Allá por 1605 Don Miguel de Cervantes publicó 'Don Quijote de la Mancha'. Esta obra máxima de la literatura castellana se mantiene presente en nuestras estanterías y mentes con pasajes grabados a fuego en el imaginario colectivo.
Los gigantes contra los que Don Quijote batalló no eran más que molinos de viento, hoy majestuosos testigos que nos recuerdan épocas medievales en las que el hombre castellano inspirado por los relatos de Oriente desarrolló nuevas técnicas para aprovechar el viento para moler el grano. Hoy te vamos a recomendar una ruta por estos emblemáticos villanos de fantasía que aún pueblan Castilla-La Mancha.
Consuegra (Toledo)
Partiendo desde Madrid y bajando por la A-42 en busca de nuestra entrada en el mundo de los molinos de viento podremos hacer una breve pausa en Toledo para maravillarnos con la ciudad del Tajo antes de seguir por la CM-42 hasta llegar a Consuegra, a 137 km desde el centro de la capital madrileña.
Empezamos por el plato fuerte puesto que en Consuegra se conservan un total de 12 molinos, la localidad con un mayor número de ellos de todos la ruta que vamos a ver hoy, agrupados todos sobre el Cerro Calderico.
De la docena hoy superviviente sólo falta uno, y todos fueron construidos en el siglo XIX. Ahora la mayoría están en un buen estado de revista destacando cinco con la maquinaria perfecta, uno como oficina de turismo y un último, el del Caballero del Verde Gabán, que ha sido remodelado en 2017 como gastromolino de degustación de alimentos y cocina típicos.
Antes de irnos de consuegra tampoco podemos obviar que sobre el mismo cerro sobre el que se alzan los molinos también encontramos el Castillo de la Muela, una fortificación árabe del siglo X que actualmente es uno de los que mejor se conservan de toda la región.
Puerto Lápice (Ciudad Real)
Separado por 30 kilómetros en dirección sur nos encontramos con Puerto Lápice, otro de los pueblos que se sitúan al borde de la A-4 y cuyo nombre además de por haber pasado por delante puede que te suene por ser uno de los más repetidos en la novela cervantina.
Sus molinos se encuentran casi escondidos en la primera parte de la sierra partida por la autovía nacional y en total suman tres construcciones situadas muy próximas y con las aspas colocadas en diferentes direcciones para aprovechar las corrientes de aire vengan de donde vengan.
Las ventas que hoy sacian el hambre y la sed de los viajeros son famosas en Puerto Lápice, tanto como lo fueron en su día las que proveyeron a Don Quijote de alimento y descanso en sus andanzas.
Herencia (Ciudad Real)
Punto clave en nuestra ruta de hoy es Herencia. A sólo 12 kilómetros de Puerto Lápice tenemos una nueva parada obligatoria con un total de siete molinos de viento de los que cuatro han sido completamente restaurados.
El primero de los molinos de viento construidos en Herencia se levantó en 1790. Al ver la eficacia del sistema de molido y la cantidad de grano que eran capaces de convertir en harina sus máquinas pronto se construyeron los otros seis.
Alcázar de San Juan (Ciudad Real)
Apenas 13 kilómetros hacia el oeste sin desviarnos de la carretera el siguiente pueblo en nuestra hoja de ruta es Alcázar de San Juan. La localidad ciudadrealeña con una población superior a los 30.000 habitantes tiene sobre su Cerro de San Antón uno de los tesoros históricos-arquitectónicos mejor guardados.
Los cuatro molinos que se conservan en la actualidad no son reflejo de la superpoblación de 19 molinos de viento con los que llegó a contar Alcázar de San Juan. Rocinante, Barataria, Fierabrás y Barcelona son los nombres de los supervivientes de los que los dos primeros ahora se han reconvertido en centros de interpretación.
Pero los alcazareños guardan más joyas, como las cuevas que se extienden bajo el propio Cerro de San Antón y las viejas minas reconvertidas en la ubicación perfecta para la celebración de festejos.
Tomando Alcázar de San Juan como punto intermedio si nos queremos tomarnos la ruta con calma y disfrutar, la localidad tiene múltiples reclamos para hacer noche. Tras visitar el Complejo Lagunar o el Museo del Hidalgo podremos hacer noche en la Casa Rural Los Molinos, una sencilla pero encantadora casa de estilo castellano donde hacer un alto, o en la Venta El Molino una opción mucho más asequible situada en uno de los accesos de la ciudad.
Campo de Criptana (Ciudad Real)
Ni 10 kilómetros más allá volvemos a detener nuestro camino en Campo de Criptana. La ciudad vecina de Alcázar de San Juan es, posiblemente, la que disparó la imaginación de Miguel de Cervantes para redactar uno de los capítulos más célebres de 'Don Quijote de la Mancha'.
Hoy la localidad cuenta con 10 molinos de viento, pero en origen fueron muchos más. Cuando la idea de los molinos movidos por el aire castellano comenzó a extenderse como alternativa a los molinos de agua, Campo de Criptana levantó desde finales del siglo XVI y durante el XVII un total de 34 molinos.
