El 'Rambo De Dios' y su Camaro fantasma: la loca historia de cómo llevar ayuda humanitaria en plena guerra a lo 'Mad Max'

El 'Rambo De Dios' y su Camaro fantasma: la loca historia de cómo llevar ayuda humanitaria en plena guerra a lo 'Mad Max'
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En esta fría noche de invierno no hay luna. No se ve nada de nada y, sin embargo, Mladen sabe que ahí fuera en la carretera se acerca un vehículo. Lo intuye, no es la primera vez. ¡Vroom! No le dio tiempo a discernir qué fue ni a dispararle, sólo escuchó un repentino estruendo que volvió a desaparecer tan rápido como vino.

El interior de este viejo Chevrolet Camaro es tan oscuro como una noche sin luna. Los cristales son opacos, pero eso no es un problema para su piloto. Gas a fondo, con gafas de visión nocturna y su kevlar en la cabeza, vuela bajo sobre las carreteras secundarias de Bosnia. Helge Meyer tiene una misión que cumplir y nadie ni nada lo va detener. No en vano es el Rambo de Dios.

Suena a película (y bien podría serlo en un par de años), pero esta es la real y loca historia de Helge Meyer, de su Chevy Camaro del 79 y de cómo llevó ayuda humanitaria a quienes más la necesitaban en plena Guerra de los Balcanes, sorteando bandoleros y milicias paramilitares que pululaban por las carreteras de Bosnia Herzegovina a principio de los años 90.

Cuando hablan las balas, la ayuda humanitaria escasea

La Guerra de los Balcanes fue hasta hace poco uno de los conflictos más sangrientos en suelo europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, con cerca de 200.000 muertes y millones de desplazados. Mucha gente murió por falta de alimentos, agua y tratamiento médico.

Los camiones de ayuda humanitaria rara vez llegaban a su destino al ser blanco de bandidos y otras milicias. Helge Meyer, un antiguo soldado de las Fuerzas Especiales danesas y entrenado por los Boinas Verdes estadounidenses, es también un hombre profundamente religioso. Y, asegura, sintió la llamada de ayudar a aliviar el sufrimiento de los civiles atrapados en un conflicto tan cerca de casa.

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Meyer quería llevar ayuda, pero no con un camión, porque sería el blanco ideal de los paramilitares, sino con un coche. Y aunque se puede llevar menos cantidad de alimentos y medicamentos, un coche es mucho más manejable, rápido y con más posibilidades de pasar desapercibido y llegar a destino.

Su plan consistía esencialmente en tratar el envío de ayuda humanitaria como una misión de las fuerzas especiales de incursión en profundidad tras las líneas enemigas con, por supuesto, cero apoyo táctico.

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Era un plan tan descabellado que las fuerzas europeas presentes rechazaron la idea. No querían a un civil con un coche y ayuda humanitaria por ahí al que después tendrían que ir a recuperar. A nivel de imagen para ellos, sería una pesadilla. Meyer se puso entonces en contacto con el comandante de la base aérea estadounidense de Rhein-Main, en Alemania, pero necesitaría la ayuda de los mecánicos del ejército estadounidense y de un vehículo.

No sabemos si es que al comandante le daba igual, le pareció buena idea, si era otro ferviente creyente o si pensó que si Meyer lo lograba aunque solo fuera una vez habría valido la pena. La cuestión es que dio su autorización.

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Obviamente, el ejército no le dio un coche, en cambio Meyer le compró un Chevrolet Camaro de 1979 a un militar de la base. Ya puestos a hacer un locura, se hace con estilo, ¿no? Sea como fuere, Meyer ya tenía lo más importante para llevar a cabo su misión, un coche.

Con la ayuda de los militares y mecánicos de la base preparó el coche para poder adentrarse tras las líneas enemigas. El coche fue desmontado por completo para poder blindarlo. Puertas, cortafuegos, suelo, techo y zaga del coche fueron cubiertos por placas de blindaje. La luna trasera fue incluso directamente sustituida por una placa de blindaje.

