La pasión por el automóvil y la seguridad vial

En esta ocasión voy a hablar en segunda persona, si me lo permites, te voy a tutear, personalmente, como si estuviésemos charlando cara a cara. Si estás leyendo Motorpasión, es que se supone que te chiflan los coches y lo que significan, y cada uno de nosotros tiene una forma distinta de entenderlo.

Seguramente has oído hablar alguna vez de eso llamado seguridad vial. ¿Pero eso qué es? No fue exactamente así, pero un día un tío se levantó con una idea genial en la cabeza, y dijo “Voy a inventar la seguridad vial”. Inventar no es descubrir, supone hacer algo de forma artificial.

En un estado natural, sin educación alguna, el hombre es un animal como cualquier otro. Con la evolución, nos hemos convertido en seres sociales, con usos, costumbres, normas, etc. Esas normas, entre otras cosas, nos permiten disfrutar a ti y a mi de la carretera y que otros tantos millones puedan hacerlo a la vez.

A veces, la sociedad acaba introduciendo reglamentación para regular algunos comportamientos que de otra forma se producían por el criterio de cada cual. No siempre esas regulaciones son de nuestro gusto o nuestro agrado, pero hemos de preguntarnos hasta qué punto son necesarias y por qué se han puesto.

Seguro que a raíz de ese post sobre el nuevo código penal te has podido enfadar o indignar, que cómo se atreven a amenazar con la cárcel a gente que disfruta del coche, que los legisladores no saben nada de automóvil, que es poner puertas al campo… o lo que hayas pensado, no soy adivino.

¿Por qué se ha hecho? Las razones son muy diversas. Podemos pensar que es para aumentar la población reclusa, para caminar hacia un estado dictatorial, para recaudar más con las multas… ¿y qué pasa con la opción de “para poner un poquito de orden”? Antes de seguir adelante, vamos a recordar algo que pasó en Sevilla hace unos años. Un ejemplo de tantos…

Resulta que un chico que conducía sin carnet ni seguro atropelló a un hombre. Se saltó un semáforo en rojo a 80, lo mató, y se dio a la fuga. Luego intentó ocultarlo, llegando a culpar a su hermano menor de edad. Cuando se descubrió el pastel, fue porque hablábamos de un famoso. Seguro que ya te has dado cuenta que hablo de Farruquito.

Por entonces, hacer lo que él hizo no estaba tan penado como lo está ahora. Al final, después de muchas protestas populares e indignación lógica, acabó entrando en la cárcel y luego acabó saliendo. Con el nuevo código penal, Farruquito habría entrado en la cárcel con un chasquido de dedos (más o menos). La otra vez se tardó cuatro años.

¿Era Farruquito un apasionado del volante? Ni lo sé ni me importa. No es el único caso que ha habido de este tipo, ha habido más (solo que a este se le dio bombo), y desde arriba se han movido hilos para intentar que estas cosas no vuelvan a ocurrir, y si ocurren, la respuesta de la sociedad sea contundente. Perdona, me voy por las ramas.

Viendo la lista de delitos que suponen posible cárcel incluso llegar a quedarte sin el coche, no entiendo cuáles de ellos pueden asociarse a la pasión por el automóvil, a saber: conducir borracho, en sentido contrario, de forma temeraria, alcanzar velocidades escandalosas, o despreciar la vida de los demás.

Es cierto que el código de la circulación, tal y como está, no permite que todo el mundo de rienda suelta a sus deseos, impulsos y fantasías al volante. ¡Menos mal que es así! Existen alternativas, muchas alternativas, que permiten disfrutar del coche de una forma segura, o como mínimo, más controlada.

Casi todos nosotros queremos emular a algún piloto de carreras, da igual en qué categoría. Los envidiamos porque pueden disfrutar a tope, con adrenalina a mansalva, y no se les condena por ello sino que se les encumbra, se les alaba y se les reconoce casi como héroes. Esto viene de la época de los griegos, o de antes incluso.

Esos mismos pilotos, salvo vergonzosas excepciones, saben delimitar lo que es la carretera del circuito, y que no es lo mismo competir que circular. Si todos condujésemos a ritmo de piloto (o intentándolo más bien), sería el momento de invertir en pompas fúnebres o en chatarrerías, porque se iban a poner morados de negocio.

Pero hay cosas que están al alcance de casi todo el mundo: karts, carreras de slalom (licencia, casco, seguro y te vale cualquier coche), carreras de regularidad de coche clásico, copilotaje en circuito, tandas libres en circuito, simuladores de conducción, cursos de conducción deportiva de alto rendimiento, etc.

