Bruselas no solo es la ciudad del Manneken Pis y los gofres: el 80% de las normativas que afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos europeos se inicia aquí. En concreto, en la Plaza Schuman, epicentro del poder político en Europa. Aquí está la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Parlamento, y alrededor, recordando su presencia al poder europeo, las oficinas de los grupos de presión.
Y es que la industria quiere estar ahí para ejercer su influencia a la hora de redactar un texto o de proponer enmiendas dependiendo de lo que les interese (ojo, también hay grupos de presión en favor del medio ambiente). El sector del automóvil, en concreto, gastó en 2014 más de 18 millones de euros en actividades de lobby en Bruselas, según datos del Registro de Transparencia de la Unión Europea. ¿Estamos dispuestos a cerrar los ojos a esta realidad por proteger el empleo que estos gigantes generan?
La Burbuja belga
En Bruselas coexisten 2.500 estructuras de este tipo, siendo la segunda industria de grupos de presión más grande del mundo y solo superada en número de lobbies por la de Washington DC. Es aquí donde se gestan el 80% de las decisiones que afectan a la Unión Europea (todos los grandes lobbies de Estados Unidos tienen oficina en Bruselas). Antes de que empiecen las negociaciones, la Comisión Europea recibe información de las grandes empresas, no sólo de los expertos económicos o los gobiernos.
Estos grupos de presión confluyen en entidades como la Mesa Redonda Europea, que agrupa a la mitad de los presidentes de las mayores empresas industriales: es la sede de los grupos de presión de las grandes corporaciones, y negocian con los estados siempre que quieren. Su historia se remonta a principios de los 80.
La Mesa Redonda Europea comenzó a reunirse frecuentemente con la Comisión Europea en 1983; en estas reuniones los directores de las grandes empresas industriales (también las del sector de la automoción) informaban al Consejo y les hacían llegar sus peticiones. Con la premisa de que las instituciones europeas necesitaban recibir información directa y más completa de los bancos, las aseguradoras y las grandes empresas, se asentó esta actividad.
Corregir lo que está mal y desarrollar Europa eran las máximas de los grupos de presión por entonces. Antes de cada cumbre europea de jefes de estado, el consejo se reunía con la Mesa Redonda, que a mediados de los 90 representaba el 60% de la producción industrial de Europa occidental.
Desde entonces, los dos organismos, la Mesa Redonda y la Comisión, han trabajado codo con codo y defendido el papel mediador e informador de estos representantes, cuyo papel es "informar" de los asuntos que los Ministerios de Economía que los distintos países no alcanzan a conocer. Empresas como Fiat y Volvo ya participaban en las primeras reuniones que se celebraban de este tipo.
La entrada de un hotel como origen del término
¿Sabes de dónde proviene el oficio de lobista? Los orígenes del concepto se remontan a la Inglaterra de 1830, año en el que los pasillos de la Cámara de los Comunes se llenaban de grupos de presión que discutían con los miembros del Parlamento.
También se ha difundido la historia de que el término se refiere a las entradas de los hoteles, ya que el por entonces recién nombrado presidente de los Estados Unidos, Ulysses S. Grant (1869), acostumbraba a degustar brandy en la entrada del elegante hotel Willard. Mientras lo hacía, numerosas personas se acercaban a pedirle un favor legislativo o trabajo, y ellos le invitaban a bebidas durante su conversación.
En los orígenes, esta figura de mediador-informador tenía connotaciones positivas, pues las instituciones confiaban en los consejos que estos grupos de presión les daban; en la actualidad es una práctica que aún requiere regulación (en España, por ejemplo) pues el poder que los lobbies han alcanzado en las tomas de decisiones es incalculable.
Para formar parte de un grupo de presión tienes que tener muchos contactos y moverte en un entorno influyente, establecer redes, hacer de facilitador y de embajador. Todo se reduce a 100 personas clave que trabajan en el mismo objetivo: abrir el mercado.
Por otro lado, y aunque tan sólo un 20% de estos grupos de presión corresponden a sindicatos y ONG, su influencia resulta positiva y favorecedora para conseguir la representación de causas relacionadas con la igualdad, derechos humanos o medio ambiente en las grandes negociaciones.
61,6 millones de dólares en ejercer presión
Considerados por algunos como auténticos sicarios y por otros como meros intermediarios, antes tenían una connotación positiva, relacionada con un rol de consejeros, pero pasaron a convertirse en usuarios habituales de puertas giratorias, es decir, gente que pertenecía al gobierno y que cuando salen, comienzan a trabajar para las personas con las que tenían asuntos pendientes.
