The mamas and the papas y la vuelta al cole

No sé en tu pueblo, pero por aquí está chunga la cosa hoy. Como quien vuelve a casa por Navidad, vuelven los niños al cole, y con ellos un ejército de kilogramos en forma de coches inmensos para plantar donde sea. Cualquier lugar es bueno para el SUV del papi, de la mami o del abueli si le toca este año, también, hacer algo por su hija y su yerno, que total, para estar en casa todo el día…

Y allí los ves a segunda hora de la mañana, que la primera es para los currantes de verdad, dejando el coche en medio de la acera, o plantado en el paso de peatones, o encaramado a una papelera, que para algo le dijeron en el conce que era todoterreno, ... siendo un jueves en pleno lunes, vamos. Molestando todo lo molestable porque, sobre todo lo demás, lo que importa es la comodidad del niño.

Sobre todo, que el coche quede bien cerquita de la puerta del colegio, no vaya a ser que al niño se le rompa algo por caminar unas docenas de metros cada día, que luego nos dirán que los chavales están gordos y nos preguntaremos por qué, si les damos lo mejor de lo que tenemos.

Sobre todo, que el niño no tenga que convivir con ningún otro ser por el barrio, ni siquiera con el vecino del que hábilmente nos escabullimos al correr hasta el ascensor, que luego nos quejaremos de que está volviéndose muy raro el crío y de que no sale de casa ni por equivocación.

Sobre todo, que nadie le enseñe a ese crío a caminar por la calle, no vaya a ser que aprenda a cruzar por donde es debido y luego nadie lo atropelle, no vaya a ser que aprenda a ir correctamente en bici y no se lo lleve por delante un camión, no vaya a ser que aprenda algo de la educación vial que tanto les falta a su padre, a su madre, a su abuelo y a la madre que los parió a todos.

Hagamos del niño un imbécil1más para la colección, claro que sí, y de esta manera al cabo de unos años tendremos motivo de queja, y por ahora que se vayan quejando los demás, que el coche ahí no molesta y, total, es un momentito™. Lo justo para coincidir frente a la puerta con dos decenas de mamarrachos3 más que no saben aparcar en otro sitio, y montar el show nuestro de cada día.

¡La culpa la tiene el gobierno!

O el alcalde. O la portera. La cuestión es hacer como el avestruz, aunque es cada uno el que decide menear dos toneladas de SUV para mover un crío de 30 kilos. Más otras dos que veo ahí. Y otras que entran por la calle. Y espérate, que aún no ha llegado la que entra siempre a toda leche porque llega tarde por sistema. Un día le hago una verónica con la chaqueta para recibirla, verás qué cara pone.

Y sí, hay escuelas que quedan en emplazamientos imposibles. Todos hemos visto aquel colegio que ya funcionaba como tal cuando el pueblo eran cuatro casas y un hostal, y ahora está rodeado de edificios embutidos entre callejuelas. Allí, ¿cómo podemos aspirar a meter un coche por cada uno o dos niños escolarizados? ¡Si habría que demoler medio barrio para conseguirlo!

Hay ayuntamientos que optan por el corte de la circulación. A eso de las ocho y pico, sale el policía local, planta una valla… y ahí ya no pasa nadie. Otros consistorios dan la batalla por perdida y permiten el estacionamiento indiscriminado en doble fila, en tercera y hasta en cuarta si queda espacio para pasar con un patinete. Total, es un momentito… así que el policía local hace la vista tan gorda que necesitará tres dietas severas para devolver sus ojos a un tamaño razonable.

Finalmente, y esto me llama poderosísimamente la atención, hay municipios que emplazan los colegios nuevos en las afueras de la población. Fascinante. Yo vivo en un lugar donde esas cosas suceden. El otro día pasé por un solar en el que habían florecido dos barracones y un cartelón, casi más grande que el colegio, anunciando a bombo y platillo el advenimiento de una nueva escuela.

Atónito, di la vuelta sobre mis pies como quien rueda en travelling circular y me rasqué el cogote cual chimpancé pensativo. Allí no hay nada salvo el colegio y naves industriales. Nada. Cualquier crío que tenga que llegar hasta allí lo hará en coche. De momento no hay mayor problema que la falta de educación vial que se le da al chaval, pero… ¿qué pasará cuando la actividad industrial aumente?

Pan para hoy… y hambre para mañana. A veces pienso que si ciertos alcaldes hubieran jugado más al SimCity, esto no les pasaría. O sí, y encima les vendría Godzilla, un tornado y una riada y se les destrozaría todo el poblado. Qué mala suerte tenemos… A ellos les iba más el Monopoly.

La batallita del abuelo Cebolleta

Permíteme que me tome un caramelo de esos del anuncio del yayete que le come la cabeza al nieto antes de explicarte que cuando yo estaba en edad de aprenderme las tablas de multiplicar me tocaba patearme un kilómetro de mi casa hasta el cole. Bueno, el repelente niño Vicente de Google Maps me ñiñinea ahora con que son 950 metros, pero qué más da.

Iba y volvía y volvía a ir y volvía a volver. Andando. Además, durante unos añicos estuve trasladado por obras a otro cole, de suerte que durante cuatro cursos tuve que patear no un kilómetro sino un kilómetro y cuarto, cuatro veces al día. Y luego por la tarde me largaba con los amigos o a la biblioteca o adonde fuera. Vamos, que no me hizo falta coche para nada, y aquí estoy.

Admito que hay situaciones en las que el coche es necesario para ir al cole. Sigo con mis abueleces. Hace algún tiempo, tras una mudanza prenavideña con cambio de municipio, mantuvimos a las niñas en su cole hasta junio para no partirles el curso. Fueron seis meses llevándolas cada día en coche. Eso sí, yo aparcaba como a 100 metros del lugar y así me evitaba el follón de estacionar de canto, que quieras que no es una maniobra que entraña su complejidad.

No sé, son ideas que se me ocurren…

Pero como en esta vida lo penúltimo que se pierde es la esperanza, voy a ir acabando con lo que supongo que es, dentro de lo mal que está el panorama, una buena noticia. Cada vez hay más zonas en las que se montan unas rutas a pie para ir al cole en plan comitiva organizada. Sí, como las que salen en las pelis yankis, pero sin la paleta con la señal de stop.

Es una manera de institucionalizar el sentido común que antes nos caracterizaba a las personas. Ahora son monitores, escuelas, asociaciones de padres, ayuntamientos, quienes todos a una intentan devolver un poco de cordura a la movilidad de cada mañana. A falta de familiares con cabeza, buenas son tortas, pero la de ir andando en grupo no es todavía una práctica generalizada.

Así que paciencia, que el mes de junio está a la vuelta de la esquina. Lo que pasa es que hay que dar un poco de rodeo, pero creo que sobreviviremos. Yo, por si acaso, seguiré yendo a patita cada mañana y vigilando dónde ponen las ruedas los demás. Por lo que pueda pasar.

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