45 minutos para llegar, el coche en el aparcamiento y, afuera, un atasco de esos que te roban el alma... panorama habitual de la Ciudad de México. Esta tarde, en lugar de quemar mi gasolina y paciencia en el tráfico, he decidido caminar hacia mi destino. ¿Qué tanto son 6 kilómetros si vas con la música correcta? ¿Qué tanto son 6 kilómetros si debes recorrerlos andando en una ciudad que aparentemente no entiende de peatones?
Este artículo no va sobre las ventajas de coger el coche o de caminar, ni sobre si vas mejor con aire acondicionado o quemando las calorías del postre. Simplemente va sobre el día en que decidí caminar hacia el trabajo, dejar que Google guiara mis pasos y, finalmente, descubrir lo invisible que es el peatón en una ciudad al borde del desastre, como la Ciudad de México —que, cuando no la odio, igual la quiero.
Ser peatón debería ser fácil, para ello no te piden carné
El nivel más básico de movilidad que se me viene a la mente es caminar. En principio es una acción que debería ser muy fácil, pero cuando peatones y conductores conviven como Tom y Jerry, el grado de complicación se eleva al nivel de plantearse si merecería la pena inventarse el carné de peatón.
La tarde que decidí caminar al trabajo tenía sentido, al menos en Google Maps, que me marcaba 45 minutos andando o poco más de una hora si decidía coger el coche. Como conductor he pasado muchas veces por ahí. Es una avenida de seis carriles donde la velocidad máxima es de 50 km/h, utópica porque en horarios rojos nadie alcanza siquiera 30 km/h y con la vía despejada, el que va lento va a 50 km/h.
Cuando comencé mi trayecto, parecía que tomé la decisión correcta. Yo iba sobre la acera escuchando algún disco de El Canto del Loco y el mundo parecía fluir dentro de su catastrófica armonía. Uno, dos, tres cruces y aún sin problemas. ¿De qué se queja la gente? Me pregunté. La respuesta llegó a mí apenas después, cuando un triste semáforo de peatón da diez miserables segundos para cruzar... diez miserables segundos que, por cierto, los conductores parecen no poder esperar. La bocina de un Serie 1 interrumpe Puede Ser, miro mi semáforo de peatón en verde, el suyo —de vuelta— en rojo y su cara de desesperación. Y uno que creería que la vida desde un BMW es mejor.
Mi trayecto no continuó con menos contratiempos. Una parte del trayecto estaba en reparación, no afectaba el tránsito vehicular, pero el peatón debía bajar de la acera para pasar. En muchas ocasiones, los coches se quedan detenidos sobre la línea peatonal; en otras, ni siquiera estaban pintadas. Alguna vez escuché que los puentes peatonales se inventaron para que los vehículos pudieran ir más rápido, y en ese momento parecía tener mucho sentido. Que el peatón se haga a un lado, porque en esta ciudad, raro es el que va a pie, a pesar de que las redes de transporte público y privado están saturadas, las ciclovías mal planeadas y los trayectos de la mayoría de los habitantes son de muchos kilómetros.
De acuerdo con el Tom Tom Traffic Index, la Ciudad de México tiene 54,369 km de calles y avenidas. En promedio, los trayectos duran 59 minutos, un 66% más de lo que deberían si no hubieran atascos. Pero por las mañanas, el tiempo se eleva un 96%; por las tardes, un 101%. Con estas cartas de presentación, se entiende —mas no se justifica— el estrés y las reacciones agresivas de conductores-conductores, conductores-peatones y peatones-conductores.
Lo que sí merece la pena aclarar es que la Ciudad de México no es completamente intransitable a pie. Moverse a pie dentro de cada barrio es relativamente sencillo, siempre y cuando no vayas muy lejos ni tengas que cruzar alguna vía de varios carriles. Ahí comienza a cocinarse el caos. En las zonas más turísticas o donde se concentran la mayor parte de las oficinas, la convivencia peatón-conductor está mejor planeada y, sobre todo, más vigilada.
Ir a por el desayuno y luego dar una caminata en el parque es muy fácil en uno de los barrios de mayor vida cultural y nocturna de la Ciudad de México: la Condesa.
Llegar al mismo parque desde una de las zonas de oficina más populares de la ciudad se puede poner un poco más complicado. En el Street View, gira 360º para que veas cómo peatones, conductores, autobuses y ciclistas deben ocupar el mismo carril en algún punto de la vía.
Ni qué decir si quieres llegar andando de un restaurante a la Embajada de Cuba. Anda, tú, intenta cruzar por ahí.
En esta ciudad pensada para el coche, los accidentes viales son culpa de los peatones
La Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal dice que los accidentes viales, en un 80%, son culpa de peatones que no respetan las señales de tránsito. La cifra es muy alta e invita a la reflexión: ¿es por completo falta de cultura vial en los peatones o se puede tratar de una red de caminos pensada sólo para neumáticos?
Lo cierto es que la conquista del coche en la Ciudad de México ha dado el papel del villano a los peatones. Un reflejo de esta cultura es una simple búsqueda en Google. Si escribes "Quién tiene la culpa de atropellamiento en México", los resultados van de aconsejar al conductor para que diga que el peatón golpeó su coche —y no viceversa—, hasta once cosas que debes saber si atropellan a tu perrito, pero ninguno se dedica a explicar los derechos del peatón en caso de ser atropellado. Al menos no bajo las leyes de México. No quiere decir que el peatón siempre sea la víctima, pero al menos el factor "inculpa al peatón" está en la cultura.
La Ciudad de México da para páginas y páginas de investigación sobre movilidad. Al final, con una tasa de muerte a causa de accidentes viales de una persona cada 8 horas, conductores, peatones, ciclistas, transporte público y gobierno deben abrir los ojos y encontrar el camino hacia la sana convivencia, aunque día a día se viva al borde del colapso en todas sus vías.