Hace años que las gasolineras venden mucho más que carburantes, aceites y refrigerantes. Pasar por la gasolinera y comprar todo tipo de artículos de supermercado, incluso aunque no tengamos la necesidad de repostar, es algo que ya hemos asimilado como habitual. Sin embargo, es fácil intuir que comprar en estos establecimientos una botella de agua o un refresco o una bolsa de patatas fritas puede suponer una considerable puñalada para nuestro bolsillo, en comparación con adquirir esos mismos productos en un supermercado.
¿Hasta qué punto esto es así? Para salir de dudas, y aprovechando algunos trayectos que podría hacer cualquiera de nosotros, hemos llevado a cabo una pequeña comparativa de precios que nos ha permitido comprobarlo. ¿Sale tan caro como parece comprar artículos de supermercado en una gasolinera? Lo sabremos enseguida.
Eligiendo la most surrealistic cesta de la compra ever (aka: no intenten mezclarlo en sus panzas)
Lo primero era elegir una cesta de la compra tipo. Tipo... voy con el coche por la autopista con la familia o los amigos y nos entra gazuza, ergo paramos un momento para pillar cosas y seguir nuestro camino. La composición de esta cesta no da como para una dieta demasiado equilibrada, y además contiene errores y olvidos como los que suelen ocurrir cuando entramos a comprar en mitad del camino, pero también cuenta con algunos imprescindibles en cualquier viaje. Una unidad de cada, no porque seamos especialmente agarrados, sino para facilitar la comparación de precios:
- Refresco. Refresco que empieza por Coca y acaba por Cola, imprescindible para muchos. Para el caso que nos ocupa, una lata de 33 cl típica.
- Agua. Para el resto. Font Vella de litro y medio, muy habitual.
- Cerveza. Una para el radical del grupo. En este caso elegimos una Coronita, más que nada por pura mecánica aleatoria. Luego veremos que no es la mejor opción posible, porque no está disponible en la mayoría de establecimientos. Una mala decisión para nuestro propósito.
- Patatas fritas. Una bolsa de Lay's, para picotear.
- Pringles. Porque siempre hay alguien que se encapricha de ellas.
- Leche. Pascual o Puleva, dependiendo del establecimiento. Porque en las gasolineras que tienen supermercado siempre venden leche. Por si nos toca un atasco que nos lleve a pernoctar.
- Batido de cacao. Cacaolat, la marca más presente en el escenario de trabajo. Por si alguien tiene el día exquisito y desea ir más allá del simple vaso de leche entera.
- Queso para untar. Philadelphia, por si nos entra hambre —aunque no cogemos pan de molde, oh craso error, y ni siquiera un triste cuchillo para untarlo.
- Ensalada preparada. Una de esas tarrinas de Ensalada Carretilla, por si alguien se queda con hambre después de lamer el Philadelphia previamente untado en las manos.
- Fabada asturiana. Litoral. Para el gracioso del grupo, que también se ha quedado con hambre.
Una vez elegidos los artículos imprescindibles para nuestro viaje, nos disponemos a realizar una ruta, haciendo parada en algunas gasolineras, y a ver qué nos encontramos por el camino.
Cuanto más frecuentada por los guiris sea tu ruta, más caro lo vas a pagar (¿o acaso lo dudabas?)
Nos planteamos un recorrido de aproximación a una ciudad como Barcelona —más que nada porque es la que nos queda más a mano—: llegamos por la AP-7, que es una ruta concurridísima por turistas que vienen del resto de Europa para conocer España, y ahí nos entran ganas de tomar algo, de manera que haremos la primera parada en una área de servicio de la autopista. Luego haremos un cambio de vía para dirigirnos a la ciudad por la C-58, en un camino mucho más habitual de los autóctonos —por aquello de ahorrarnos un peaje que no nos apetece nada pagar— y volveremos a detenernos para comprar los mismos artículos. Una vez llegados a la ciudad, nos detendremos en el primer centro comercial que nos pille de camino (es decir, La Maquinista), y allí haremos una curiosa comprobación entre lo que supone comprar en una gasolinera o en un hipermercado... que está al lado.
