Convertir un coche de combustión en eléctrico se llama retrofit. Esta práctica nació con un objetivo: alargar la vida a un modelo térmico y que pueda seguir circulando sin restricción alguna, incluso tras el apagón térmico que se espera para 2050.
Más allá del uso, a nivel técnico tiene su interés lo de sustituir todos los elementos mecánicos de un modelo térmico y que funcione. Pero cuando hablamos de una leyenda sobre ruedas la cosa pasa a herejía. Como por ejemplo, despojar de su característico V12 al mítico Ferrari Testarossa. Se ha hecho al menos dos veces, que sepamos.
Más potente, más ligero y más rápido, pero...
Una de las firmas más famosas de retrofit es la británica Electric Classic Cars. Lo hacen con todo tipo de coches clásicos: desde el Volkswagen Beetle al Mini original pasando por el primer Land Rover. Pero también tiene un Ferrari Testarossa en su haber. Y hasta le han cambiado el nombre.
Esta conversión del ochentero cavallino se llama Teslarossa, una denominación que es un juego de palabras porque le han adosado el motor de un Tesla. El trabajo lo han hecho desde el purismo y el respeto, como ocurre con el resto de sus creaciones: a primera vista es un Testarossa y los cambios se centran en su mecánica.
Así, al levantar la cubierta trasera no encontramos el V12 atmosférico de 4.9 litros y 390 CV, sino el propulsor de un modelo de la firma californiana que firma los 600 CV. En el menú igualmente está una batería de 60 kWh capaz de cargar hasta a 150 kW.
Como relata Richard Morgan, CEO de esta firma de Newtown (Gales), en sus conversiones intentan mantener el coche lo más fiel al original no sólo a nivel estético, asimismo por ejemplo en el reparto de pesos para que ruede sobre el asfalto lo más parecido posible.
Es más, a nivel de prestaciones mejora al mítico Ferrari: es más potente y pesa menos, por lo que también es más rápido. Este Teslarossa firma en la báscula los 966 kilos respecto a los más de 1.500 kilos del auténtico, lo que han conseguido con la sustitución de su mecánica y transmisión. Así, firma el 0-100 en poco más de 4,5 segundos, cuando el Testarossa lo hacía oficialmente en más de 5,0 segundos.
Y siguiendo con las mejoras, han sumado un diferencial autoblocante, suspensión semiactiva o control de tracción, lo que lo hace más manejable. A lo que se añade que su mantenimiento es más barato, al prescindir de los elementos mecánicos. Todo eso está muy bien, pero mientras nos preguntamos qué han hecho con el V12, esa obra maestra artesanal.
El otro Ferrari Testarossa eléctrico del que tenemos conocimiento es obra de Gas Monkey Garage, un preparador de Dallas. Lo presentaron el año pasado en el SEMA Show de Las Vegas. Y en su caso fueron más allá.
En parte se copiaron de los galeses porque a la conversión la llamaron Testa, por eso de fusionar Testarossa con Tesla. También sustituyeron el V12 original por un motor eléctrico, pero sumaron no pocos cambios a nivel de carrocería y habitáculo.
El Ferrari Testarossa de Gas Monkey Garage
Para empezar le quitaron el parabrisas y el techo para convertirlo en una suerte de barchetta al estilo de los Ferrari SP1 y SP2. También repintaron la carrocería, pasando del original Rosso Corsa al blanco. Además, los faros escamoteables quedan abiertos a media altura y equipan luces LED. Y el interior cambia por completo con una disposición 1+2 como la del McLaren F1.
En lo que respecta a su corazón eléctrico, en disposición trasera, es un Cascadia IDM-190 de 300 CV y 500 Nm, por lo que es menos potente que el V12. Para alimentarlo han colocado 36 baterías Kore Power donde iba alojado el depósito de gasolina. El conjunto lo completan con unos amortiguadores Bilstein AS2-R ajustables y nuevos frenos de competición. También han intentado respetar en la medida de lo posible el reparto de pesos.
Para gustos colores: habrá a quien estas conversiones del Testarossa, del que se concibieron poco más de 7.100 unidades (estando en activo la mayoría), le parezcan un sacrilegio y habrá quien piense que mejoran al superdeportivo italiano. En la redacción de Motorpasión lo tenemos claro: hay ciertos coches que merecen quedarse como están. Y uno de los Ferrari más míticos es uno de ellos.