Llega el invierno y comienza el ritual diario de enfrentarse a las heladas. Todos los que tenemos coche alguna nos hemos encontrado que al ir a coger por la mañana nuestro vehículo ha amanecido con los cristales helados y nos ha tocado tirar de fuerza de voluntad e ingenio para recuperar la visibilidad.
Como en todo hay formas correctas e incorrectas de hacer las cosas (además de otras que quedan en tierra de nadie) así que vamos a intentar recopilar los procedimientos apropiados y los que están más próximos a convertirse en un fail que en una buena idea.
Ni agua caliente, ni sal, ni rascar a medias
Bajo ciertas condiciones muy concretas el agua puede ayudar a retirar la helada sobre la luna delantera, pero por norma general es un método que debemos dejar al margen. ¿Por qué? Fácil, si lo que tenemos sobre el cristal es agua congelada, echar más agua lo más probable es que complique aún más la situación.
Aun así hay gente que ve en la vía rápida del agua la mejor de las soluciones, y cuanto más caliente mejor. "¡Error!" que diría el anuncio de cierta compañía, o "cuanto mejor, peor" parafraseando a cierto político. La diferencia brutal de temperatura entre el cristal con su pertinente helada y el agua muy caliente provoca una dilatación súbita del material y como consecuencia el propietario del Chrysler Neon del vídeo anterior acaba con una inesperada visita al taller de reparación de lunas.
"Si echan sal en las carreteras, puedo echarle sal con agua a mi cristal para que se descongele", habrán pensado algunos porque sí, es otra de las soluciones magistrales que rondan por ahí. Efectivamente salar el agua reduce su punto de congelación más allá de los cero grados y esparcida por el suelo evita que se formen placas de hielo y fuerza a la nieve a derretirse, pero rociarla sobre nuestro coche es la mejor forma para conseguir que se arañe la luna y que aparezca de forma prematura la corrosión.
La motivación fundamental a la hora de quitar el hielo de nuestros cristales es poder tener una buena visibilidad. Algunos optan por la tradicional técnica del rascado pero se cansan pronto y acaban por hacer sólo un pequeño agujero a través del que mirar, y generalmente sólo sobre la luneta delantera como en la foto de la policía de Eau Claire.
Seguro que has visto maniobras similares en alguna ocasión, consiguiendo exclusivamente visibilidad en línea recta, sin poder mirar hacia los lados ni hacer uso de los retrovisores. Obviamente esta técnica (por llamarlo de algún modo) además de ser peligrosa también es sancionable y el conductor del tuit ahora tiene como recuerdo de ese gélido día
Así sí: con paciencia, un poco de maña y patatas
Rascar en todas sus modalidades es la mejor solución, la más efectiva y la menos problemática. Como contrapartida tenemos que implica un esfuerzo que muchos no están dispuestos a invertir en algo que al final es por su seguridad y por la de su bolsillo.
Una buena rascada mañanera es tan típica del invierno como los puestos de castañas asadas y/o churros a 12 euros la media docena. Para ejecutar el procedimiento con éxito tenemos desde las rasquetas de plástico específicas para tal uso o una improvisada tarjeta de crédito (tú sabrás cuál usas) hasta los estuches de los casetes. Si no sables lo que es esto último es porque no tuviste infancia o eres asquerosamente joven.
Como más vale prevenir que curar hay gente previsora y no quiere sorpresas mañaneras. Tirar de cajas de cartón, mantas gordas, lonas o cualquier elemento de cobertura con el que proteger los cristales durante la noche nos asegurará con un simple gesto tendremos los cristales impolutos sin necesidad de rascar.
Si ya aprovechamos y tapamos el capó para proteger el motor y la batería de la helada nos marcaremos un win-win al evitar que el frío extremo lo tenga tan fácil para comprometer la mecánica de nuestro coche. En caso de nevada será una gran idea recurrir a esta técnica porque así podremos quitar los bloques de nieve que se puedan formar y crear situaciones tan peligrosas como la del siguiente vídeo.
No menos clásico está el truco que todos conocemos pero que como siempre vamos con prisas no usamos. Despertarte unos minutos antes para bajar el coche, arrancarlo y conectar la calefacción sobre las lunas mientras rascamos lo más gordo es una gran idea.
A medida que el aire coge temperatura, aunque no salga caliente, irá aclimatando el cristal y ayudará a que se desprenda sin tener que rascar a muerte. Además así de paso, y aunque no sea necesario, ayudaremos a que la mecánica coja un poco de temperatura antes de salir a la carretera y con el aire acondicionado extrayendo humedad del aire evitaremos que se empañen los cristales con tanta facilidad.
Vale, esto te va a sonar a guasa pero no. Un remedio tradicional pero muy efectivo es coger una patata, abrirla por la mitad y frotarla contra el cristal, después limpiamos el exceso de líquido con un paño. No te rías que va en serio. El almidón que contiene la patata evita que el hielo se adhiera a la superficie al rebajar el punto de congelación unos 5 grados y además, en el interior también sirve para combatir el vaho.
Otra posibilidad es frotar los cristales con vinagre, y es mejor aún que la patata. Haciendo una mezcla de una parte de vinagre por dos de agua y frotando con un paño se conseguirá un mejor efecto, puesto que el vinagre tiene un punto de congelación de -15ºC.
Otros medios que están dentro del imaginario colectivo son echar un poco de alcohol o de anticongelante en el líquido del lavaparabrisas y pueden ayudar a que podamos retirar la capa de hielo en caso de que sea muy fina (aunque también perjudicar a materiales de goma), pero mientras haya soluciones que eviten añadir agua a la ecuación, mejor.