Hace ya nueve años que escribo pruebas, muy esquemáticas, y me propuse hacer algo diferente esta vez. Mi compañero de viaje ha sido un Volkswagen Beetle 2.0 TDI DSG _R-Line_, que me recuerda a un antepasado suyo con la misma plataforma (PQ35), el Golf V 2.0 TDI DSG, mi primer contacto con esa caja de cambios en enero de 2005.
He recorrido con el Beetle 2.000 kilómetros a lo largo de España, y en donde he parado, he tenido una experiencia, y voy a compartir con vosotros algunas. Además, entre nosotros surgió el amor. Mientras que el Golf actual ya lo tengo muy visto y que el Scirocco lo aborrezco visualmente, este Beetle me ha dejado mejor sabor de boca. ¿Me acompañáis? Yo invito a gasóleo.
Si queréis una prueba de corte más convencional, mi compañero Javier Álvarez dio buena cuenta del Beetle 1.2 TSI de 105 CV, además de la prueba en circuito de Hatzive. Esta vez os propongo algo muy poco convencional, puedo apostar a que os gustará. Preparaos para un viaje muy largo, empezamos llenando el depósito hasta arriba.
TDI, cuánto has cambiado
Las cosas han cambiado desde aquel Golf que probé en enero de 2005, como el sistema de inyección del motor 2.0 TDI, que pasó de la bomba-inyector al raíl común, mejorando muchísimo el tacto del motor. Hasta Volkswagen puede rectificar, y también lo hizo con el Beetle. El modelo previo, ciertamente, era mejorable.
Tras perderme un poco por la zona de Coslada que linda con la M-40 (zona interior), llego a la circunvalación y me topo con un atasco de narices. Prefiero dar rodeos a meterme ahí, así que bordeé la carretera por Coslada (Renfe), sin GPS, a la aventura, simplemente usando mi orientación. Volví a la M-40, ya despejada, más adelante.
En pocos minutos ya me encontraba en la A-4, rumbo a Andalucía. Eché de menos el famoso Stop&Start, ya que me zampé unos cuantos semáforos. También estaba reticente a conducir con llantas de 18 pulgadas, pero así me lo entregaron. Cositas de la versión _R-Line_, si fuese mi dinero creo que pillaría un aspecto más clásico.
Pasada la zona de marabunta madrileña, ya en carretera abierta, empecé a familiarizame con el indicador analógico de la presión del turbo. Cuando se conduce de forma muy suave, no llega a 1,25 bares. Con una utilización media, se va a 1,5 bares. Basta con acariciar el pedal del acelerador y se mueve la aguja, sorprende lo apretados que van estos motores.
Fijándome en el ordenador de a bordo, constato que voy a conseguir mejor consumo si intento no sobrepasar los 1,5 bares de presión. Podemos hacer el símil con conducir en "zona ECO". El cambio DSG no baja a quinta salvo que pida aceleración más intensa, y la sexta aguanta prácticamente cualquier pendiente.
Aparece Despeñaperros, que afortunadamente ya no es lo que era, además de una buena tromba de agua. Lo que hace pocos años era una aventura, fue un juego de niños, varios túneles a 100 km/h y unos neumáticos que ya quisieran tener los coches de entonces. La sensación de seguridad fue absoluta.
Eso sí, os tengo que reconocer que en determinadas curvas más cerraditas, superar por poco los 120 km/h ya empezaba a ser delicado por la cantidad de agua, pero pude percibirlo lejos de los límites de adherencia disponible. Calzaba unas Hankook Ventus Prime 235/45 R18.
La suspensión, algo durita, especialmente atrás, digiere un poco mal los baches que se presentan de repente, es un eje torsional. En este sentido me decepcioné un poco, esperaba una suspensión independiente total como la del Golf, sobre todo en un coche que supera los 30.000 euros.
Acabo llegando a Granada en menos de cuatro horas, esto a algunos les costó varios siglos, me considero afortunado. Recogí a una amiga y seguí rumbo a Málaga. Me dijo con entusiasmo: "¡Cómo mola tu coche!". En ese momento el Beetle ganó varios puntos de respeto. La media según ordenador estaba en torno a 6-6,1 l/100 km.
Ya en noche cerrada, me alegro de llevar unos buenos faros de xenón, solo son mejores los de LED, dan mucha seguridad. Pero no son suficientes para encontrar radares agazapados en la A-45, y el descenso hasta Málaga es muy delicado (80 km/h), así que aflojé un poco el ritmo. Fui varios kilómetros con el pedal del acelerador levantado.
Estos últimos kilómetros el consumo baja lo suyo, compensando el pelín de prisa que tuve en la A-4, mantuve una buena media pero tampoco fui muy rápido. Os confieso que en algunas cuestas hacia abajo le dejé embalarse. Llegamos a Málaga y baja mi amiga, es hora de cenar, y qué mejor sitio que El Pimpi en compañía de dos amigos, Juan Diego y Juan Manuel.
Con el estómago bien llenito, es momento de irse a dormir, y aún quedan unos kilómetros hasta donde me hospedo, cerca de Marbella. En total, más de 600 encima, pero no me siento muy cansado, me pesan más las horas que la distancia. En destino aparco el Beetle en un bonito jardín y cierro los ojos. Ha sido un día duro.
