Hace tres años, un artista llamado Simon Weckert se dio cuenta durante una manifestación en Berlín de que Google Maps le mostraba un enorme atasco a pesar de que no había coches en la zona. Entendió entonces que era la masa de personas la que estaba provocando este atasco virtual con sus móviles.
Fue el germen de su proyecto 'Google Maps Hack': hace cosa de un mes se las apañó para conseguir 99 teléfonos móviles y una carretilla y provocar de forma virtual cambios reales en una ciudad.
Una reflexión más allá de la anécdota
En el vídeo que ha subido el artista a Youtube se puede ver cómo reacciona Google Maps al experimento en tiempo real: Weckert comienza a andar por una avenida totalmente desierta de Berlín arrastrando su carretilla cargada de smartphones.
A medida que avanza, Google Maps comienza a teñir de colores cálidos lo que antes era una vía sin tráfico, pasando de verde a rojo.
Claro que Google Maps no identifica de forma instantánea el 'atasco'; tarda como una hora en ponerse al día.
El engaño es evidente, y este artista consigue crear de la forma más simple y directa posible un atasco virtual que con probabilidad llegó a impactar de forma real en la toma de decisión de los conductores que decidieron cambiar de ruta para evitarlo.
Google Maps, que pronto cumplirá 15 años, ha respondido a este experimento, que ya se ha vuelto viral: si bien ha descubierto cómo distinguir entre automóviles y motocicletas, todavía no tiene ninguna forma de evitar la rudimentaria pero efectiva acción artística de Weckert.
Pero este experimento está lejos de ser un simple 'troleo'. El artista quiere que reflexionemos acerca de cómo el servicio de mapas virtuales de Google ha cambiado nuestra comprensión de qué es un mapa y cómo interactuamos con ellos.
Empresas como Airbnb, Uber, Deliveroo o incluso Tinder han provocado un inmenso impacto en las ciudades, explica Weckert, y todas ellas funcionan a través de interfaces como Google Maps. "Lo que realmente me interesa en general es la conexión entre la tecnología y la sociedad y el impacto de la tecnología, cómo nos da forma", dice en declaraciones a Wired.
Con este experimento, Weckert lanza una pregunta al aire: ¿Se adapta la tecnología a nosotros o es al revés? Este artista ve así un conflicto entre las infraestructuras, las ciudades y las nuevas tecnologías.
Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en el GPS social por excelencia, Waze, que ha llegado a convertir tranquilas calles residenciales en el atajo de miles de conductores a diario, haciendo casi imposible la vida a los residentes.
Es decir, los móviles acaban actuando de gestores del tráfico sin tener en cuenta la infraestructura urbana. Y si no que se lo digan a los que acaban en un lago o en un callejón atrapados con sus vehículos.
Foto | Simon Weckert
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