Es decir, esto:
- Arrancamos la ruta en la bifurcación entre la C-33 y la AP-7, a la altura de Montmeló, y elegimos la segunda vía para ahorrarnos el peaje absurdo que hay en la primera.
- Ya en la AP-7, a la altura de Santa Perpètua de Mogoda (km 144,1), nos paramos en el Àrea del Vallès (Repsol), sin entrar en el Burger King, que hemos venido a lo que hemos venido.
- Luego cambiamos de autopista, a la altura de Barberà del Vallès, hacia la C-58 en dirección hacia Barcelona, y a la altura de Montcada i Reixac (km 2,8) nos paramos en el Portal del Vallès (BP - Inursa).
- Finalmente, nos acercamos a las rondas de Barcelona y accedemos al Centro Comercial La Maquinista para visitar el Carrefour, no sin antes pasar por la gasolinera que hay justo fuera (Petrocat).
A golpe de Google, no se tarda más de 13 minutos entre la primera parada de nuestro camino (Àrea del Vallès, AP-7 - km 144,1) y el destino final (Carrefour La Maquinista). Claro que puede ser más tiempo cuando el tráfico es un caos, pero ¿justifica la comodidad que nos da una tienda a pie de pista que paguemos precios ciertamente desorbitados por algunos productos?
Ahí va un adelanto: cuanto más guiri transite la ruta, más elevados serán los precios que nos encontraremos para los mismos artículos. Vale, a nadie le sorprenderá demasiado la noticia, pero lo importante es hasta qué punto son más elevados o mucho más elevados esos precios.
Precios hasta un 393 % más caros, o cómo pagar casi cuatro veces por un mismo producto
Ha llegado el momento de pasar por caja y comparar. Y con la calculadora en la mano, la verdad es que el resultado duele un poco a la vista. Y al bolsillo.
Comparamos los precios obtenidos en las gasolineras —las tres que hemos encontrado por el camino desde que nos ha entrado hambre y sed— con los precios que vemos en el hipermercado del centro comercial (Carrefour - La Maquinista) y, ya que estamos, recogemos como dato de contraste los precios de un supermercado Mercadona cercano, hallado con el comparador de supermercados Carritus utilizando el código postal de la zona: 08030. El resultado es este que sigue:
Precios a día 19 de agosto de 2015 | Àrea del Vallès (AP-7 - km 144,1) | Portal del Vallès (C-58 - km 2,8) | Petrocat La Maquinista | Carrefour La Maquinista | Mercadona misma zona | Relación máx / mín |
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Agua Font Vella - botella 1,5 L | 1,95 € | 1,20 € | 1,50 € | 0,53 € | 0,53 € | 368 % |
Batido de cacao Cacaolat - botella 1 L | 3,45 € | 2,60 € | n/d | 1,59 € | 1,59 € | 217 % |
Cerveza Coronita - botella 35,5 cl | 3,35 € | n/d | n/d | 1,22 € | 1,24 € | 275 % |
Coca Cola - lata 33 cl | 2,20 € | 1,10 € | 1,25 € | 0,56 € | 0,56 € | 393 % |
Ensalada Carretilla - tarrina 200 g | 2,29 € | n/d | 2,35 € | 1,72 € | n/d | 137 % |
Fabada asturiana Litoral - lata 435 g | 4,90 € | n/d | n/d | 1,67 € | 1,70 € | 293 % |
Leche Pascual Entera - tetrabrik 1 L * | 1,60 € | 1,50 € | n/d | 0,85 € | 0,96 € | 188 % |
Patatas fritas Lay's - bolsa 170 g | 2,79 € | 2,45 € | 2,75 € | 1,35 € | 1,25 € | 223 % |
Pringles Original - paquete tubo 190 g | 4,95 € | n/d | 3,25 € | 1,91 € | 1,65 € | 300 % |
Queso untar Philadelphia - 200 g | 4,65 € | n/d | n/d | 1,38 € | 1,90 € | 337 % |
*: Leche Puleva Entera - tetrabrik 1 L, en Àrea del Vallès (AP-7 - km 144,1). |
Comportamientos curiosos, o cuando pagamos de más con tal de no cruzar una simple puerta
Obviamente esta comparativa no es científica, ni desde la concepción de la extraña cesta de la compra, que hemos improvisado como lo haríamos en el caso de hacer un alto en el camino de forma no planificada, ni eligiendo las gasolineras o los supermercados, por la misma razón. Es una simple prueba empírica, y sus resultados quizá no sean siquiera extrapolables, sólo ilustrativos de una realidad muy concreta. Sin embargo, este paseo por los supermercados de las gasolineras revela algún comportamiento curioso, como aquel que nos lleva a comprar más caro por una simple cuestión de comodidad.
