La década de 1980 fue sin duda la era dorada de los rallyes, y los coches del Grupo B tuvieron mucho que ver. La laxitud del reglamento de la FIA nos regaló verdaderos misiles ligeros y muy potentes con grandes avances tecnológicos, que bramaban como demonios por pistas de todo tipo.
Estos coches despertaron pasiones y los aficionados se jugaban el tipo carrera sí carrera también poniéndose al límite para verlos lo más cerca posible, e incluso para intentar tocarlos. A veces hasta lo conseguían: prueba de ello fueron los dos dedos que se encontraron en la rejilla de un Peugeot 205 T16 en 1986, y que nunca nadie reclamó.
Amores capaces de dejar huella
Los coches del Grupo B hicieron que el Mundial de Rallyes en la época de 1980 fuera verdaderamente emocionante, pero también tenían un punto débil: la seguridad.
Esto, unido a la inconsciencia de muchos aficionados de la época que no parecían conocer el peligro, provocó que los últimos años de algunos de los coches más especiales que ha dado esta competición se vieran ensombrecidos por gran cantidad de accidentes y muertes tanto del lado de los participantes, como de los espectadores.
Debido a la gran popularidad que fueron ganando los rallyes desde la llegada de los coches de Grupo B a este deporte, carrera tras carrera cada vez eran más los espectadores que se agolpaban en los alrededores de las pistas -e incluso en las propias pistas- para ver de cerca a sus ídolos del momento. Y algunos no se conformaban con mirar.
No era raro ver imágenes ‘casi bíblicas’ de cómo la marea se partía en dos y se apartaba al paso de los coches en el último segundo, mientras la organización intentaba, sin éxito, hacer su trabajo.
El 205 T16 del Peugeot Talbot Sport, con sus 900 kg de peso, motor central de 16 válvulas y 320 CV de potencia fue uno de los protagonistas indiscutibles de la época.
Hizo su entrada en el Grupo B en el 83, y había sido diseñado específicamente para conseguir la homologación de la FIA.
Aunque entonces dentro del Grupo B había clases estructuradas por límite de cilindrada y peso mínimo (según la clase), los ingenieros sabían cómo exprimir los motores al máximo mediante compresores volumétricos y turbocompresores, obteniendo rendimientos salvajes y potencias que superaban los 500 CV en las últimas temporadas.
deditos majos
El que fue piloto de Peugeot en 1986, Juha Kankkunen (quien después se proclamaría campeón), declaró en una entrevista que era evidente que "la gente quería tocar los coches", lo que provocó innumerables problemas y situaciones de riesgo que podrían haberse evitado.
En este sentido, quizá el Rally de Portugal de aquél año sea uno de los más recordados, pues el Ford RS200 de Joaquim Santos se salió de la carretera en una zona repleta de público y el accidente se saldó con tres espectadores fallecidos y decenas de heridos.
Fue precisamente en esta misma prueba cuando, en una parada técnica el equipo galo abrió uno de sus 205 T16 y se encontró dos dedos humanos enganchados en una de las rejillas de ventilación.
A juzgar por el vídeo, no parecían extremadamente sorprendidos con el macabro hallazgo... Más bien, resignados. Pero nada más lejos: las imágenes del vídeo que dieron la vuelta al mundo eran una recreación hecha a partir de imágenes reales de la carrera en Acrópolis y no en Portugal, donde aconteció el suceso.
Por aquél entonces, dirigía el equipo un joven Jean Todt que más tarde llegó a ser director de la Scuderia Ferrari y presidente de la propia FIA. Ni él ni el resto del equipo daban crédito a lo sucedido, pero es que ni el piloto ni su copiloto notaron nada raro en el coche antes de ver los dedos.
Juha Kankkunen en su momento dio su versión sobre lo ocurrido: "Había entradas de aire detrás de las puertas para llevar el flujo hacia el sistema de refrigeración del motor, y estaban bastante afiladas".
"Nosotros simplemente intentábamos mantenernos en la carretera, en ningún momento nos salimos de la pista ni nada por el estilo, pero los aficionados estaban todo el rato intentando tocar el coche. Y así fue", añadía.
El aficionado mutilado nunca apareció para reclamar sus dedos perdidos. Seguramente el personal del hospital al que acudió no creyó su historia, si es que contó la verdad.
Pese a que la mayoría de los pilotos quisieron dar por finalizado el Campeonato de 1986 después del accidente de Santos, la organización decidió seguir adelante y fue precisamente Kankkunen quien acabó haciéndose con el título de pilotos. Repitió gesta en 1987, 1991 y 1993.