La compañía química alemana BASF ha establecido el desarrollo de baterías para automoción como una de sus diez principales prioridades de su estrategia a largo plazo. En esa línea, ha anunciado que dedicará un presupuesto anual de 1.700 millones de euros en investigación y desarrollo.
El propósito de la compañía no es sólo crecer en el mercado para ser uno de los principales proveedores, sino que pretenden hacer realidad una tecnología que permita autonomías superiores para los coches eléctricos, haciendo valer proyectos como el de las baterías de Sodio-Aire, que otorgaban autonomías diez veces superiores a las actuales.
Eso sí, se lo plantean a largo plazo. Dentro de su plan de expansión en el negocio de las baterías, BASF ha absorbido otras cuatro empresas del sector, abierto una planta de producción que les proveerá de níquel, cobalto o manganeso y comprado varias licencias a Mitsubishi Chemical. Precisamente, esta es una de las compañías líderes en el desarrollo de baterías, y es en Asia donde encontramos a los líderes del sector con avances más significativos en las baterías de iones de litio.
En BASF se lamentan de que la industria de baterías en Europa esté tan deprimida, a la vez de que no existan "ánimos" para invertir en esta después de las elevadas expectativas que se generaron para el coche eléctrico hace unos años.
Por eso BASF mira hacia Asia, donde la tendencia parece ser la opuesta, y con esta nueva inversión espera que sus ventas de materiales para baterías se multipliquen por cinco en 2020. Para la misma fecha, esperan estar entre los tres mayores proveedores de todo tipo de baterías. El coche eléctrico está presente en otros proyectos de la compañía, como el anunciado el pasado mes, que establecía una alianza con BMW para diversificar los acabados del BMW i3.
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