Sinceramente no sé ni por dónde empezar esta extrañísima comparativa, creo que para que se entienda lo mejor es que directamente lo cuente desde el principio, desde que empezó a fraguarse. Y es que resulta que teníamos la posibilidad de probar un Mercedes-Benz AMG GT S y no queríamos realizar una prueba normal y corriente, nos apetecía juntarlo con otro buen aparato y dedicar un día entero a hacer fotos.
Con las mismas en cuanto me entero descuelgo el teléfono para pedir un Porsche 911 Turbo, el rival natural del AMG GT S. Pero la desilusión me embargó por completo en el mismo momento que al otro lado del hilo telefónico me confirman que no tienen ningún 911 Turbo en la flota de prensa, mi gozo en un pozo. Y ahí fue cuando algún cable se nos debió cruzar y uno de nosotros dijo “¿y si lo comparamos con un BMW i8?”.
Después de regalarnos los oídos con perlas de todo tipo (absurdo, ilógico, incomparables, tú estás muy mal, pues a mí me mola, no lo veo, etc) la cosa empezó a coger peso. Tanto fue así que nos empezamos a automotivar y no sabíamos qué iba a salir de todo esto, pero lo que estaba claro es que ya no queríamos juntar el GT S con ningún otro coche que no fuese un i8. Y no paramos hasta conseguirlo a pesar de que las fechas descuadraban por todas partes.
Y después de darle muchas vueltas al tema, después de probarlos, retratarlos, enseñarlos y disfrutarlos, lo tengo muy claro, son perfectamente comparables si no los comparamos. Son coches en principio opuestos, pero tienen algo en común: el público al que van dirigidos. Ya, ya, el que piensa en comprarse un AMG GT S posiblemente ni se le pase por la cabeza tener un BMW i8, pero sí es un cliente tipo muy similar.
A quién van dirigidos
Los dos coches son superdeportivos, coches para disfrutar en los que la palabra polivalencia carece de sentido. Coches para admirar y que admiren, coches para lucirse que no son aptos para tímidos y son coches muy caros, auténticos caprichos que se compran atendiendo a un impulso pasional en el que la razón no encuentra cabida. Y como hay gente de todo tipo también hay pasiones de todo tipo. Aquí tenemos dos ejemplos muy diferentes. Vamos allá.
No me voy a enrollar contando todos los detalles de estos dos modelos porque ya lo hicieron perfectamente Javier y Héctor en su día de forma individual. Te dejo los enlaces por si te interesa adentrarte a fondo en los entresijos de cada uno de estos coches, aquí tienes la toma de contacto del Mercedes-Benz AMG GT S, aquí la primera parte de la prueba a fondo del BMW i8 y aquí la segunda parte. Dicho esto voy a dar un repaso a las generalidades de cada coche para ir situándolos.
Características del BMW i8
El I8 es un deportivo con motorización híbrida enchufable que combina un motor de combustión interna con dos eléctricos. El de gasolina es el tricilíndrico de la casa con 1.5 litros de capacidad exprimido hasta arrojar 231 CV de potencia y 320 Nm de par máximo. Este motor impulsa las ruedas traseras en conjunto con uno eléctrico pequeñito que le da un extra de potencia en los momentos en los que le exigimos el máximo.
Además tiene en la parte delantera otro motor eléctrico que transmite sus 131 CV y 250 Nm a las ruedas delanteras. Este motor es el que se encarga de mover el vehículo cuando circulamos en modo puramente eléctrico y también en combinación con el de gasolina en el resto de situaciones. Es decir, el i8 es tracción total (menos en modo EV) y tiene una potencia máxima combinada de 362 CV.
Chasis de aluminio y fibra de carbono para lograr un conjunto de 1.560 kilos, cambio automático de seis velocidades, llantas de 20 pulgadas y neumáticos discretos, de 195/50 delante y 215/45 detrás. Acelera de 0 a 100 en 4,4 segundos y la velocidad máxima es de 250 km/h. Y esto con un consumo medio homologado de 2,1 litros de gasolina (más la carga de la batería).