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En la parte delantera, equipó una pala de limpieza de minas. Los neumáticos eran de tipo run-flat, resistentes a pinchazos (toda una novedad a principios de los 90). Por último, el coche fue pintado de negro mate con pintura militar, que se supone lo hace invisible para las cámaras infrarrojas, y las lunas laterales fueron oscurecidas hasta ser casi opacas. Por último, se añadió una radio que permitía a Meyer comunicarse directamente con los pilotos de la Air Force.

El motor del Camaro era un V8 de 350 ci (5.7 litros) alimentado por carburadores que desarrollaba oficialmente 172 CV SAE (casi 175 CV DIN) y 366 Nm a tan sólo 2.400 rpm. Puede no parecer mucho, pero estaba a la par que otros modelos deportivos de la época, como un Porsche 911 SC de 1979 desarrollaba 182 CV.

En todo caso, los mecánicos de la base consiguieron subir la potencia a 220 CV y, de forma puntual con la ayuda de la inyección de óxido nitroso, hasta 440 CV. Meyer asegura que el coche era capaz de alcanzar los 200 km/h en 13 segundos con 400 kg de cargamento a bordo, tras haber efectuado unas pruebas de su primera salida.

Un coche a lo Mad Max por una buena causa

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Helge Meyer al volante de su Camaro Fantasma.

Una vez finalizado, el coche tenía un aire a lo Pursuit Special V8 Interceptor de Mad Max que imponía bastante. Quizá por eso Meyer instaló en la pequeña calandra un pato de goma de eso de juguete de baño. Era sobre todo para quitarle hierro al asunto ya que Meyer, a pesar de llevar casco de kevlar y chaleco antibalas cual soldado estadounidense, no iba armado. Su única arma, decía, era su biblia y de ahí viene su apodo de Rambo de Dios.

Meyer llevó productos y alimentos a algunas de las zonas más devastadas de Bosnia. En la base aérea de Rhein-Main los soldados estadounidenses consiguieron reunir 12.000 dólares que Meyer utilizó para comprar de todo, desde ropa hasta pañales, pasando por juguetes y medicinas.

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Las misiones de Meyer al volante de su Camaro eran asombrosas, hacía entregas de día y de noche. Como era previsible, Meyer se vio envuelto en muchas persecuciones, pero siempre conseguía escapar gracias a la potencia de su V8.

Con cada nueva misión fue aprendiendo cómo actuaban los Serbios y las milicias. Evitaba las carreteras principales al tiempo que bombardeaban las secundarias. Fue aprendiendo todos los caminos y carreteras olvidadas para llegar a sus objetivos y podía así ayudar a más y más gente.

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Aun así, no fue fácil. Recibió balas de francotiradores (en una ocasión, su casco le salvó la vida), esquivó toda clase de bandidos y evadió patrullas y aviones serbios. Todos intentaban matarle mientras él sólo quería ayudar a los civiles.

En algunas regiones de Bosnia, ya era conocido como el Camaro Fantasma, en un guiño al Fantasma de Belgrado que también lograba eludir la vigilancia de la dictadura yugoslava. Y los serbios estaban al tanto de sus acciones, lo cual representaba para ellos una afrenta al mismo tiempo que era un faro de esperanza para los bosnios.

A día de hoy, aún no se sabe a cuántas personas ayudó ni cuántas toneladas de ayuda humanitaria trasladó por las zonas de guerra. Recibió múltiples condecoraciones y se ganó el respeto de todos.

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Meyer, posando cual Transporter delante de su Camaro ya no tan fantasmagórico.

En la actualidad, Helge Meyer vive con su mujer en Alemania. Dice que debe su supervivencia a sus "ángeles de la guarda". Todavía posee el Camaro, aunque su mujer lo odia. No sabemos si por lo que le recuerda o porque lo ha pintado en un naranja chillón.

Meyer vivió una de las historias de guerra más audaces de todo el conflicto de los Balcanes, una historia de película. Tanto que, asegura Meyer, hay estudios de Hollywood interesados en llevar su historia, contada en su libro "Gottes Rambo" a la gran pantalla.

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