Recojo el guante que me arrojó --de buen rollo-- Toni22m el viernes, cuando hablábamos del grado de estupidez tolerable para conducir, buscando una analogía con los niveles de alcohol en sangre y los límites de velocidad. ¿Cuál sería el nivel de estupidez máxima para poder conducir en condiciones de seguridad? Ah, Toni... La estupidez es infinita. ¿Cómo ponerle puertas al campo?
Claro, de eso se trata, habrá dicho él. Tal y como se preguntaba Toni, ¿habrá sido suspendido algún permiso de conducir simplemente (o no tan simplemente) porque su titular fuera estúpido? Es más, ya le doy yo la vuelta de tuerca: ¿Se puede privar a alguien del permiso de conducir --ojo, o de su obtención-- por ser netamente estúpido?
Respuesta corta: Sí.
Explicación corta: Está previsto en el Reglamento General de Conductores:
Artículo 36. 1. La Jefatura Provincial de Tráfico que tenga conocimiento de la presunta desaparición de alguno de los requisitos que, sobre conocimientos, habilidades, aptitudes o comportamientos esenciales para la seguridad de la circulación o aptitudes psicofísicas, se exigían para el otorgamiento de la autorización, previos los informes, asesoramientos o pruebas que, en su caso y en atención a las circunstancias concurrentes, estime oportunos, iniciará el procedimiento de declaración de pérdida de vigencia de ésta.
Respuesta no tan corta: Sí, pero si no quieres sufrir decepciones, no sueñes que se haga demasiado.
Explicación no tan corta: La que sigue.
El límite de la estupidez para conducir
Para empezar, saco el libro de teórica y con mi mano derecha posada sobre él juro que la gran mayoría de lo que en él se dice tiene sentido, siempre que se supedite a un principio: el conductor debe decidir. En el Reglamento de la Circulación hay ejemplos hasta aburrirse: en muchas de las ocasiones en que existe una norma general y una excepción, sin ir más lejos, corresponde al conductor decidir si aplica la norma general o la excepción.
¿En función de qué? En función de algo muy etéreo a lo que llamamos sentido común. Ay... que ese no es un criterio sólido. Bueno, vale, pues si te sirve algo más técnico, en función de conseguir, en lo posible, un equilibrio entre agilidad y seguridad (o, si lo quieres más literal, seguridad y eficacia). Si no sabes de lo que hablo, por favor léete lo que acabo de enlazar y luego vuelves, que te espero. Es que si no va a ser imposible que dialoguemos después.
Así, el análisis de cualquier situación del tráfico precisa de algo tan complejo como que el conductor sea capaz de decidir; y esa es una función que, como ya te expliqué, no resulta sencilla precisamente (sí, sí, también te lo conte: uno, dos y tres).
Por todo eso, para decidir con propiedad, uno no puede ser estúpido ("necio, falto de inteligencia", según el Diccionario de la RAE). Y esto nos lleva a la respuesta breve. Sí, un conductor estúpido no debería acceder a la conducción, porque de sus supuestas decisiones (sí, supuestas, porque si no hay neuronas no hay decisiones sino azar) puede depender la vida de cualquiera de nosotros.
Hala, ya tenemos también la respuesta a la cuestión de fondo planteada por Toni: ¿Dónde se marca el límite de algo tan infinito como la estupidez humana? Allí donde el conductor no es capaz de decidir basándose en las normas de convivencia --también llamadas normas de circulación-- y en un criterio de buscar, en lo posible, un equilibrio entre seguridad y agilidad.
Y eso nos lleva a la respuesta no tan corta. No ya por la eterna discusión sobre si conducir es un derecho o un privilegio, que la gente tiene que ganarse el pan y todo aquello aunque sea a costa de poner en riesgo a los demás, que ya es, sino por una cuestión mucho más sencilla. De hecho, una cuestión logística.
El problema de medir la estupidez... y la alcoholemia y la velocidad y
Desde luego, eso de "allí donde el conductor no es capaz de decidir..." no resulta demasiado mesurable. No se puede tabular fácilmente y por eso no verás a nadie persiguiendo en serio a los conductores estúpidos. Es un ligero problema que tenemos en este país. Para demostrar algo con leyes en la mano --ya que la circulación viene regulada por leyes-- necesitamos ir a la milésima, y si no hay números no hay milésimas que valgan.
Verás, el problema viene cuando el uso de números no redunda en un resultado objetivo, sino en la ilusión de un resultado objetivo. Porque, ya que me has dado el ejemplo de las alcoholemias, ¿en función de qué criterio 0,5 g/l es la tasa máxima legal? ¿Por qué no 0,3 o 0,2... ? Espera. ¿Por qué, cuando dejó de ser 0,8 g/l, no se redujo a la única tasa objetivamente segura?
¡Bingo! Porque en algún lugar había que poner el listón y este se fijó... a ojimetro, en función de criterios estadísticos... y habrá que suponer que también en función de algún que otro interés en que la tasa no fuera simplemente 0,0. Es decir, subjetividades movidas por el señor Gauss y su campana... y por cualquier otra razón que se le quisiera añadir, que para algo estas subjetividades quedaban amparadas por la aparente objetividad que dan los números.
Y así, con cualquier otro límite fijado por número. Sí, los de velocidad también, ya te lo he contado un puñao de veces, la más clara quizá fue esta, cuando te expliqué lo de fijar el límite de velocidad genérica en zona urbana en 50 km/h por una cuestión de puro equilibrio, de pura conveniencia. De hecho, cualquier límite se fija por equilibrio, es absurdo pelearse por 10 km/h de más o de menos cuando hay otros factores que no se controlan con ganas semejantes.
Así pues, ¿qué mejor manera de evaluar la estupidez del conductor que de la única forma que es factible hacerlo? Por puro sentido común. Que sí, será el menos común de los sentidos y un criterio poco sólido, pero al fin y al cabo es precisamente el sentido que nos libera de ser estúpidos como conductores.