Desde que nació la familia Mercedes SL en el año 1954, 650.000 compradores se han decantado por un SL como el coche perfecto para satisfacer sus necesidades. El Mercedes SL 500 se ha situado en las últimas generaciones como el más alto de la gama si no tenemos en cuenta los AMG, y algo debe esconder en su interior para haber alcanzado tal éxito.
De la generación anterior había probado solo el SL 350, que con su motor de seis cilindros y un peso demasiado elevado era tan solo un coche bonito pero aburrido. Después de probar durante una semana entera el nuevo Mercedes SL 500 os aseguro que nada tiene que ver este modelo con ese perezoso SL 350 del que os hablaba.
El nuevo Mercedes SL 500 con su motor V8 es sobre el papel mejor que su antecesor en todos los sentidos. El motor reduce su cilindrada en 0,8 litros, pero la potencia aumenta un 12% hasta alcanzar los 435 caballos. Si a esto unimos que el conjunto pesa 125 kilos menos que su antecesor, el cocktail es casi perfecto. Veamos como sabe.
Desde que te pones al volante del Mercedes SL 500, las sensaciones nada tienen que ver con las de la anterior generación que tenía como referencia. Aquí podemos hablar de un coche completamente nuevo, construído con otra filosofía y buscando otros objetivos. Por eso rápidamente me olvidé del anterior SL.
Nada más girar la llave, el rugido del motor V8 se hace notar. Es un sonido bonito y deportivo al mismo tiempo, pero en ningún caso es molesto cuando estás rodando. Solo cuando llevas el techo abierto y lo exprimes al máximo se hace notar, pero siempre en su justa medida.
Los primeros kilómetros que hice conduciéndolo fueron principalmente por tramos urbanos, ciudad y un poco de periferia. El comportamiento en ese hábitat es como cabía esperar muy cómodo. Estamos al volante de un Mercedes y eso se nota. Nada se deja al azar y parece que todo está perfectamente pensado.
La posición de conducción, a pesar de ser muy baja te permite ver con facilidad todo el perímetro del coche, con lo que no tienes miedo de rozar a ninguno de los coches que te rodean pese a que el morro desde el puesto de conducción se ve infinito.
Conduciendo suave entre el tráfico, el V8 de 4.663 centímetros cúbicos te permite rodar a muy bajas revoluciones, con el cambio 7G-TRONIC PLUS metiendo de forma automática marchas largas en busca de la eficiencia y los bajos consumos. Es una sensación se relajación y sosiego total.
Pero esta sensación desaparece por completo cuando ante ti se abre vía libre y exprimes el motor. El cambio baja de marchas no con toda la rapidez que podrías esperar, y es entonces cuando el motor comienza a hacer gala del enorme par disponible.
Son 700 Nm los que te pegan al asiento, los que empujan literalmente tu cuerpo hacia atrás mientras el coche avanza a un ritmo realmente frenético. El anterior Mercedes SL 500 entregaba “solo” 530 Nm de par, pero ahora con 700 Nm no habrá pendiente que se te resista.
La sensación de aceleración al disponer de tanto par motor, es realmente impresionante, tanto que si pisas a fondo y no tienes tu cuerpo bien preparado, puedes llegar a sentir pequeños mareos. Al menos a mi me ha pasado eso y mis cervicales se estuvieron acordando de esos acelerones en el SL durante un par de semanas.
Todo este avance en cuanto a prestaciones del motor se traduce como es lógico en unas cifras de aceleración que dejan las anteriores en ridículo. En el 0 a 100 km/h reduce el tiempo en 0,8 segundos hasta parar el crono en 4,6 segundos.
Lo bueno es que lo hace sin recurrir a sistemas que podrían llegar a considerarse “macarrillas” como un Launch Control. En el SL 500 solo tienes que posar tus mocasines favoritos sobre el pedal derecho, pisarlo a fondo y podrás acelerar de 0 a 100 km/h en el mismo tiempo que en un Porsche 911 Carrera S.
