Al amanecer del 5 de agosto de 2001 Richard Ankrom se subió a su camioneta y condujo hasta el centro de Los Ángeles (EEUU) para llevar a cabo un plan que llevaba meses preparando: añadir una señal de tráfico hecha por él mismo en la autopista para que los conductores dejasen de perderse, ante la inoperancia de las administraciones.
Esta acción del artista formó parte de “un servicio público guerrillero” que desafiaba a la ley, y sorprendentemente funcionó. En tiempos en los que los navegadores GPS no eran precisamente confiables, y aplicaciones como Google Maps no estaban ni en proyecto, la señal ayudó a miles de conductores durante ocho años. Las autoridades nunca se dieron cuenta.
Todos hemos querido ser Richard Ankrom alguna vez
Pongámonos en situación. La autopista estadounidense 110 discurre de norte a sur por la cuenca de Los Ángeles (California, EEUU) desde Long Beach hasta el centro de la ciudad, antes de terminar en Pasadena. Por el camino se cruza con otras autopistas como la I-5, una de las principales carreteras que atraviesa California.
Cientos de miles de personas pasan cada mes por ese enlace, pero la salida desde la 110 a la I-5 dirección norte es muy abrupta, ya que está escondida en el lado izquierdo al final de un túnel. Durante décadas, ninguna señal avisaba para que los conductores se pudieran poner a tiempo en el carril izquierdo y todo el mundo se pasaba la salida, incluyendo a Richard Ankrom.
Molesto tras perderse varias veces, se le ocurrió una genialidad: “Soy rotulista, ¡yo podría hacerlo!”, explicaba Ankrom en una entrevista con ABC7 en su día. Y dicho y hecho. Estuvo tres meses trabajando en hacer tanto una señal como un gran letrero idénticos a los oficiales de la empresa estatal Cooltrans que indicasen la salida.
Tipo de letra, color exacto, pátina… Ankrom incluso encontró los reflectantes que se utilizan en otras señales legítimas y convenció al proveedor para que le diera algunos “para un proyecto de cine”. Cuando estuvo convencido de que sus señales parecían auténticas, ideó un plan para instalarlo en un panel existente en pleno centro de Los Ángeles, a unos 3,5 km de la salida.
Al principio, el artista dijo que quería vestirse de negro e instalar sus señales en plena oscuridad. Pero luego decidió que “si lo que hacía era realmente por el bienestar del público, debía hacerlo a plena luz del día”.
Y eso hizo, ataviado con un casco y un chaleco reflectante que compró en Home Depot, su camioneta rotulada como si fuera de servicio público e incluso llevaba un permiso falso en la guantera, por si alguien se los pedía. Pero nadie le pidió nada.
Ankrom llegó pronto y aparcó cerca. Con sus señales bajo el brazo, se subió a una escalera en el lateral de la autopista 110 antes de bailar un vals sobre la pasarela mientras sus amigos lo grababan todo. Una vez colgados el cartel y la señal que indicaban la proximidad de la salida, Ankrom se fue tan rápido como había llegado.
Los conductores felices, y Caltrans no se dio ni cuenta hasta que el propio artista filtró sus acción a la prensa en 2009. Su señal y su letrero ya entonces estaban algo descoloridos, pero el Departamento de Transportes se limitó a sustituirlos por otros iguales y volvió a ponerlos exactamente donde Ankrom los había puesto en su día.
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Aunque Caltrans no aprobó sus métodos, reconoció la calidad de su trabajo y decidió no presentar cargos. Así, el "servicio público guerrillero" de Ankrom se convirtió en una leyenda en Los Ángeles, y le valió entrevistas en medios de noticias nacionales. Por supuesto, la acción del artista no acabó ahí.
El artista afirmó en su día “que seguiría trabajando en otras acciones secretas que podrían llevarle a la cárcel durante las dos décadas siguientes” como reemplazar banderas estadounidenses por otras personalizadas que representan territorios afectados por el imperialismo estadounidense, y posiblemente hoy lo siga haciendo. “Solo tengo que esperar a que prescriban para no ir a la cárcel”, bromea Ankrom.
Hoy en día las cosas son diferentes. Ante la desidia de las administraciones, ni siquiera podrías pensar en arreglar por ti mismo un bache que lleva años dando problemas sin temer a represalias. A no ser que seas Rod Stewart y sus vecinos, claro, que en lugar de recibir una multa por arreglar una carretera de su barrio, consiguieron que los responsables llevasen a cabo las reparaciones necesarias.