Así iba a ser el coche del futuro: Lancia Stratos Zero

Ha habido tantas buenas ideas que han sido olvidadas en cajones, y que posiblemente, sigan ahí, ganando polvo. Y es que, podríamos pensar que la historia en general y la de la tecnología en concreto nos lleva por un camino muy delimitado en términos de progreso, cuando en realidad, repasando ese camino, es imposible obviar el factor humano.

Ese impulso que va más allá de la arbitrariedad y nos hace únicos tiene un ejemplo con el Lancia Stratos Zero. La década de los 70 nacía al mismo tiempo que este singular prototipo que pagó los platos rotos de ser un adelantado a su época, pero que inauguró el apellido de Stratos, una línea de descendencia única y especialmente determinante en el mundo de los rallyes.

Y es que aunque fueron pocos los Lancia Stratos Zero que pudieron saborear el asfalto de la competición (y mucho menos en de las calles), sus líneas ayudaron a consolidar un cambio de tendencias en la historia del diseño del automóvil.

Su espectacular diseño en cuña nos hizo pensar que este prototipo era capaz de levantar los neumáticos de la tierra y de la Tierra, es decir, como una nave espacial, en una época en la que la carrera espacial afrontaba su recta final y en la que el cine estaba a punto de comenzar a cambiar las fantasías aerodinámicas de millones de personas. El diseño del Lancia Stratos Zero se adelantaba a eso.

Sin embargo, su innovador trazado no estaba pensado precisamente para levantar el vuelo. Nada más lejos, el Stratos Zero nacía para estar lo más cerca del suelo posible con el objetivo claro de merendarse el coeficiente de arrastre aerodinámico. Una jugada por la eficiencia cuyo germen salía de la factoría de Bertone.

Nuncio Bertone era de aquellas personas que seguramente debían no soportar que una buena idea, por estratosféricamente loca que pareciera, terminará en el fondo de un cajón. Por eso, no es casualidad que el Lancia Stratos Zero tuviera su firma, como tampoco lo son los experimentos con motores eléctricos que llevó a cabo en las siguientes décadas. Pero no nos adelantamos tanto.

El nacimiento del Lancia Stratos Zero

Bertone venía de abrir muchas bocas con la irrupción del Lamborghini Miura en 1966, del que se dijo que era el italiano más provocativo de la historia sólo después de Sofia Loren. El diseño de la revolucionaría carrocería del deportivo era obra de la mano de Marcelo Gandini, a quien Bertone había apadrinado recientemente.

Con este primer trabajo Gandini apuntaba intenciones de hacia dónde se iban a dirigir los trazos de sus futuros diseños. Estos culminaban con un primer acercamiento más teórico con el Alfa Romeo Carabo, y con el propio Stratos Zero, que se encargó de consolidar sus intenciones. Y es que, a pesar de que el Carabo era la meta de lo que buscaban Bertone y Gandini, el modelo no superó la fase en la que un prototipo sale del salón a la calle. El proyecto de Stratos Zero pretendía remediarlo.

Todo comenzaba con la idea de aprovechar el bloque motor del Lancia Fulvia 1.6, que estaba quedándose anquilosado en la competición. La motorización y el resto de elementos se adaptarían a la idea primordial del proyecto, su revolucionario ángulo. Bertone compró el modelo a Lancia para comenzar con su “experimiento”, sin desvelar ni un solo detalle al fabricante de lo que se traía entre manos, ya que por entonces Lancia sólo quería tener en mente en esta área al Pininfarina.

El resultado final del trabajo de Gandini terminaba con un modelo agudo y afilado de 3,58 metros de largo, y… 0,84 de alto. Todo en su carrocería de fibra de vidrio estaba al servicio de la acentuada y aerodinámica líneas, con una motorización que se alejaba del morro respetando el principal axioma del Stratos Zero y acabando delante de las ruedas traseras. La guinda la ofrecía uno de esos elementos de esos que nos llevan a pensar en viajes espaciales: su parabrisas, o la entrada al coche.

Lo único que le hacía parecerse a cualquier tendencia de la época era que poseía cuatro ruedas. Su habitáculo era, es y será no apto para la vida extra-deportiva. Ya no se trataba de una cuestión sólo de diseño. Era toda una declaración de intenciones que se presentó en el Salón de Turín de 1970. Al descubrirlo, Fiat no veía otro destino para el modelo que el fondo del cajón.

La última barrera

Ahora bien, el modelo no dejó de despertar gran entusiasmo en la división más deportiva del fabricante italiano, y en 1971 se ponía en marcha el proyecto para fabricar algunos modelos para competición del Lancia Strato Zero, auspiciados por el gigante italiano de la automoción.

En este punto terminó de forjarse parte de su leyenda, en el momento exacto en el que Bertone se presentó con el prototipo en las instalaciones de Lancia, tras una llamada del máximo responsable de la firma, Ugo Gobbato, para vivir un momento más que climático.

La última barrera que le quedaba por superar a Bertone era la de la entrada a Lancia. El guardia de seguridad se la impedía, esperando confirmación. Impaciente, Bertone hacía rugir el motor 1.6 del Fulvia, lo que atrajo al patio de entrada a un gran número de empleados de la división deportiva, que conocían bien esa llamada, y que pudieron asistir a ver como, harto de esperar, Bertone se arriesgó a pasar la barrera sin que esta estuviera levantada.

Los apenas 90 centímetros del Stratos Zero bastaron para superar este último impedimento. Según cuenta el propio Bertone:

(...) después de esto el guarda subió la barrera. Fue una entrada inolvidable, en mitad de esa multitud apagué el motor y salí de mi nave espacial.

Imágenes | Rainer Schlegelmilch y Tom Wood En Motorpasión | Así iba a ser el coche del futuro

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