Durante la prueba le cascamos más de 600 kilómetros, muchos de ellos por carretera de montaña y disfrutando, varias vueltecitas a conocidos que no podían resistir la tentación de probar el i8 aunque fuese de acompañante con sus respectivos acelerones para demostrar sus cualidades y una intensa sesión de fotos donde el consumo se dispara. La media total fue de sólo siete litros a los cien.
Y en cuanto a maletero poco hay. Tiene un pequeño hueco atrás de 154 litros en el que llevas el cable de recarga y queda espacio para la típica maleta de equipaje de mano y apurada. Pero el i8 es un 2+2 plazas, lo que significa que las traseras realizan con frecuencia la función de maletero.
Características del Mercedes-Benz AMG GT S
El AMG GT S es un deportivo más clásico, bajo su enorme capó delantero encontramos un V8 biturbo de cuatro litros con bloque de aluminio e inyección directa de gasolina que desarrolla 510 CV de potencia y un par motor de 650 Nm. El cambio es de doble embrague con siete velocidades y la tracción corre a cuenta de las ruedas traseras. Por cierto, éstas no son finas como las del i8: 265/35 R19 delante y 295/30 R20 detrás.
Con 4,54 metros de longitud, el GT es un auténtico biplaza que tiene un peso de 1.645 kilos y un maletero de 285 litros que puedes ampliar a 350 litros si pones la red separadora de carga y aprovechas el espacio disponible hasta la luneta trasera. Acelera de 0 a 100 en 3,8 segundos, alcanza una velocidad máxima de 310 km/h y homologa un consumo medio de 9,4 litros a los cien kilómetros.
Como puedes imaginar a esta cifra de consumo ni te acercas si quieres disfrutar del V8, en condiciones algo más favorables a las del i8 (más kilómetros de autovía) registramos una media de 9,5 litros a los cien, una cifra más que buena dadas sus prestaciones y circunstancias de la prueba.
Puesto de conducción
Desde el mismo momento que pones un coche al lado del otro certificas que no pueden ser más diferentes. El Mercedes muy musculado y agresivo frente a un diseño futurista y muy personal del BMW. Por dentro sucede más de lo mismo pero hay sorpresa. En el Mercedes te creces al sentarte muy bajo y retrasado, por cómo el salpicadero y la consola central te envuelven y por ver no sólo la carretera, sino también su brutal morro.
La sensación es diferente, estás en un superdeportivo y todo es diferente, incluso juegan a chulear de la configuración de su motor con una moldura cromada en la parte baja de la consola central en forma de V. Si has pagado más de 160.000 euros no quieres un coche más, quieres un interior pasional y el AMG GT S lo tiene.
Salimos del habitáculo del Mercedes con relativa facilidad y abrimos las peculiares puertas del i8. Su diseño futurista se acentúa cuando levantamos la puerta para entrar. El acceso es complicado y más para los altos, la salida lo es mucho más. Pero nos dejamos escurrir por el carbono visto de la solera de puerta del i8 y nos acoplamos a un puesto de conducción radicalmente opuesto al del Mercedes.
A pesar de lo que parece la banqueta es su posición más baja queda más alta que en el Mercedes y si eres alto seguro que preferirías que bajase un poco más aunque el techo no molesta, pero sí para conseguir una sensación más deportiva. El diseño interior continua ese estilo de nave espacial exterior pero nos deja un poco a medias porque encontramos muchos elementos compartidos con otros modelos de la marca.
Son casi 140.000 euros de coche y resulta que, al margen de las curiosas formas del salpicadero, no nos sentimos diferentes. Por fuera exclusividad pura, pero por dentro aunque no podemos llegar a decir que es un BMW más, sí acabas normalizándolo a los pocos minutos. No sólo por la multitud de elementos compartidos (con el i3 y con la familia normal de modelos) sino por la postura de conducción y por el funcionamiento del coche. Pero para hablar de eso hay que pulsar el botón de arranque y lo dejamos para otro día (pronto, muy pronto).
Si no puedes esperar, aquí tienes la segunda parte de la prueba