De los originales ahora sólo se conservan tres (Burleta, Infanto y Sardinero), mientras que los otros siete restantes pertenecen ya al siglo XX y en los que se acoge desde la oficina de turismo hasta el Museo de Sara Montiel, el Museo del Vino, el Museo de la Labranza y el Museo de la Poesía.
Mota del Cuervo (Cuenca)
A algo menos de media hora en coche siguiendo la N-420 llegamos a Mota del Cuervo, ya en provincia de Cuenca. Sobre las llanuras castellanas, al extremo oriental de la población, se levantan los siete molinos de la localidad.
Pese a su número sólo uno es original, el conocido como El Zurdo, un nombre otorgado al giro de sus aspas, pues giran en sentido contrario al resto. Los demás se sitúan al otro lado de la carretera N-420 y fueron reconstruidos en sus emplazamientos originales durante la segunda mitad del siglo XX.
El denominado El Gigante es un ejemplo práctico para conocer cómo se llevaba a cabo la molienda desde que se busca la dirección del viento y se visten las aspas con tela hasta el movimiento de la maquinaria para triturar el grano, un acto que se realiza todos los sábados del mes de manera gratuita.
Belmonte (Cuenca)
A otros 17 kilómetros llegamos a Belmonte, extremo oriental de nuestra ruta de los molinos. Aunque esta localidad sea bien conocida por la existencia de un majestuoso castillo de estilo gótico-mudéjar que ya vimos en nuestra ruta por los castillos de La Mancha, no nos podemos olvidar de sus tres molinos de viento.
De estos tres molinos sólo es posible la visita de uno de ellos en los que además de su maquinaria se puede ver una colección de tejas privada, además de unas vistas de pura postal y unos atardeceres castellanos sencillamente mágicos.
Obviamente la visita al Castillo de Belmonte es prácticamente obligatoria y de paso perdernos por los rincones de esta ciudad repleta de secretos medievales. Para reponer fuerzas y zambullirnos en la cultura quijotesca nada mejor que parar en la casa Ínsula Barataria, un bed&breakfast con vistas directamente al castillo, o en el Palacio Buenavista, un pequeño palacio castellano del siglo XVI y restaurado en 1996 repleto de encanto.
El Romeral (Toledo)
Buscando cerrar el bucle manchego salimos de Belmonte y recorremos algo más de 80 kilómetros hasta llegar a El Romeral. Esta bonita plaza tiene los molinos casi como parte de su núcleo, ya que quedan al borde de las zonas edificadas.
En total son cuatro los molinos de El Romeral, pero uno está especialmente bien conservado. Se trata del molino El Pechuga que se levanta al norte del pueblo y que protagoniza la Fiesta de los Molinos en la que toda la localidad honra a estos edificios enclavados dentro de la temática de 'Don Quijote de la Mancha' a través del arte y la gastronomía.
Los molinos Crítica y Los Gorrinos datan de mediados del siglo XIX, han sido restaurados y ahora son salas de exposiciones, mientras que Muela es privado.
Tembleque (Toledo)
A menos de 7 kilómetros en línea prácticamente recta llegamos a Tembleque. Esta localidad situada al borde de la A-4 es, además de un punto perfecto para hacer un alto en los viajes hacia el sur, una localidad ideal para contemplar otros tres molinos de viento más.
De hecho, los molinos de Tembleque son los primeros en alzarse si seguimos la A-4 desde Madrid. De los tres que están en pie ,dos son de propiedad pública y han sido restaurados recientemente; el tercero está peor ya que su propiedad es privada y no cuenta con los mismos cuidados.
Erigidos sobre el alto al este de la localidad se contempla toda la villa, un pueblo relativamente pequeño en el que hay que guardar unos minutos para pasear por su espectacular Plaza Mayor, capaz de rivalizar con la plaza de Chinchón salvando las distancias.
Madridejos (Toledo)
Completando esta especie de tirabuzón manchego acabamos nuestro recorrido en Madridejos. Esta pequeña localidad en la que convergen la A-4 y la CM-42 está tan próxima a Consuegra que normalmente la primera de las paradas que hemos visto suele ensombrecer al pueblo en el que hoy ponemos el punto y aparte.
Pese a que no cuenta con un elevado número de molinos (originalmente había cuaro), hoy sólo sobrevive uno que destaca tanto por su historia como por su estado de conservación. El Molino del Tío Genaro que así se llama es una construcción que data del siglo XVII, mucho más antiguo que los de Consuegra con 200 años menos en su haber.
El del Tío Genaro es un molino privado pero que acepta visitas, tanto es así que es un Bien de Interés Cultural, y en él podremos ver cómo la maquinaria aún hoy sigue viva después de la restauración de 1987 para el deleite de todos los amantes de la historia y los aficionados a todas aquellas recetas a base de harina.
En total la ruta han sido unos 230 kilómetros, un viaje por el interior de Castilla-La Mancha perfecto para completar en un fin de semana o unas pequeñas vacaciones, recorriendo la geografía española acompañados por la literatura cervantina y la gastronomía castellana.
Porque no hace falta irse muy lejos para contemplar monumentos gigantes, algunos incluso aún vivos.
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