Ahora más que nunca las Relaciones Internacionales toman protagonismo en la industria del automóvil. Durante los últimos años las posiciones políticas se han polarizado; la ola de refugiados ha convergido en otra ola de ideas extremistas ante el temor de una "invasión", y los dirigentes afines a estas ideas han esperado el momento adecuado para exponerse. Es el caso de Marine Le Pen en Francia y Donald Trump en Estados Unidos (sin mencionar el Brexit), que han encandilado a los más conservadores con discursos que no esconden ni un ápice de diplomacia.
Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, el escenario se ha dividido en dos bandos: por un lado Angela Merkel y el presidente francés François Hollande (no quiere consejos) y por otro Donald Trump, que ha elogiado la salida de Reino Unido de la Unión Europea, prometiendo acuerdos comerciales. Si la primera ministra británica, Theresa May, toma la línea del llamado "Brexit duro", abandonando el mercado único europeo, podemos tener por seguro que la industria del automóvil será la primera en sentir en sus carnes las consecuencias de esta hecatombe política.
Cruce de declaraciones
La amenaza a BMW por parte del presidente electo de Estados Unidos ha desatado un seísmo entre la diplomacia alemana y la estadounidense. Dice que impondrá aranceles del 35 % a los coches que BMW fabrique en México y exporte a Estados Unidos, arrebato importante dado que Estados Unidos es la segunda casa de BMW.
Alemania ha respondido, con "asombro y agitación", que su proteccionismo va a dañar a las empresas de Estados Unidos. Trump no solo ha amenazado con subir aranceles a la industria automotriz, también ha criticado las políticas migratorias de Merkel, a la Unión Europea y a la OTAN. Y es que el magnate ve con muy buenos ojos la independencia de Reino Unido, vaticinando que más países abandonarán la Unión Europea.
“El futuro de la UE está en manos de los europeos” ha respondido Merkel. Lejos de caer en las provocaciones, la canciller se ha limitado a recordar que su proteccionismo va a dañar a sus propias empresas, y a la industria del automóvil. Y es que este sector es vital para la economía alemana: uno de cada siete puestos de trabajo depende directa o indirectamente de la automoción.
BMW se siente en casa en Estados Unidos
Volkswagen, Daimler, la energética E.on, BMW, Siemens y Bayer, conforman las empresas más importantes en Alemania, destacando las automovilísticas y farmacéuticas. BMW cuenta en Estados Unidos con el mayor lugar de producción del mundo en su fábrica en Spartanburg, Carolina del Sur, y tiene 70.000 empleados en el país norteamericano.
Es aquí donde se producen todos los modelos de la serie X, más de 411.000 unidades al año. De hecho, el 70% de estos vehículos es exportado, lo que coloca a la firma bávara como una de las principales empresas exportadoras en Estados Unidos. BMW plantea fabricar a partir de 2019 en la fábrica mexicana de San Luis Potosí la berlina Serie 3 para el mercado mundial.
El vicecanciller y titular de economía alemán, Sigmar Gabriel, ha respondido de manera más contundente, afirmando que no adoptarán una actitud sumisa y señaló que Alemania no es un país inferior, sino uno fuerte, que debe defender su postura. Aumento de la tasa de desempleo o reducciones en el consumo y la inversión son algunos de los escenarios que contempla el Peterson Institute for International Economics ante una propagación de políticas proteccionistas.
¿La muerte del TTIP?
La guerra que ha iniciado el futuro inquilino de la Casa Blanca contra las deslocalizaciones es una forma de "muro" contrario a acuerdos de libre comercio. El que pretende unir a Europa y a Estados Unidos es el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés), y tras el Brexit, analistas y políticos anuncian su muerte.
El principal fin del polémico TTIP (polémico por la desregulación que promete) es bajar los aranceles, liberalizar nuevos mercados y armonizar la legislación. Los reveses políticos que están teniendo lugar pueden hacer que, de no formalizarse, los aranceles suban al tomar cada uno el control de sus aduanas, perjudicando a los fabricantes y a los consumidores, que tendrán que comprar más caro.
Hasta que el Congreso no decida, solo podemos hablar de posibles escenarios, con una crisis también en la cooperación internacional (fronteras, inmigración, medio ambiente). Lo que sí está claro es que la presencia de Audi, Volkswagen, BMW y Daimler en México puede costarles caro si el presidente electo continúa con la guerra.
Habrá que aguardar al siguiente movimiento de Alemania y ver si estos planes arancelarios se aprueban o no.
Foto Donald Trump | Gage Skidmore