El coche cuya prueba comienza hoy, se sale de lo común tanto de su segmento como de la propia marca a la que representa. Es el Mercedes Clase G 350 BlueTEC L, un todoterreno de la vieja escuela que pesa más de dos toneladas y media, mide casi cinco metros y es capaz de subir por dónde se te ocurra.
Originalmente concebido como coche para usos militares, de policía, ambulancias y otros servicios públicos, el Mercedes Clase G sigue fiel a ese espíritu original y no ha dejado que la moda de los SUV contamine esa esencia de auténtico 4x4 que lo hace tan especial. Tan solo ha sabido adaptarse, con cambios mínimos, a las exigencias de los tiempos que le ha tocado vivir.
No voy a negar que tenía muchas ganas de probar el Mercedes Clase G, ya lo dije cuando os contamos las mejoras que recibió el año pasado. Estas afectan principalmente al interior, que se ha actualizado para ofrecer algo más de confort y a los motores, con potencias entre los 211 caballos de este 350 BlueTEC y los 612 caballos del G 65 AMG, el coche más caro que fabrica actualmente Mercedes.
Aunque ahora que lo pienso, esto último que he dicho no es del todo cierto porque los Mercedes Clase G los fabrica Magna Steyr desde hace 34 años. El primer Mercedes Clase G data del año 1979 y vamos a ver como ha evolucionado (o no) hasta nuestros días.
Un exterior alto y llamativo
El Mercedes Clase G 350 BlueTEC L es sin duda una de las versiones más llamativas de la Clase G. Esa L final indica que se trata de la versión "larga", con cinco puertas y 4,66 metros. Hay otras dos carrocerías, la Corta y la Cabrio, aunque ninguna de ellas está a la venta en combinación con el motor V6 diesel que lleva esta unidad.
Viéndolo por fuera parece mucho más grande de lo que es, pero lo cierto es que el GL con sus 5,1 metros o el M con sus 4,8 metros le superan en longitud. Por sus líneas rectas, angulosas y el enorme espacio reservado al habitáculo, el Mercedes G se ve como un mastodonte entre el tráfico de las ciudades.
En lo que no hay casi quien le gane es en altura, ya que mide 1,95 metros. Esa altura hace que veas inevitablemente al resto de coches desde una posición superior, y no voy a negar que eso da cierta sensación de superioridad cuando lo conduces.
Otra de las características de la altura del coche es que no entra con facilidad en cualquier garaje o aparcamiento, así que deberás medirte mucho y tener claro dónde lo vas a aparcar. Yo tuve que salir marcha atrás de garajes en un par de ocasiones, pero menos mal que la cámara de visión trasera va situada muy arriba y te da una perspectiva perfecta de todo lo que tienes detrás para poder maniobrar sin problemas. Y en caso de tener algo duro detrás, la rueda de repuesto situada en el portón trasero sirve de defensa.
Por lo demás, las líneas de la carrocería son rectas y angulosas. Solo los desaparecidos Hummer se pueden comparar al Clase G en este sentido, y personalmente me quedo con el estilo más fino y elegante de este alemán. El morro es muy largo y termina en una parrilla delantera completamente vertical, igual que el parabrisas delantero. Los intermitentes delanteros van situados sobre las aletas frontales.
En la última actualización ha incorporado las luces diurnas de LED situadas justo debajo de las ópticas delanteras, y perfectamente integradas en el paragolpes. La superficie acristalada es muy amplia a lo largo del perímetro del coche, excepto en la trasera dónde la ventanilla no es demasiado amplia y la rueda de repuesto situada en el portón, le restan algo de visibilidad.
Las llantas de 16 pulgadas que lleva de serie se ven absolutamente ridículas en el conjunto del coche, algo lógico si tenemos en cuenta sus dimensiones. Las versiones AMG pueden llevar llantas de hasta 20 pulgadas, pero sin duda estas de 16 con neumáticos de mucho balón son más indicadas para el uso campestre para el que nació este coche.
Un interior que mezcla lo moderno y lo arcaico de Mercedes
Si estéticamente el Mercedes Clase G sigue siendo absolutamente fiel al modelo original de 1979, en el interior se han visto obligados a hacer unas cuantas modificaciones para ponerlo al día, aunque algunos detalles delatan que se trata de un coche que originalmente no estaba pensado para premiar el confort ni para dar concesiones al lujo.
Para subir al interior lo primero que hay que hacer es impulsarse hacia arriba. Los asientos están situados en una posición muy alta, mucho más que en cualquier SUV actual, y por eso los estribos laterales se convierten en tu mejor aliado para conseguir posar tu trasero en la banqueta del asiento.
Para cerrar las puertas, hay que impulsarlas con mucha fuerza porque si no, quedarán mal cerradas. No se ni contar el número de veces que las puertas se quedaron mal cerradas durante la semana que tuve el coche. Me estoy amariconando acostumbrando a las comodidades de los coches modernos y el Clase G es un coche para gente dura y ruda.
El interior es muy amplio, y en ningún momento tendrás sensación de agobio porque la distancia de la cabeza al techo es enorme, muy superior a la de cualquier otro coche que haya probado. La sensación en ese sentido es más cercana a cuando vas montado en un furgón grande como la Sprinter que en un todoterreno actual.
El salpicadero no tiene nada que envidiar al de las berlinas de la anterior generación de Mercedes. Los mandos de la radio, del climatizador THERMATIC bizona, el mando que permite manejar la pantalla central o los relojes situados detrás del volante. Todos los mandos son iguales a los de una berlina o un todoterreno Mercedes, pero no de última hornada.
Y es que ahora que la gama Mercedes está adoptando los conductos de aireación circulares desde el SLS AMG, este Clase G se ha quedado con las formas de los habitáculos inmediatamente anteriores a estos. Lógico porque las formas redondeadas en el interior no encajarían para nada con sus líneas rectas y angulosas.
La consola central es muy amplia y sitúa al copiloto a bastante distancia, es raro que los ocupantes de las plazas delanteras se lleguen a tocar. En ese túnel central se sitúa el mando de control de la pantalla Comand, pero también la palanca que permite elegir entre las marchas del cambio automático secuencial 7G-Tronic, un diminuto cenicero o el botón que activa la reductora.
Detalles antiguos
Algunos detalles ya no son habituales en otros modelos de la gama Mercedes, pero si en el Clase G. Hablo por ejemplo de los mandos para regular la posición de los asientos situados en las puertas, o de las distintas posiciones de la regulación eléctrica de los asientos multicontorno, que van situados en cada asiento en la parte interior de la banqueta.
Los asientos son muy cómodos gracias a su enorme anchura y a que sus formas están pensadas para eso, para premiar el confort. Gracias a esas regulaciones eléctricas, recogen en las curvas si así los configuras, y también pueden adoptar una posición más confortable si es lo que necesitas.
Además en el caso de la unidad de pruebas tenían ventilación interior, y os aseguro que con el calor que ha hecho durante la prueba era absolutamente necesario. Son opcionales en el paquete de Asientos Confort y tienen un precio de 1.999 euros
Cuando digo que no era un coche originalmente pensado para premiar el lujo ni el confort, basta con echar un vistazo a detalles como el freno de mano mecánico o el posavasos plegable, formado por una red de tela en la zona del copiloto.
También basta con irse al maletero y ver que la fina capa que permite cubrir la carga hoy en día es más digna de un coche low cost que de este mastodonte que cuesta más de 100.000 euros. Pero en parte, esa es una de las claves del encanto que mantiene la Clase G.
Continuará...
En Motorpasión | Mercedes Clase G 350 BlueTEC L, prueba (parte 2)