Escondidos en contenedores entre colchones, muebles y paquetes: Los trucos de los traficantes para mandar los coches robados a África

El robo de coches en EEUU ha escalado considerablemente desde 2020, revirtiendo la tendencia a la baja que se mantenía desde principios de la década de 2010. Los vídeos virales de las redes sociales demuestran lo sencillo que es sustraer algunos modelos y en parte, también han impulsado este incremento.

No obstante, más allá de la venta de piezas o coches robados por redes de delincuencia doméstica en mercados locales, un importante porcentaje de los coches robados en EEUU tiene un destino mucho más lejano. Para conseguirlo, los ladrones cada vez adoptan métodos más elaborados, que complican la existencia a unas autoridades desbordadas.

Los métodos de los ladrones de coches en los EEUU cada vez son más sorprendentes

En el puerto de Baltimore, agentes del Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP, por sus siglas en inglés) luchan contra el tráfico ilícito que mueve miles de coches robados en EEUU cada año. Según explica a la Voz de América (VOA) el director del CBP de este puerto, Adam Rottman, “entre el 90 % y el 95 % de los coches robados van a parar a África Occidental”.

Como muestra este reportaje de investigación, Baltimore, uno de los principales puertos de EEUU, se enfrenta a un desafío descomunal: con cientos de vehículos exportados cada día, la CBP debe inspeccionar contenedores con ayuda de camiones móviles de rayos X que escanean su interior en minutos. Sin embargo, como señala Rottman, “no tenemos tiempo ni personal para revisar todos los contenedores”.

Los traficantes han perfeccionado cada vez más sus métodos para evitar ser detectados. Una de sus estrategias más comunes consiste en falsificar el número de bastidor (VIN) de los vehículos. “Cogen el número del salpicadero o del parabrisas, lo falsifican y lo pegan encima para que aparezca limpio o directamente no aparezca en los archivos cuando lo buscamos”, explica Rottman.

Sin embargo, no siempre logran engañar a los agentes. En un caso reciente, al inspeccionar un Ford Raptor de 75.000 dólares (unos 71.840 euros) escondido en un contenedor junto a herramientas eléctricas, los agentes detectaron que “el dígito comprobado del número de bastidor no coincide con el que debería tener el Ford”.

Otro ejemplo citado en el reportaje de la Voz de América (VOA) incluye un Kia adquirido fraudulentamente en Nueva Jersey que tenía como destino Ghana, o un Mercedes-Benz valorado en 48.000 dólares (casi 46.000 euros), comprado con identidad robada en Ohio y programado para su envío a Togo.

Para ocultar los vehículos, los delincuentes emplean todo tipo de objetos como colchones, muebles y electrodomésticos, camuflando los coches en medio de mercancías aparentemente legales. 

Y los coches de alquiler son también un objetivo fácil: los ladrones los alquilan por 30 días y los envían al extranjero antes de que las agencias de alquiler denuncien su desaparición. Esto les otorga un margen suficiente para alterar su documentación y transportarlos.

Un problema grave que ya trasciende fronteras

La magnitud de este comercio ilícito es global. Según ha declarado a VOA Alex Piquero, profesor de criminología en la Universidad de Miami, “hay personas que roban coches para venderlos rápidamente en mercados locales, y otras que los meten en contenedores y los envían por todo el mundo, no solo a África, sino también a Oriente Medio y Asia”.

En África, los compradores muchas veces desconocen que los vehículos que adquieren han sido robados. Además, algunos de estos coches presentan daños estructurales o mecánicos significativos. “Podrías estar poniendo en peligro a los miembros de tu familia si conduces algunos de estos coches robados”, advierte Rottman.

El impacto de este comercio va más allá de la seguridad vial. Según el director del CBP, “al comprar un coche robado, están financiando a organizaciones criminales transnacionales”, muchas de las cuales se dedican a actividades como la trata de personas, el tráfico de drogas y hasta el terrorismo.

Aunque algunos países africanos colaboran con Interpol y otros organismos internacionales para confiscar vehículos robados, estas iniciativas enfrentan dificultades. La corrupción en ciertos gobiernos y la falta de recursos limitan la efectividad de las inspecciones en puertos. “Algunos gobiernos juegan más limpio que otros”, señala Piquero, “y no se pueden registrar todos los contenedores”.

A pesar de los avances tecnológicos y los esfuerzos de las autoridades, la sofisticación de los traficantes y la alta demanda global complican el problema. El fortalecimiento de la cooperación internacional y la mejora de las inspecciones portuarias serán claves para combatir este fenómeno, aunque detenerlo por completo parece, de momento, una tarea titánica.

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