteligente requiere una ciudad inteligente
Hagamos la prueba de la cebolla, vayamos por capas. Aquellos que vivan en el centro, en la zona de actuación de BiciMad, no suelen coger el coche para ir a trabajar si lo hacen en la misma zona, es decir, en el centro (caminan, utilizan el transporte público y son usuarios potenciales de BiciMad). Pueden hacerlo en el caso de trabajar en las afueras (digamos que M-30 y más allá). El transporte público es una alternativa en este caso, BiciMad, de momento, no.
¿Qué pasa con aquellos que viven en barrios aledaños al centro en las afueras? La lógica nos dice que deberían ser los principales beneficiados, y sería el punto donde más podría conseguir BiciMad convertir conductores en ciclistas. Sin embargo, en esta primera fase todavía no se contemplan esas zonas. Eso quiere decir, que aquellos que residan en esas zonas y trabajen en el centro, o tengan que cruzar la ciudad, no lo van a hacer en bicicleta precisamente.
Como es obvio, cuanto más nos alejemos, si nos vamos a ciudades dormitorio, menos conductores se pasarán a la bici. Eso sí, podría darse el caso de que aquellos que dejan su coche en las afueras y utilizan el transporte público tradicional para ir al centro, cambien este último por la bicicleta.
Estas son sólo apreciaciones, bastante imprecisas, de lo que puede pasar ese primer día de funcionamiento de BiciMad. Por eso, será necesaria la paciencia y la confianza en la bicicleta pública de Madrid para que esta salga adelante, en el sentido de que la ampliación de la red será clave para su funcionamiento.
Como lo van a ser los nuevos kilómetros de carril bici que el ayuntamiento ha prometido para lubricar la iniciativa. A los 316 kilómetros existentes se sumarán 70 nuevos. Serán fundamentales para la convivencia que tanto se pide entre bicicletas y el resto de vehículos, y para algo que no puede pasar por alto, la protección de los ciclistas.
Sobre el tema del desarrollo de los ciclocarriles, en mi opinión, Madrid siempre ha adolecido una visión poco global y unificadora del asunto. Volviendo a las ciudades dormitorio, salvo excepciones como la vía ciclista que une Colmenar Viejo con la ciudad, aquel que viva en una franja asumible de 10 a 20 kilómetros de su trabajo tiene muy complicado adentrarse en Madrid en bicicleta, e imposible en otros tantos casos.
Por eso, hay que saber medir bien los casos en los que se pide a los habitantes de una ciudad que utilicen vías alternativas de transportes cuando estas no son posibles, o implican duplicar el tiempo de sus viajes al trabajo.
Van como locos
Sobre la protección, es un tema que preocupa a las autoridades, de ahí las palabras de la alcaldesa, Ana Botella, pidiendo que peatones, ciclistas y conductores que se acostumbre rápido a este nuevo escenario. Parte de la inversión del proyecto de BiciMad se ha ido en informar, pero también en concienciar.
Y es que, como es lógico, sumar 1.560 bicicletas al tránsito de la ciudad aumenta las posibilidades de incidentes relativos al tráfico en Madrid, en Ámsterdam o en Nueva York; no obstante, esto podría agravarse en nuestro caso teniendo en cuenta que muchos conductores pueden no estar demasiado hechos al comportamiento vial que se ha de seguir para con las bicicletas. Esperemos que los 14 agentes de movilidad que usen y velen por este servicio sean suficientes.
No es mi intención de ningún modo alimentar el pesimismo de la bicicleta pública. Ya os hemos hablado del potencial que la bicicleta compartida está mostrando en otros países, y sus beneficios de sostenibilidad. Lo que sí es necesario subrayar es que BiciMad debería ser considerado para la movilidad de Madrid como un primer, y posiblemente doloroso, paso, que ha de posibilitar combinarse con otros medios.
Imágenes | Donostia Movilidad y Mikael Colville-Andersen en WikiMedia
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