Llevamos años listando los diferentes agentes que son especialmente nocivos para la salud humana en relación con la contaminación del aire, de la que las motorizaciones térmicas son en buena medida responsables. Y todavía, existen asignaturas pendientes por explorar. Tal es el caso de las PM2,5, que responde a las siglas de particular matter (o particulas en suspensión) y cuyo número (2,5), se refiere al tamaño de las mismas que corresponde con 2,5 micras de diámetro.
Al contrario que ocurre con las PM10 (o los NOx), muchos países no tienen una regulación específica, unos máximos que cumplir o sencillamente sistemas de medición para las PM2,5. La Organización Mundial de la Salud ofrece como baremo aconsejable para nuestros pulmones una exposición no superior a más de 10 μg/m3. Son niveles complicados de asumir en muchos puntos del planeta, pero que son responsables de bastantes afecciones. Por eso, desde hace unos años, diferentes organizaciones se han volcado en la detección de las PM2,5, y poco a poco diferentes países están estrenando legislación al respecto.
Dos de los focos de presión científica podemos encontralo en las universidades estadounidenses de Yale y Columbia, en concreto, sus Centro de Políticas Medioambientales (YCELP) y el Centro Internacional de Información sobre las Ciencias de la Tierra (CIESIN).
Estos han venido desarrollando y recopilando una serie de índices medioambientales que consideran especialmente prioritarios, y dentro de la contaminación del aire, su principal preocupación son precisamente las PM2,5.
Para ellos, las necesidad de cuantificar en las ciudades los valores de estas partículas de suspensión no podría ser más urgente. Según sus datos, el 36% de los países del mundo no estarían cumpliendo con los mínimos de las PM2,5 referidos exclusivamente al transporte.
Los problemas asociados a estas van desde la irritación leve en diferentes puntos del sistema respiratorio como lengua o garganta, hasta impulsores de enfermedades cardiovasculares, problemas de pulmón o incluso cáncer. De ahí la necesidad apremiante de desvelar en qué puntos y en qué momentos las PM2,5 están más presentes.
De hecho, los mencionados centros han desarrollado un visualizador mundial de PM2,5, no tanto a través de la información a nivel terrestre, sino a la que les llega vía satélite. Eso sí, son necesarios que los países desarrollen métodos individuales y precisos, y una mayor concienciación por parte de todos los agentes implicados, para atacar a este tipo de partículas tanto en los diferentes sectores industriales implicados.
Imagen | Alex R. F (CC) en Flickr
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