La jornada siguiente no toqué el coche, fui de pasajero. Tenía una cita con unos estudiantes de la Universidad de Málaga para contarles unos rollos sobre ingeniería de motores e híbridos. Jornada inolvidable que termina cenando en Puerto Banús y tomando un Baileys antes de un merecido descanso.
Amanece en Ojén, un poco más arriba que Marbella, y veo el mar. Menudo privilegio. Hasta la autopista hay que desayunar unas cuantas curvas. En esa situación es cuando empiezo a jugar con el DSG, tanto con el modo deportivo ("S") como con las levas en modo manual. Con este cambio, las miserias del motor Diesel quedan muy maquilladas.
También os digo que la suspensión me empieza a caer bien, el coche tiene un comportamiento bastante neutro, pero el gran diámetro del volante me complica un poco las cosas. Prefiero algo más pequeño, o una dirección con menor desmultiplicación. Nada a lo que uno no pueda acostumbrarse.
De nuevo en la ciudad, acudo al Museo del Automóvil de Málaga a empaparme de historia del automóvil. Disfruté de una visita un poco VIP, pudiendo acercarme a los coches, incluso subirme en algunos. El Mercedes-Benz 300 SL tenía que caer, pocas veces puede poner uno su trasero en un coche tan caro.
La visita no la puedo contar en tan pocas líneas, sería un crimen, así que lo dejo para una futura ocasión. Aproveché para sacarle al Beetle unas cuantas fotos en el patio del museo, pocas ubicaciones iba a encontrar mejores que esa. Cuando termine el #BeetleTour podréis ver todas las fotos. Agradecimientos, despedidas, y sigo mi viaje.
El cuarto de depósito ya es un hecho, y es momento de echarle un poco de _Beetlejuice_, es decir, gasóleo. Tengo la media según ordenador de 5,8 l/100 km, y llenándolo hasta arriba me entran algunos litros más de los esperados. Consumo real en casi 703 kilómetros de 43,08 litros, nos da una media real de 6,13 l/100 km a 84 km/h de media. No está mal.
Pongo el ordenador a cero y me dirijo a Torre del Mar. Tras dar cuenta de una buena pizza con Juan Manuel, tenía que satisfacer una curiosidad científico-yihadista. Una vez me quedé agusto, me despido y continúo mi camino hasta Sevilla, donde también me esperan. Echaba de menos el valle del Guadalquivir.
Vuelvo a subir la A-45, donde a un ritmo sosegado el consumo se mantiene muy contenido. En este sentido un Diesel saca pecho ante los gasolina, las diferencias no son tan bajas como en condiciones de baja carga. El 2.0 TDI tiene fuerza y puede soportar la subida en marchas largas con un gasto razonable.
Tras mucho subir, toca bajar. Paso Antequera y disfruto del espectáculo de la puesta de sol. La ruta hasta Hispalis por la A-92 es muy bonita, los paisajes son preciosos, y si tenéis tiempo, tenéis que parar por Estepa para probar sus mantecados. Yo no tuve esa suerte.
Atravesando un gran polígono industrial aparece la SE-30, la vía de circunvalación de Sevilla, a falta de que terminen la condenada SE-40 (solo hay dos tramos abiertos). Una paradita técnica en Triana y a Dos Hermanas a cenar. Procuro que sea el recorrido muy variadito, combinando vías rápidas con secundarias y población.
Ya un poco tarde, toca regreso a Sevilla por la ruta vieja, la N-IV, atravesando la Avenida de la Palmera y la Calle Torneo, donde es un milagro aparcar. Milagro doble si no están los pesados de los gorrillas. Se puede entrar también por SE-30 más directo, entrando desde Camas, pero pierde la gracia.
Este recorrido hay que hacerlo de día, y a pie. En coche no da tiempo a apreciar todo lo bonito de esas calles, como los vestigios de la primera Expo (no la de 1992), la Torre del Oro, etc. Mi conocimiento casi perfecto de los semáforos me evita paradas innecesarias y mayor consumo. Ya he llegado. Buenas noches.
El despertador suena temprano, tengo una cita con la Historia. De desayunar, una tostada con aceite de oliva y jamón _der güeno_, zumo de naranja aparte. Vuelvo al Beetle y me dirijo hacia una zona céntrica, a través de la Avenida de Andalucía. Me está esperando otro amigo, Carlos, amante de los clásicos, que tiene una joya escondida.
A los pocos minutos llego al aparcamiento donde se encuentra un misterioso coche antiguo. He visto una fotografía de él por el teléfono poniéndome los dientes largos. Como no quiero reventaros la sorpresa de qué modelo es, tendréis que esperar un poquito, se aceptan apuestas.
Unas cuantas horas más tarde, aún en estado de _shock_ por haber conducido ese tesoro de coche, avanzo 50 años hasta volver a mi moderno Beetle. Estuve cerca de poder ponerme al mando de un Beetle antiguo, pero eso ya os lo contó mi compañero Javier en la presentación internacional del Beetle, y no daba tiempo...
En Motorpasión | BeetleTour: 2.000 km con el Volkswagen Beetle 2.0 TDI DSG ("parte 2":https://www.motorpasion.com/pruebas-de-coches/beetletour-2-000-km-con-el-volkswagen-beetle-2-0-tdi-dsg-parte-2)