En 2016, según datos de la DGT, los usuarios de bicicletas se vieron implicados en 7.673 accidentes, en ciclomotores fueron 7.950, en motocicletas, 25.944 , y en furgonetas 10.604. Muchos de ellos fueron repartidores.
El e-commerce y la inmediatez como filosofía de vida han dado origen a un nuevo y precario sector en el que el cliente puede obtener lo que quiera sin moverse del sillón a cambio de que una persona, bien en bicicleta, en moto o en furgoneta, acuda lo más rápido posible al lugar de entrega. Por el camino se pone en práctica lo que ha sido catalogado como un empleo de alto riesgo.
Recadeo colaborativo, economía bajo demanda
"He conseguido un cheque regalo de 5 euros en Glovo. No necesito nada pero voy a pedir un par de mecheros y una bolsa de pipas para gastarlo". Se trata de una frase real y de un pedido real que se llevó a cabo hace cosa de un año, cuando esta start-up era conocida, pero sus características 'bolsas' aún no inundaban las calles. A la puerta de una oficina llegó un señor de mediana edad que había atravesado la ciudad de Madrid en bicicleta para entregar a un cliente aburrido un par de mecheros y una bolsa de pipas.
Glovo forma parte de lo que se denomina recadeo colaborativo: particulares y empresas pueden enviar y recoger cualquier cosa en menos de una hora. Desde comprar un regalo hasta presentar los papeles de un visado, la comunidad de 'glovers' se encarga. Se trata de 'autónomos' con moto o bici que se apuntan a la plataforma y reciben una notificación cuando entra un pedido, previa formación de la empresa.
Más allá de las polémicas condiciones laborales que ofrecen plataformas de servicio a domicilio como Glovo, UberEats, Deliveroo o JustEat (autónomos supeditados por horarios, comisiones y pedidos), se encuentra la peligrosidad que suponen las entregas ante la presión por llegar a tiempo a sus lugares de destino.
Multiplicación de las infracciones
Según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, el comercio electrónico crece a un ritmo del 20 % anual desde 2014. Los aeropuertos españoles han pasado de recibir 5.000 toneladas de mercancía a 715.000 en una década, y ya hasta las furgonetas, motos y bicis se quedan cortas. La respuesta a la creciente demanda (que me hagan la compra, que recojan por mí resultados médicos...) pasa por el uso de drones.
Sin embargo, hasta que el uso de estos repartidores voladores no se expanda, nos encontramos con ciclistas que tratan de entregar su pedido en medio de un caos circulatorio que incluye furgonetas tiradas en doble fila o sobre las aceras y motos que sortean espejos retrovisores para abrirse paso de cualquier forma. Y eso, sin mencionar los días de inclemencias meteorológicas. Un empleo catalogado de alto riesgo.
Y es que la presión por hacer las entregas a tiempo multiplica las infracciones. Y ¿quién paga las multas? Los que cometen la irregularidad, claro. En el caso de empresas como Deliveroo o Glovo, son los llamados 'riders' autónomos; en el caso de repartidores en nómina ocurre lo mismo: si te saltas un semáforo y te cazan, te identificarán en el momento.
Ahora bien, si lo que te pilla es una cámara, como la de un radar, lo que le llega a la empresa es un requerimiento de identificación, por que deberá identificar al conductor. Sólo en el supuesto de que la empresa no identifique al conductor y si el vehículo está matriculado a nombre de la misma, es cuando la compañía paga, con recargo además por no haber identificado al conductor en ese momento.
Pero los repartidores también asumen el combustible y los desperfectos que puedan ocasionar a sus vehículos, además de la correspondiente cuota a la Seguridad Social. Comienzan a verse repartidores que utilizan las bicis del Ayuntamiento directamente: les ahorra pedalear en las cuestas y usar las suyas propias.
Jesús Monclús, director del Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre, remarca la presión y la exigencia de estos trabajos como agentes negativos. "Los tiempos son difíciles de cumplir, y tanto la formación como el equipo son muy informales", ha declarado para la DGT.
Los centros de las ciudades ya son de por sí auténticas junglas de coches atascados y ávidos por llegar a sus destinos; un panorama nada alentador para los que se atreven con la bici. Si a eso añadimos repartidores a los que dan una hora para hacer entregas, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que los malabares al volante acaben mal.