Hablar de Hans Heyer es hablar de uno de los pilotos de coches más versátiles de los años 70 y 80. Este alemán que tenía como amuleto de la suerte un sombrero de tirolés a pesar de ser de la zona oeste de Alemania (concretamente, de Mönchengladbach, ¡lugar de nacimiento de Heinz-Harald Frentzen y Nick Heidfeld!) compitió para equipos semioficiales de Jaguar, Mercedes-Benz, BMW y otras marcas en carreras de turismos con bastante éxito y convirtiéndose en alguien famoso en el mundo del motor en Alemania.
Pero Heyer tuvo también dos carreras en monoplazas en su carrera y la última de ellas hace historia en la Fórmula 1 ya que le convierte en el único piloto en participar en un gran premio de la categoría reina de forma ilegal. No haberse clasificado para la carrera y no tener ningún permiso específico para competir no fue un obstáculo para un piloto que quería tomar parte en el gran premio de casa como una de las ambiciones de su carrera deportiva.
Heyer llegaba al Gran Premio de Alemania de 1977 con 34 años y una sola carrera de monoplazas a sus espaldas. Cierto es que en ella, una de Fórmula 2, obtuvo un punto con una séptima plaza, lo cual no estaba nada mál para un debutante. Estaba claro que la experiencia y su buen hacer al volante de coches tan distintos le había dado la capacidad de adaptarse con relativa facilidad a cualquier coche que le dieran. Quizás por ello, Günther Schmidt, jefe de equipo del debutante ATS, decidió poner un segundo coche en la carrera de casa y dárselo a Heyer.
Era una decisión tanto deportiva como comercial, ya que Heyer era un piloto apreciado en la Alemania de la época y tenía patrocinadores que podían "pagar la fiesta". Por otra parte, su conocimiento de Hockenheim, que llegaba a la Fórmula 1 después del accidente de Niki Lauda en Nürburgring el año anterior, le daba opciones reales de clasificarse. El coche era un Penske PC4 del año anterior, lo que hacía las cosas difíciles. A pesar de todo, Jean-Pierre Jarier, piloto principal del equipo, fue duodécimo en la parrilla de salida.
Para Heyer, el fin de semana fue un poco más complicado. Empezó con una vigésimoséptima posición (solo partirían 24 pilotos el domingo) y rodando por encima de los dos minutos. Para la siguiente sesión, la mejora fue clara y subió hasta el décimoctavo puesto, rodando ya en 1:58. En la última sesión de entrenamientos libres, Heyer bajaba hasta la vigésimocuarta posición, siempre mejorando su tiempo. La sesión clasificatoria estaría muy igualada. Heyer rebajó su tiempo hasta el 1:57.58 pero se quedó a cuatro décimas de la última posición que daba acceso a la parrilla.
Héctor Rebaque con un 1:57.18 era el último clasificado para tomar la salida, mientras que Heyer era vigésimoséptimo de nuevo, tal y como había empezado el fin de semana. Pero eso sí, cerca de clasificarse. Aunque se había visto superado por Patrick Nève y Emilio de Villota, había conseguido ser más rápido que Emerson Fittipaldi y Arturo Merzario, además de Teddy Pilette con un BRM en su última temporada en la Fórmula 1. Pero Heyer no se había dado por vencido aún.
Cuando llegó el día de la carrera, el segundo hombre de ATS se preparaba como si fuera a salir. Según la normativa de la época, si algún piloto tenía un problema, los siguentes clasificados eran reservas oficiales. Pero siendo vigésimoséptimo, eso significaba que Heyer necesitaba que tres pilotos no pudieran estar listos. Esto era áltamente improbable pero aún así, el alemán se ponía el mono y el casco y se sentaba en el coche en el momento de la salida, aunque lógicamente estaba en los boxes ya que no tenía acceso a la parrilla.
La arrancada fue caótica y a causa de un problema con las luces, la salida tuvo que darse con la bandera nacional, algo que ya no era lo normal en ese momento. Esto causó que hubiera un toque entre Alan Jones y Clay Regazzoni en la primera curva... y entre tanto lío, un Fórmula 1 de color amarillo salía del carril de boxes. ¡Hans Heyer había entrado al circuito en medio del gran premio! Conocido y apreciado por los comisarios de Hockenheim, el piloto de ATS salió a pista mientras estos miraban hacia otro lado y el vigésimoquinto coche era parte de la carrera.
El público enloquecía. Cierto es que en esa época, Hans-Joachim Stuck competía para Brabham (se subiría al podio ese día) y Jochen Mass para McLaren, pero los aficionados gritaban de emoción al ver a ese rebelde bonachón que quería disputar la carrera y no dejaría que nada ni nadie se lo impidiese. El público entendía lo que Heyer estaba haciendo y le apoyaban, mientras que dirección de carrera no podía (o no quería) darse cuenta. Al final, la carrera del Penske/ATS número 35 duró nueve vueltas.
La transmisión del coche dijo basta y se produjo el abandono. Solo entonces se descalificó a Heyer, pero ¿qué más daba? Empezó la carrera e hizo historia en la Fórmula 1. Cabe preguntarse qué habría pasado en caso de terminar la carrera este debutante pero de nuevo, el hecho carece de importancia. Para algunos, esta es una mera anécdota. Para Hans Heyer, es la heroicidad de una vida dedicada a la competición. "El día en el que me colé en una carrera de Fórmula 1". Nadie más puede decir algo así.