A los más jóvenes, e incluso a alguno ya talludito, le sorprenderá este dato: solo Ferrari ha ganado más mundiales de constructores en la Fórmula 1 que Williams. Sí, esos coches azules y blancos que ahora se arrastran por las últimas posiciones de la parrilla un día fueron una máquina de ganar mundiales, y todo gracias a Frank Williams.
El mítico mecánico que se convirtió en garajista para hacer uno de los equipos más grandes de toda la historia de la Fórmula 1 falleció el pasado domingo a los 79 años de edad. Su legado, un equipo con una filosofía única en la que ningún piloto repitió mundial, básicamente porque Williams prescindía de ellos cuando ganaban y se convertían en divas.
Siete pilotos ganaron el mundial con Williams y ninguno repitió
En Williams Racing las cosas estuvieron claras desde el principio: lo importante es el coche y el equipo, el piloto tan solo es un lastre que va entre el volante y el motor. Con esa filosofía, y con un apoyo fundamental como Patrick Head al frente de la técnica, Frank Williams comenzó como un garajista más, pero terminó siendo el garajista.
El éxito de Williams fue instantáneo. Entró de forma definitiva en la Fórmula 1 en 1978, en 1979 ya fueron subcampeones del mundo y en 1980 ganaron los mundiales de pilotos y constructores. El australiano Alan Jones fue el primer campeón de Williams, pero no duraría mucho: un año después ya estaba fuera del equipo.
Así era Williams, no toleraba que un piloto que creyese más de la cuenta solo porque había ganado un mundial con uno de sus coches. En 1981, aún con Jones en el equipo, hubo una guerra sucia interna con el argentino Carlos Reutemann, que le estaba superando. Al final, Williams ganó el mundial de constructores, pero perdió el de pilotos.
Frank Williams no tuvo reparos en deshacerse de los dos y ganar el mundial de 1982 con Keke Rosberg a los mandos. Williams estaba de dulce, pero ya en aquella temporada se había visto un pequeño bajón que se prolongó tan solo tres años, hasta 1986, cuando Williams se asoció con Honda y pudo competir también en la era turbo.
Cayó el tercer título de constructores, pero se volvió a escapar el de pilotos debido a aquel trágico reventón de Nigel Mansell en Australia. Habría que esperar una temporada más, pero en 1987 sí que llegó el tercer mundial de pilotos, cortesía de Nelson Piquet, y el cuarto de constructores. Y, otra vez, a esperar, porque Honda se fue con McLaren.
Williams soportó con decencia los años de dominio de McLaren, e incluso casi le birla a Ayrton Senna el mundial de 1991 con Mansell. Ese final de temporada dejaba vislumbrar lo que se venía: la era de mayor dominio de Williams, tan solo cortada por la trágica muerte de una leyenda y el nacimiento de otra.
En 1992 Nigel Mansell arrasó para conseguir, por fin, su ansiado mundial a los 39 años. La superioridad mecánica del Williams era incontestable incluso para el mismísimo Senna, y cuando Mansell optó por marcharse a la IndyCar fue Alain Prost, ya retirado, quien vio el cielo abierto para obtener su cuarto mundial.
Así fue, Prost se llevó el título en 1993 con una superioridad tan aplastante o más que la que había tenido Mansell. Pero entonces se retiró ante lo que se venía: Williams había fichado a Ayrton Senna para la temporada 1994. Antes de empezar ya se daba por hecho que el brasileño ganaría su cuarto mundial, pero nadie podía esperar lo que iba a pasar.
Senna tuvo su trágico accidente. El 1 de mayo de 1994 quedó para siempre marcado como la fecha más memorable de la historia de la Fórmula 1, y no para bien. Senna falleció dejando un hueco inmenso en el mundial y, más aún, en Williams. Damon Hill trató de ponerse en el papel de Ayrton Senna, pero era demasiado pronto para quitarle un mundial a Michael Schumcher.
Aún así, ganaron el título de constructores. En 1996, con Schumacher ya en Ferrari, el panorama había quedado lo suficientemente despejado como para que Hill pudiese ganar su mundial. Pero inmediatamente fue despedido por Williams, que no tenía ninguna intención de cubrir sus pretensiones económicas.
1997 sería el último gran año de Williams. Jacques Villeneuve, una teórica estrella en ciernes de la Fórmula 1, ganó el mundial en su segunda temporada. Parecía el nacimiento de un piloto de época, pero dos años después ya estaba corriendo en BAR-Honda. En Williams no toleraron sus pretensiones tras no ganar ni una carrera en 1998.
Y desde entonces, la sequía más absoluta e inesperada. La historia de Williams se fue convirtiendo en un decrescendo paulatino en el que solo hubo una opción real de ganar el mundial. Fue en 2003 y con BMW como socio, pero la rivalidad entre Juan Pablo Montoya y Ralf Schumacher terminó por negar esa opción.
En 2004 llegó el famoso morro de morsa, cuya diseñadora, Antonia Terzi, desgraciadamente también falleció hace unas semanas. Aquel desastre de la ingeniería marcó el inicio del declive de Williams. Desde entonces solo hubieron dos triunfos más, y salvo milagro puede que la de Pastor Maldonado en Barcelona quede como la última victoria de Williams.
Williams ya acabó muy abajo la etapa de los V8, pero con la era híbrida pareció resurgir de la mano de Mercedes. Fue un espejismo. El equipo volvió a su realidad hasta llegar al punto actual, en el que la familia ha tenido que vender la estructura a Dorilton Capital. Ahora, con la muerte de Frank Williams, se cierra definitivamente un capítulo histórico de la Fórmula 1. Williams sigue, pero ya no es nuestra Williams.
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