Vale, no todos valemos para pilotos ni lo podemos ser. Pero sí hay formas de sudar la adrenalina al máximo y no por ello ser un peligro constante. De acuerdo, cuesta dinero, pero hasta lo que yo sé, los coches no son gratis, tampoco la gasolina, ni el seguro, ni todo lo que implica tenerlo. La vida cuesta dinero en general.

¿Y si no tengo dinero? ¿Cómo me desfogo?

Hay muchas respuestas incorrectas a esta pregunta, como tomar rotondas a toda leche, pulverizar los límites de velocidad, los piques, carreras de polígono en fin de semana, ir de tramo, etc. La conducción responsable es incompatible con esas actitudes, y son realmente peligrosas.

Hay gente a la que no le importa correr un riesgo adicional para liberar su pasión al volante. Primero, no debe. Si aún así quiere hacerlo, debe asegurarse de una cosa: que nadie más se verá involucrado. Es posible que algún día alguna familia se acuerde de la mía por haber dicho eso, por eso de ser víctimas colaterales.

A menos que te odie todo el planeta, siempre puede sufrir alguien. Y no queremos eso ¿verdad? Queremos disfrutar del coche, pero con dos dedos de frente, para que podamos seguir disfrutándolo. Puede que solo tengas la mitad de mala suerte, y cambies las cuatro ruedas por la silla de ruedas.

Antes hablábamos de “eso” de la seguridad vial. ¿Te gusta salir de un sitio y llegar a otro, de una pieza, y sin rasguños? Entonces, aunque no lo sabías, también te gusta la seguridad vial. No es solo cosa de intelectuales amargados que odian el automóvil, también nos gusta a ti y a mi, pero lo llamamos con palabras diferentes.

Uno ha de vigilar por la seguridad de tres elementos: yo, tu, ellos. Primero, preocúpate de tu seguridad, luego de la de los que van contigo en el coche y tercero, y no menos importante, de la de los demás usuarios de la vía: gente como tú y como yo. Cuidar del “yo” es muy muy deseable, pero los otros dos deben ser imprescindibles.

Cuando nos convertimos en adultos, pasamos a ser responsables de nuestras acciones. Cada cosa que hagamos debe ir acompañada de una declaración de responsabilidad, del tipo “yo hago esto y me hago responsable de las consecuencias”. Hay cosas que no puedes cambiar ni influir, pero otras sí, y una de ellas, es la actitud al volante.

A los que realmente nos gusta el automóvil y lo disfrutamos con cabeza, nos molesta bastante que se nos equipare con auténticos delincuentes, que son el cáncer de la carretera. Se puede disfrutar sin ser un delincuente, ¡vaya que si se puede!

Hay gente que no atiende a razones, es muy difícil de encarrilar o no quiere ser encarrilada, para ellos está el “jarabe de palo” legal. Para los demás, está el uso del cerebro, que está para algo más que para añadir peso a la cabeza. Un delito contra la seguridad vial no es pasión por el automóvil, es otra cosa.

Esta pasión no es barata, es bastante cara, muy muy cara. Si tienes la necesidad de quemar adrenalina, te pido por favor que lo hagas en un lugar habilitado para ello, y no en cualquier sitio. Lo malo de hacerlo en otro sitio, es que a veces hay coprotagonistas no invitados, o el no invitado eres tú, y pagas los platos rotos de otro.

No quiero enrollarme más, el espacio es limitado. Piensa en que el coche se disfruta estando vivo y sin causar mal ajeno. Hay quien no pensó esto a tiempo y ahora está con césped por encima, en una silla de ruedas o sin ganas de volver a coger un coche en su vida por algo que prefiere no recordar ya.

Los verdaderos destinatarios de esta reforma del código penal son los que hacen de las carreteras un infierno, gente con la que afortunadamente nos cruzamos poco/nada, y que es mejor tenerla muy, pero que muy lejos. No es algo contra el apasionado del automóvil, en absoluto. Mira cómo tiemblo.

Hay veces que ni la educación vial, ni las multas económicas, ni pedir las cosas por las buenas funciona, y hay que hacerlo por las malas: amenazando con privaciones de libertad y con decomisar el coche. Son casos extremos, pero los hay, y no se puede ser tan condescendiente con quienes ponen a los demás en peligro innecesario.

No me preocupa lo más mínimo esta reforma, te voy a ser sincero, porque no soy un delincuente. Si un día me pillan a 150, palmo 50 euros, pero ni me quedo sin coche, ni me voy a la cárcel. Si me pillan a 150 en una avenida y casi me cargo a unos peatones, ¿debe el sistema decirme “niño malo, eso no se hace” y no hacer nada más? Piénsalo. Son medidas excepcionales para casos extremos.

En definitiva: disfruta el automóvil con moderación, es tu responsabilidad.

Un saludo para todos los conductores responsables y apasionados, y para la gente de Supra Club.
Vídeo | Youtube

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