El ejemplo que vemos en La Maquinista quizá sirva para dejar esto más claro. La cosa es que hay una gasolinera que está junto al centro comercial. Es decir, que al otro lado de la pared de la gasolinera, hay un hipermercado cuyo parking es gratuito, sin limitaciones de horario o restricciones de cualquier tipo, salvo las dimensiones del vehículo o la capacidad del lugar. Evidentemente pagamos de más por la comodidad, aunque el hipermercado cuente con cajas de autopago, a lo Juan Palomo, para evitar según qué colas. De todas formas, conviene valorar que, en el ejemplo propuesto, estamos pagando 1,50 euros o 0,53 euros por la misma botella de agua de 1,5 litros. Y sí, la diferencia prácticamente está en cruzar una simple puerta. ¿Vale la pena?
Guía para no perderse (demasiado) al hablar sobre el negocio de las estaciones de servicio
Antes de continuar nuestro recorrido, conviene hacer un alto en el camino y tener en mente que hablamos de un sector que posee unas especificidades en cuanto a los contratos de las empresas que inciden de forma más o menos directa en los precios que encontramos cuando acudimos a repostar. Tal como explica la Comisión Nacional de Energía, los tipos de vínculos contractuales que tradicionalmente se distinguen entre los operadores al por mayor y los distribuidores minoristas de las instalaciones pertenecientes a sus redes de distribución son los siguientes:
- COCO (Company Owned ? Company Operated): Instalaciones de suministro propiedad del operador al por mayor.
- CODO (Company Owned ? Dealer Operated): Instalaciones en las que el operador al por mayor conserva la propiedad del punto de venta, pero tiene cedida la gestión a favor de un tercero en virtud de un contrato de arrendamiento de larga duración con exclusividad de suministro de los productos del operador.
- DOCO (Dealer Owned ? Company Operated): Instalaciones propiedad de un particular que cede a un operador al por mayor exclusivamente la gestión del punto de venta para explotarla por sí mismo o a través de una sociedad filial especializada.
- DODO (Dealer Owned ? Dealer Operated): Instalaciones de suministro titularidad de una persona física o jurídica vinculada al operador al por mayor mediante un contrato de suministro en exclusiva que incluye el abanderamiento de la instalación con los signos distintivos de la imagen de marca del suministrador.
En las estaciones de servicio sin gestión directa por parte del operador al por mayor (CODO o DODO), pero con contratos en exclusiva, existen dos modalidades de régimen de suministro:
- Venta en firme: bajo el cual el minorista asume el riesgo económico, vendiendo su producto a un precio libre. El operador sólo puede indicar un precio de venta al público recomendado.
- Comisión: Es el régimen jurídico predominante. El operador limita al gestor el PVP máximo, y por su parte el minorista puede vender por debajo de dicho precio para incrementar sus ventas, pero a costa de reducir el margen de su comisión.
