Mientras que en enero de 2021 podíamos encontrar el diésel a poco más de un euro en las estaciones de servicio, actualmente esta cifra es inimaginable. Según el último Boletín semanal de precios de carburantes de la UE, en España se paga el litro de diésel a una media de 1,35 euros el litro, mientras que la gasolina sin plomo 95 supera los 1,48 euros el litro.
Esto, según datos del Ministerio de Transporte, supone un incremento del precio del gasóleo más del 24 % con respecto a octubre de 2020. Y todo, en un escenario bastante negro en cuanto a la energía se refiere.
Una ensalada de factores que encarecen los precios de lo más básico
Al precio récord que está alcanzado la luz a diario hay que sumar el de los carburantes. El litro de diésel se acerca peligrosamente a 1,40 euros, mientras que la sin plomo 95 ya ha roto la barrera de 1,50 en algunas estaciones de servicio.
En países como Portugal la subida de la gasolina está llegando a tal límite -2 euros el litro- que nuestros vecinos traspasan la frontera para llenar sus depósitos en España.
Actualmente los futuros del barril de Brent, el de referencia en Europa, cotiza a más de 85 dólares el barril (en agosto se movían en torno a los 65 dólares). Está en el nivel más alto desde 2014.
El enorme repunte de la demanda tras la vuelta a la actividad económica y el encarecimiento del transporte marítimo están volviendo del revés las cadenas de suministro a nivel global, y a todo esto hay que sumar la escasez de gas natural y carbón.
De hecho, Rusia ha avisado de que no podrá suministrar gas natural adicional a Europa hasta que obtenga los permisos para operar a través del gasoducto Nord Stream 2. En este escenario, desde enero, el precio del gas natural ha subido un 250 %.
Además, la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados no están bombeando el crudo suficiente como para relajar los precios y cumplir con la producción acordada.
Los pronósticos no son buenos, y es más que probable que los futuros del crudo sigan aumentando en un escenario económico tensionado, y con ellos la gasolina, la luz y el gas.
¿De dónde vienen los precios que pagamos por repostar?
En países con precios libres, como España, los precios que pagamos por llenar el depósito de los vehículos se forman en función de tres variables que fijan los mercados, y son:
- Cotización internacional de crudos.
- Cotización internacional de productos.
- Cotización de la divisa del país (euro) frente a la divisa en que cotizan el crudo y los productos derivados (dólar).
Además de estas tres variables, entran en juego los impuestos fijados por las autoridades en cada territorio. En España el porcentaje de impuestos en el PVP del gasóleo fue en septiembre del 47,1 %, y del 50,4 % en el caso de la gasolina 95.
Recordemos que desde 2012 el IVA de los carburantes en la Península y Baleares es del 21 % (antes era del 18%).
Otra variable, que explica por qué hay tanta disparidad de precios entre unas gasolineras y otras es el margen de distribución y comercialización, que varía en función de:
- La localización geográfica de la gasolinera: si está en un núcleo urbano o por el contrario en una autopista donde apenas hay estaciones, si está próxima a refinerías o entradas costeras...
- Las relaciones existentes entre compañías petroleras y estaciones de servicios.
- Existencia de promociones locales.
- Políticas de marketing empresarial.
Es por esta razón que, en pleno derrumbe del mercado del crudo en abril de 2020, cuando el barril estadounidense cotizó por primera vez en negativo en toda su historia, seguimos pagando el diésel por encima del euro.
Es lo que se denomina efecto pluma y efecto cohete: en el primer caso, el consumidor apenas acusa la bajada de las materias primas, mientras que en el segundo, la subida del crudo repercute rápidamente en el precio final.
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