La industria del automóvil se enfrenta a uno de los mayores cambios de toda su historia. Y no sólo por la llegada ‘real’ del coche eléctrico, sino por muchos otros factores que apuntan, a una forma de entender y de poseer un vehículo totalmente diferente a lo visto hasta el momento.
Por un lado, tenemos el auge y la imparable proliferación de los SUV, un tipo de coche que arrasa en toda Europa y que ha llevado a ciertos segmentos un poco al ostracismo. Por otro lado está el coche eléctrico, un fenómeno que casi parece obligatorio si de reducir las emisiones contaminantes se refiere, aunque en el fondo queden cosas por tratar. No obstante, el mayor cambio de todos tiene que ver con el coche en propiedad, que parece tener los días contados.
El coche en propiedad, un futuro incierto
Según varios estudios y viendo cómo evoluciona el sector, el coche en propiedad dejará de tener sentido mucho antes de lo que imaginamos, con una fecha fija en el horizonte: 2025. Una fecha, por cierto, que muchos fabricantes se han puesto como tope para un lanzamiento masivo de coches ‘electrificados’ (tanto híbridos, como eléctricos puros). Aunque los factores principales son otros: las nuevas tecnologías como la conducción autónoma, el fenómeno del ‘carsharing’ y las futuras normas anticontaminación.
Para los aficionados, compartir coche no está dentro de sus planes, igual que disponer de un servicio donde poder dispone de un coche que te lleve y te traiga por su cuenta y riesgo. El automóvil es mucho más que una simple herramienta, a pesar de que su futuro parece viajar a velocidades sorprendentes hacia ese final. Tener un coche en propiedad es caro, sus gastos son muchos y parece ser, que todavía serán más y más caros. A esto deberíamos sumar los problemas de circulación en las grandes ciudades y el enfoque restrictivo que están tomando los gobiernos hacia el uso del coche.
Muchos pensarán que ‘al menos nos quedan los clásicos’, pero el caso es que no, el sector del coche clásico será uno de los peor parados con toda seguridad. Los coches han sido, casi desde el mismo día que comenzaron a producirse (hace ya más de 130 años) algo más que una simple máquina, algo más que una herramienta para desplazarse. De hecho, es muy posible que sin ese contexto que pocos entienden, la pasión por estas máquinas, el disfrute de conducir ‘porque sí’, el automóvil no habría llegado hasta donde está hoy. Pero eso está próximo a ver su final.
Las nuevas generaciones quieren coches conectados y eléctricos
Seguro que recordaréis aquel anuncio que decía ‘¿pero tiene Wi-Fi?’. Publicidad que ilustra a la perfección el camino que han tomado muchos usuarios, donde la tecnología, la electrónica y la posibilidad de estar constantemente conectado, es algo de muchísimo peso a la hora de adquirir un vehículo. Este tipo de usuario, cada día más numeroso, no entiende que gracia tiene poseer un coche sin las comodidades de los actuales. No comprende eso del ‘placer de conducir’, de arreglar las cosas por uno mismo, ve absurdo que haya gente que disfrute de sentir cada piedra bajo las ruedas, de notar como se mueve el volante con cada bache informando a su conductor de lo que está ocurriendo entre ruedas y asfalto. Para ellos son coches viejos, cacharros incómodos.
Las futuras normas sobre emisiones también harán mella en este mundillo, con muchos gobiernos buscando la forma de prohibir todos aquellos vehículos que usen combustible fósil. Y veremos con el tiempo, de donde se consigue el combustible necesario para estos testigos de la evolución de una de las industrias más importantes del mundo. Además, los coches clásicos son objetos de capricho, máquinas que se usan por placer haciendo casi obligatorio un coche moderno para los quehaceres diarios, que aumenta el coste que suponen los coches. Sobre todo con la burbuja que está sufriendo el sector, que hace subir los precios como la espuma y de forma un tanto desbocada.
El coche pasional no tiene sentido
Y no debemos olvidar que los fabricantes, están dejando un poco de lado los coches pasionales para centrarse en la próxima generación de coches ecológicos, con sistemas de conducción autónoma y por supuesto, SUV’s. Modelos que dificilmente podrán ser algún día objeto de colección por su falta, como dirían los más apasionados, de alma.Por suerte todavía quedan marcas que apuestan por el placer de conducir, pero cada día son menos.
El legado y patrimonio de los clásicos se está perdiendo inevitablemente. Podrá sobrevivir una o dos generaciones, pero el futuro del coche clásico parece estar en los museos.