Únicamente ese otro socio del Club de Golf que tiene el Carrera S con PDK te podrá ganar por dos décimas pero a base de launch control mientras dejar las ruedas marcadas en el asfalto. Poco elegante.
SL si que equivalen a Sport Ligero
Una de las cosas que más se echaron en cara de la anterior generación del Mercedes SL fue el elevado peso del conjunto, que lo hacía poco dinámico, algo perezoso y sobre todo le restaba carácter deportivo cuando se trataba de ir “al ataque”.
No era un coche pensado para hacer tiempos o para disfrutar de un puerto de montaña jugando con los cambios de pesos entre curvas enlazadas. Para nada. Más bien el anterior SL era un coche con el que pasear por una carretera nacional al borde del mar, escuchando la mezcla mágica entre el sonido del V8 y el romper de las olas.
A pesar de que el nuevo SL tiene más elementos de seguridad que el anterior, con lo que ello conlleva de aumento de peso, esta nueva generación también es considerablemente más ligera y eso se nota cuando lo conduces.
La dieta que ha hecho el SL tiene mucho de aluminio. La carrocería del nuevo modelo está construida en aluminio, mientras que la anterior era en acero. Con este cambio de materiales, además de un aumento de la rigidez, se consigue reducir el peso de la carrocería en 110 kilos.
Desde Mercedes, el simpático Thomas Rudlaff, responsable de Carrocería de Aluminio dice: “Es como si se bajara del vehículo un acompañante de la categoría de pesos pesados”. En España he visto más ocupantes del asiento derecho del SL de estilo desfile de Victoria Secret que aficionadas al McDonalds. Tal vez en Alemania sea diferente.
Una vez que todo el conjunto está ensamblado, el peso total del SL 500 marca en báscula 1.785 kilos, 125 menos que su antecesor. Es un ahorro bastante considerable, que es mayor en el SL 350 que consigue reducir el peso en 140 kilos quedándose en 1.685 kilos. Algún día habrá que probar el SL 350 para compararlo con el anterior, pero mientras tanto sigamos con el poderío del V8.
Esta reducción de peso se complementa a la perfección con la construcción ligera de algunos elementos de la suspensión. El objetivo es reducir las masas no suspendidas y por ello muchos elementos de ambos ejes están fabricados en aluminio.
Cuando estás al volante eso se traduce en un mayor dinamismo, más agilidad a la hora de encarar las curvas y a la hora de rodar disfrutando de una conducción deportiva. Además no se pierde ni un ápice del confort que esperas de un Mercedes.
Puedes hacer un viaje de 600 kilómetros a ritmo alto y llegar descansado gracias a la suspensión semiactiva que lleva de serie. Una vez más Mercedes vuelve a poner el listón muy alto demostrando que deportividad y confort son compatibles, aunque con algún matiz.
Y es que a pesar de que la unidad de pruebas llevaba el paquete deportivo AMG (6.435 euros) y la suspensión activa ABC, por mucho que lo configures en los modos más deportivos, nunca tienes una sensación real de sentir la carretera.
Es como si la dirección y el chasis estuviesen puestos a punto únicamente para ofrecer confort, dejando de lado ese feeling y esas sensaciones que necesitas tener cuando ruedas rápido y te dispones a atacar una curva a ritmo alto.
Ese es el único “pero” que he podido encontrarle al Mercedes SL 500 a nivel dinámico, y he de admitir que el tipo de comprador de este coche premia más otro tipo de aspectos que ese nivel alto de sensibilidad que yo echaba en falta. Al menos se que en el SL 63 AMG no ocurría lo mismo, así que si tengo que recomendar un SL a un “quemado” como yo, le recomendaré esa versión más deportiva.
Continuará...
En Motorpasión | Mercedes SL 500, prueba (exterior e interior; conducción y dinámica; equipamiento y seguridad; valoración y ficha técnica)