El Center for Responsive Politics (OpenSecrets.org), es una organización que se dedica a seguir el dinero de industrias y organizaciones que tratan de influir en un proceso democrático de toma de decisiones. La esfera del automóvil se encuentra en el puesto 18 en la lista de industrias que más dinero emplean en los grupos de presión: gastó un total de 61.677.268 millones de dólares en 2016. La farmacéutica, como no podía ser de otra forma encabeza la lista.
Revela así en un ranking cuáles son las empresas estadounidenses de la industria automotriz que más gastaron en 2016 en hacer lobby a través de los datos que ofrece el Senate Office of Public Records.
Tenemos a la cabeza a General Motors, que empleó un total de 8,5 millones de dólares, seguido de Alliance of Automobile Manufacturers (7,4 millones), a Toyota (5,3), a Ford (4,6 millones) y a la National Auto Dealrs Assn (4,6 millones) en el top five. Respecto a las llamadas puertas giratorias, tan presentes en España, en este enlace, se puede consultar el nombre de cada lobista y su carrera profesional pormenorizada dentro del sector.
¿Proteger la economía doméstica o castigar un engaño?
A raíz de la persecución que está llevando a cabo el gobierno de Estados Unidos (que no el de España o la propia Unión Europea) a Volkswagen tras el engaño en los niveles de emisiones, se ha creado un debate tremendamente interesante. ¿Castigamos a los gigantes del motor por sus pecados con multas millonarias que puedan afectar a los trabajadores? ¿Qué debe prevalecer, la defensa del medio ambiente o la de los puestos de trabajo del envejecido continente europeo?
Debemos tener en cuenta que la industria automotriz, y más aún Volkswagen, tienen un enorme poder, sin nombrar que la mayor parte de la flota automovilística en Europa es diésel. La canciller alemana, Angela Merkel, que quiere proteger su industria (como es lógico) se encuentra en una disyuntiva. Alemania es el principal fabricante de automóviles de Europa: los modelos de VW, Audi, Daimler o BMW se venden en todo el mundo.
De hecho, Merkel ya pidió una más tiempo para tomar cartas en el asunto mientras la comisaria europea de Justicia, Vera Jourova, se desespera ante la imposibilidad de avanzar en las negociaciones con el grupo alemán.
Los puestos de trabajo como instrumento de presión
Con relación al sonado Dieslegate, el periódico La Marea publicó recientemente un interesante artículo sobre cómo los grupos de presión ponen toda la carne en el asador para impedir que los gobiernos acorralen al diésel y sobre cómo el lobby industrial consiguió frenar los intentos de aprobar límites de emisiones cada vez más estrictos.
Se pone así en el ojo de mira a la Asociación Europea de Fabricantes de Automóvil: "Las empresas, con la Asociación Europea de Fabricantes de Automóvil (ACEA, en sus siglas en francés) a la cabeza, lograron ya en 1996 que la estrategia europea para reducir en un 35% las emisiones de dióxido de carbono de los nuevos vehículos para 2010 fuera voluntaria", desvela.
Cuando se desencadenó el Dieselgate en 2015, también se destaparon unos correos electrónicos filtrados a las televisiones públicas WRD y NDR y al diario Süddeutsche Zeitung en el que se mostró el alcance de la presión ejercida por parte de la industria a la canciller Angela Merkel. Para evitar que pudiera ceder ante la presión social por el escándalo, los gigantes del motor comunicaron sus "consejos" y opiniones.
El político alemán del CSU y ministro presidente de Baviera, Horst Seehofer, informó a Merkel de que el sector no estaba “en condiciones” de adaptarse a las normas que se estaban preparando en Bruselas. Ford por su parte, advirtió de una inmediata pérdida de puestos de trabajo mientras que el lobista jefe de Daimler, Eckart von Klaeden, y ex alto cargo en la cancillería de Merkel (¿recuerdas eso de las puertas giratorias?) dijo al gobierno que el liderazgo alemán en la tecnología diésel corría un gran peligro.
Volkswagen, que engañó a sabiendas de lo que hacía, ¿debe compensar también a los afectados europeos o pasar de puntillas para evitar una "tragedia laboral" e industrial? ¿Hasta qué punto son beneficiosas las actividades del lobby?
Si te interesa conocer de manera más profunda lo que se mueve en Bruselas, te recomendamos el documental 'Los negocios de Bruselas', en el que voces como la del director del lobby Foro Europeo de Servicios, Pascal Kerneis, desvela los entresijos que esconden los grupos de presión en el seno de la Unión Europea.
Foto | Pargon
En Motorpasión | La negativa de Volkswagen a compensar a los afectados europeos desespera a Bruselas (mientras, Alemania alarga su respuesta) | Esto es lo que esconde la contaminación real de los coches trucados de Volkswagen: 1.200 muertes prematuras en Europa