Símbolo de la creatividad filipina, los Jeepney se han convertido en un emblema en Filipinas y en obras de arte rodantes. Casi un cuarto de millón de estos collages sobre ruedas deambulan por sus calles, y no hay dos iguales.
Los orígenes de este inconfundible vehículo se remontan al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Ejército de los Estados Unidos dejó y cedió multitud de Jeep Willys en Filipinas, que fueron transformados en taxis colectivos y han sobrevivo al paso del tiempo.
Viajes en el tiempo por 0,15 euros
Con una carrocería angular y cuadrada, incómodo, mucho consumo de combustible y altamente contaminante, este mini autobús se ha mantenido como un anacronismo inmutable. Su decoración va desde motivos religiosos hasta referencias a películas o marcas de coches; de noche, las luces de neón que montan los hacen inconfundibles.
What if there"s a jeepney going to Bangkok from MNL? 🤔🤔🤔
— iPSfan🐯🐉 (@jo_TheTraveller) July 25, 2019
So every week I'm in BKK 🖤❤
Photo taken 4 yrs ago at Jesada Technik Museum, Nakhon Pathom pic.twitter.com/zcSsC1ZURF
Cuando las tropas estadounidenses comenzaron a abandonar Filipinas al término de la Segunda Guerra Mundial, cientos de Jeep Willys MB de 1943 fueron vendidos o cedidos a los filipinos. Estos transformaron por completo los icónicos vehículos militares ampliando su tamaño, longitud y sobre todo, su capacidad.
Serían los futuros taxis colectivos: ganaron tanta popularidad que el Gobierno reguló su uso. Claro que hoy ne día apenas se ven los originales; ahora se fabrican en plantas locales o son reacondicionados con piezas procedentes de otras países, en especial motores importados de Japón.
Son, al fin y al cabo, una especie de 'cocina fusión', con partes de aquí y allá.
Dependiendo de su tamaño, los Jeepneys pueden transportar hasta 20 pasajeros que llegan a viajar incluso sobre el vehículo o agarrados en los laterales. Aunque suelen tener una ruta establecida, no siempre hay paradas definidas, por lo que las marcan los propios usuarios.
Algo que provoca que el tráfico se convierta en un caos.
Uno de los reclamos estrella de este medio de transporte es su precio: moverse dentro de Cebu City o Manila suele costar 8 pesos, unos 0,15 euros. Pero no esperes comodidad ni silencio, pues es la forma más ruidosa y contaminante de moverte por el país.
Possibly the most Philippine photo I’ll EVER TAKE!! 😂❤️🇵🇭✨#Philippines #Jeepney #Jollibee pic.twitter.com/8d5sxpbGzk
— Thor 🇩🇰 (@onceuponasaga) July 29, 2019
Ever seen this vehicle before?If you haven't been to the Philippines,I assure you haven't.
— Sara Alsourani (@travelerarabian) July 30, 2019
Meet Jeepney,the most popular means of transportation in the Philippines.Known for their crowded seatings and tacky decorations.#travelphotography pic.twitter.com/si0OTYxlak
En esta galería de fotos de The Guardian puedes hacerte una idea de las diferencias entre unos Jeepneys y otros, y de cómo viajar subido al techo de uno de ellos no es problema en el país asiático.
Las amenazas que afronta el Jeepney
Parece bastante obvio que el futuro de estos míticos vehículos tiene los días contados tal y como los conocemos. Filipinas tiene una población de más de 106 millones de habitantes, y el 65 % utiliza el transporte público. Los Jeepney son el contaminante clave en el país.
El estado de muchos de ellos, en malas condiciones mecánicas y con pobres elementos de seguridad pasiva y activa unido a unas regulaciones medioambientales cada vez más estrictas abocan al Jeepney a renovarse o morir.
El Gobierno de Filipinas puso en marcha el Programa Público de Modernización de Vehículos del Ministerio de Transporte encaminado a la renovación de su parque móvil, y la electrificación está ahora en el punto de mira.
En 2018 el Ejecutivo anunció su intención de reemplazar todos los Jeepney con más de 15 años por nuevos modelos, prometiendo ayudas a una mayoría de conductores que no pueden permitirse comprar uno nuevo.
En este sentido, ya hay empresas que han creado un kit que aseguran ser asequible y que convierte estos ruidosos autobuses en vehículos 100 % eléctricos.
Foto | Lawrence Ruiz