Es decir, que dependiendo del caso, los precios que vamos a pagar por el carburante que nos echamos pueden estar más o menos alterados por todo este enjambre de condicionantes. Y todo esto, sin contar con la enorme presión impositiva a la que están sometidos los precios que pagamos en caja, sea como sea el tipo de gasolinera en la que repostamos.
Lo cual nos lleva a la siguiente cuestión.
¿Por qué hoy en día hay de todo en la gasolinera?
De todo, menos gasolineros, se podría decir, aunque ese es otro tema. ¿O no? Los beneficios derivados de la venta de carburantes atraviesan un descenso que dura ya años. Sólo de 2012 a 2013 la facturación en España se contrajo un 5,1 %, aunque de 2013 a 2014 esa caída se atenuó hasta el 0,6 %. Hablamos de un sector que mueve, en facturación, unos 30.000 millones de euros al año.
Esto, es un escenario donde el número de estaciones de servicio aumenta año tras año y en el que el volumen de carburante suministrado va en descenso, aunque en menor medida que la facturación. Por otra parte, como explica la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos, la reducción en los costes de aprovisionamiento se ha repercutido en los precios de los carburantes.
Y en un escenario como este, es lógico desde el punto de vista empresarial buscar una salida para el negocio. ¿Qué salida? Mirándose en el espejo de Francia, en 2012 la Comisión Nacional de Energía explicaba así la evolución de las estaciones de servicio (EESS):
Según el análisis de Downstream Monitoring Service Europe para Francia, las EESS en hipermercados y supermercados han ido ganando presencia en el mercado con una estrategia basada en economías de escala ligadas a sus otros servicios, que permiten precios muy competitivos, márgenes muy estrechos y precios del suelo muy bajos. Este aumento ha ido naturalmente en detrimento de las EESS convencionales, las cuales se han visto también forzadas o bien a cerrar instalaciones o a combatir a los hipermercados con estrategias de especialización, adaptándose a las nuevas necesidades de los clientes y reduciendo costes de operación a través de la automatización.
La salida parece estar en el retailing. Es decir, en hacer de la gasolinera un supermercado que sea rentable, que dé beneficio, en vista de que el negocio principal no lo da tanto y es tan inestable como las decisiones que motivan las continuas alteraciones de precios de los carburantes. De todas formas, no todas las estaciones de servicio disponen de las bazas con las que cuentan las grandes cadenas de supermercados para obtener precios de compra competitivos, de manera que la forma de conseguir beneficios tiene que venir del precio que paga el consumidor.
Quizá la cuadratura del círculo viene cuando son las propias cadenas de supermercados las que entran en el sector de las estaciones de servicio y le dan la vuelta a la tortilla, montando una tienda de conveniencia que, además, vende gasolina. Precios de adquisición de los productos de supermercado con las reglas del sector, pero con la posibilidad de fijar precios finales que permitan obtener un mayor beneficio. ¡Eureka!
Pagar unos precios más caros por una comodidad relativa, ¿por qué... o por qué no?
Antes de que se nos eche encima el gremio del supermercado-encajado-en-la-estación-de-servicio, hay que decir que la conclusión a la que podemos llegar tras pasear por los escenarios comentados a la busca y captura de una cesta de la compra surrealista es muy sencilla, y no tiene que ver con querer la destrucción de puestos de trabajo ni nada por el estilo.
La cuestión es que los consumidores pagamos por la comodidad, y a veces quizá pagamos un precio abusivo que no se justifica más que por razones que interesan mucho al comerciante, pero más bien poco al cliente final. Finalmente, la recomendación para el consumidor también es muy sencilla: básicamente se trata de no dejarse llevar por la compra por impulso; y si es que nos dejamos llevar, que sea con plena conciencia de lo que estamos haciendo.
Las fotografías no necesariamente corresponden a las áreas de servicio cuyos precios se reflejan en el artículo, y se ofrecen a título meramente ilustrativo.