Hace 10 años por estas fechas estaba de viaje por Estados Unidos con unos amigos. Orlando fue la base de operaciones en aquel viaje, aunque también hicimos una visita a Miami. De camino hacia la ciudad más hispana de Estados Unidos, me enteré por casualidad de que al día siguiente se disputarían las 24 Horas de Daytona, así que no quise perder la oportunidad de asistir a una carrera de la que hoy todo el mundo está hablando por la participación de Fernando Alonso y otros pilotos españoles, como Dani Juncadella, Miguel Molina y Antonio García, único español que ha vencido esa prueba en la edición de 2009.
Aquel viaje a Daytona me sirvió para varias cosas. Por un lado, para conocer cómo es desde dentro esta competición, tan antagónica con las otras pruebas de 24 horas que se celebran en Europa. Por otro lado, descubrí un lugar fantástico, las playas de Daytona, lugar donde realmente nacieron las 24 Horas de Daytona y casi podríamos decir el automovilismo de competición en Estados Unidos, un infinito arenal donde como pude comprobar, es legal entrar con el coche y conducir libremente.
Daytona International Speedway, un circuito gigante casi vacío
Lo primero de lo que vamos a hablar, es sobre la carrera de las 24 Horas de Daytona. El circuito, como es habitual en este tipo de instalaciones en Estados Unidos es gigantesco. Una fastuosa construcción con capacidad para 101.500 espectadores sentados en las gradas, más los que pueden estar viendo las carreras desde la parte interior del trazado.
Como curiosidad, aunque el circuito no está junto al mar, desde la parte más alta de las gradas se puede ver perfectamente el Océano Atlántico, lo cual nos permite dimensionar cómo de altas son las mismas. También dicen que el Daytona International Speedway es la instalación deportiva con más luces de Estados Unidos, ya que desde que se celebró la primera carrera puramente nocturna en 1998, cuenta con 2.000 luces permanentes.
El circuito cuenta con diferentes variantes. La más famosa es la peraltada exterior, un triple óvalo de 5,73 kilómetros que se utiliza principalmente en la carrera de la Nascar más famosa, la Daytona 500 que recibe el nombre por las 500 millas que han de recorrer los pilotos hasta completarla. Y es que aunque ahora se hable mucho de las 24 Horas de Daytona, lo cierto es que allí es una carrera con relativamente poco atractivo para los espectadores.
Cuando estuve en 2008, esa fue una de las cosas que más me llamaron la atención. El 90% de las gradas estaban vacías, y solo la tribuna situada justo enfrente de los boxes tenía algo de público. Soy muy malo calculando estas cosas, pero estimo que no había ni 10.000 espectadores. Durante las 24 horas la mayoría de ellos se sitúan dentro del trazado, ya que en esta competición en lugar de utilizar la variante externa, solo toman parte del óvalo peraltado y el resto del recorrido discurre por una variante interna con curvas de todo tipo.
Poco aficionado de verdad
En el interior se pueden aparcar autocaravanas de esas que tanto gustan a los norteamericanos. Los aficionados aparcaron el viernes sus vehículos vivienda y allí estaban, tomando cervezas y haciendo barbacoas mientras los coches disputaban la competición. Tal vez lo que más me llamó la atención, además del perfil aparentemente poco Petrolhead y más Redneck de los allí presentes, fue la poca atención que la mayoría prestaban al desarrollo de la carrera. Más bien se preocupaban por si podrían tomar otra Budweiser o si tendrían que poner otra hamburguesa en las brasas.
Como curiosidad, en la edición del año 2008 el ganador fue el equipo Telmex Ganassi Racing, con los pilotos Dario Franchitti, Scott Pruett, Memo Rojas y Juan Pablo Montoya, el ex piloto de Fórmula 1 que recientemente se había marchado a Estados Unidos después de haber vivido en Madrid durante sus años en la máxima categoría del automovilismo.
Todo comenzó en las playas de Daytona
A decir verdad, mi experiencia en aquellas 24 Horas de Daytona fue un tanto decepcionante. Teníamos una entrada de grada, y por el perfil del circuito y tratándose de una carrera de resistencia, no era precisamente apasionante estar casi solo en una grada rodeado de miles de asientos vacíos desde los que apenas veías pasar los coches por delante unos tres o cuatro segundos.
Por ello, después de varias horas intentando entender qué pasaba, decidí irme antes del anochecer para visitar un sitio muy especial, Daytona Beach. La playa es un descomunal arenal de arena compacta que mide muchas, muchas millas. Allí podemos considerar que es donde nació el automovilismo deportivo a comienzos del Siglo XX.
Porque según los archivos históricos, el 27 de enero del año 1904 el multimillonario europeo William K. Vanderbilt hizo el primer intento de batir un récord de velocidad en coche sobre las arenas de Daytona, consiguiendo alcanzar 92,30 millas por hora en 39 segundos con su Mercedes de 90 caballos, por aquel entonces el coche más potente del mundo. Como curiosidad, Vanderbilt había ganado con ese mismo coche en el año 1903 la carrera París - Madrid.
Y desde esos primeros años del Siglo XX hasta muchas décadas después, las arenas de la playa de Daytona fueron el escenario de muchas competiciones automovilísticas, que iban desde los récords de velocidad de Malcolm Campbell hasta las carreras de la Nascar, que se disputaron en el arenal entre los años 1948 y 1959, hasta que fue sustituido por el circuito permanente que ahora conocemos.
La playa cuenta con un largo embarcadero de esos tan típicamente americanos, formado por una estructura de pilares de madera que se adentra en el mar. Como curiosidad, durante los años de las carreras de coches en el arenal, algunos pilares se quitaban para permitir que los coches de carreras pasasen por debajo en carrera.
Conduciendo por la playa de Daytona, una experiencia única
Al volante de un Chrysler 300C de alquiler llegamos al la calle contigua a la arena de la playa y cual fue nuestra sorpresa al ver que muchos coches se adentraban en la playa y otros estaban aparcados en la arena. Como no queríamos cometer ninguna ilegalidad, me bajé del coche y pregunté a un vecino que estaba por la zona si se podía entrar libremente con los coches por la playa.
Me dijo que sí, que era habitual que la gente entrase con sus coches por la playa para ver la puesta de sol o simplemente para disfrutar de la experiencia única que supone conducir por una playa, y hacerlo legalmente sin aparente riesgo de quedarse atrapado en la arena. Sin dudarlo ni un momento, nos adentramos con nuestro mastodóntico Chrysler 300C en la arena, recorrimos varias millas y aparcamos para ver la puesta de sol en lo que fue una escena muy bonita que jamás olvidaré.
Así pues, si tienes ocasión de pasar cerca de la bonita población de Daytona Beach algún día, no pierdas la oportunidad y dirígete a la arena de la playa al atardecer. Cuando estés conduciendo por la playa, recordarás que hace más de 115 años allí se disputaron las primeras carreras de coches de la historia de Estados Unidos y que gracias a aquellos atrevidos pilotos, hoy existe en la misma población una competición como las 24 Horas de Daytona donde participan pilotos de la talla de Fernando Alonso.