“¡Antes no hacíamos todo esto, incluso ibais tumbados en los viajes largos!, ¡vaya montaje!” este es el comentario que me toca escuchar cuando dejo los niños con mis padres un fin de semana y les tengo que instalar la sillita en su coche por si tienen que ir a algún sitio.
La Seguridad Vial ha evolucionado mucho, sobre todo gracias a que se conoce mucho más, por eso muchas cosas que antes nos parecían normales, ahora nos echamos las manos a la cabeza cuando las vemos. Por cierto, no será muy diferente de lo que ocurrirá dentro de 30 años cuando nuestros hijos nos digan algo así: ”Pues yo me acuerdo que mis padres tenían que pisar unos pedales para que el coche se moviera o se parara”.
En los 80 las normas se reducían a no correr mucho, no ir alcoholizado al volante y mantenerte en tu carril o a la derecha si las líneas no estaban pintadas
Pero, volvamos al pasado, a los 80. En materia de Seguridad Vial, hasta ese momento vivíamos con unas normas de tráfico ancladas en el Código de la Circulación del año 1934, las normas se reducían a no correr mucho, no ir alcoholizado al volante y mantenerte en tu carril o a la derecha si las líneas no estaban pintadas.
Pero afortunadamente, los años 80 comenzaron con novedades, entre otras, la modificación de una serie de artículos del código para adaptarlos a la normativa internacional, la aparición de la Inspección Técnica de Vehículos (ITV), la obligatoriedad de que los coches fueran homologados, y el Plan Trienal de Seguridad Vial 1981 – 1983 que buscaba de forma decidida la reducción de víctimas de tráfico; está claro, por algo había que empezar.
Todo un mundo dentro del coche…
Durante los años 80 los coches, con maleteros ocupados en gran parte por la rueda de repuesto, eran capaces de acoger de todo, no como ahora que casi necesitamos un camión para llevar los “trastos” de los niños.
En las carreteras de cualquier operación salida de los años 80 se veían coches con colchones y teles, que no eran precisamente planas, atadas en el techo. Otros circulaban con un auténtico “overbooking” y niños por todas partes, incluso no era raro encontrar algún pequeño en el maletero entre cajas de comida.
ERA FRECUENTE VER COCHES SOBRECARGADOS Y REPLETOS DE PASAJEROS
Por desgracia muchos niños seguían viajando en la parte delantera, sujetos a los brazos de su madre en la mayoría de las ocasiones. En esos casos, incluso la excusa de que el niño se mareaba en los asientos de atrás podía ser suficiente para que los agentes de tráfico hiciesen la “vista gorda” y dejasen al coche continuar su camino.
Muchos coches iban completamente sobrecargados, y sobre esto, había gente que afirmaba categóricamente que era más seguro cargar mucho el coche porque así era más estable. No era raro ver algunos coches con las ruedas abiertas del peso como si se fueran a desencajar.
La publicidad tenía objetivos muy claros
El conductor quería llevar un coche bonito, que corriese, con una línea deportiva y que además fuera la envidia de sus vecinos. En los anuncios de coches no era difícil ver como los automóviles hacían trompos, corrían que se las pelaban, metían todo tipo de carga, ¡hasta un señor tocando el piano!, y los conducían personas guapas, siempre hombres por cierto, que parecían tener superpoderes.
LA PUBLICIDAD DABA TOTAL PRIORIDAD A LA LINEA DE LOS COCHES Y A LA POTENCIA POR ENCIMA DE LA SEGURIDAD
Con más frecuencia de la deseada, los actores que conducían los coches de los anuncios no se molestaban en llevar el cinturón de seguridad, seguramente porque en ese momento era algo que “no vendía” ya que llevar cinturón de seguridad se asociaba con un tipo de conductor novato y eso parecía no interesaba a las marcas. Hoy en día ver un anuncio en que los niños van sueltos en las plazas traseras sería bastante raro, en esos momentos era lo habitual.
La palabra “seguridad” era más bien poco frecuente en los anuncios de coches, sin embargo el radiocasete, la quinta velocidad, incluso el tipo de tapicería le ganaban en popularidad. Por supuesto no se pasaba por la cabeza de los creativos temas como la sostenibilidad o el medio ambiente, los todoterrenos circulaban a sus anchas por el campo sin importar mucho especies protegidas o en peligro de extinción.
¿Seguridad pasiva?, aún no es el momento
Aunque la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad en las plazas delanteras entró en vigor en 1974, el número de conductores que no lo usaban en 1983 era del 78,6% y 5 años después, en 1988 era del 71,2%, una mejora prácticamente despreciable. Hasta principios de los 90 no entró en vigor la obligatoriedad en las plazas traseras.
Ponerse el cinturón era sinónimo de conductor inseguro, y si montabas en el coche de alguien y te ponías el cinturón te miraba con cara desafiante como diciendo, ¿qué pasa, es que no te fías de mí?
En una década en la que se podía fumar en los hospitales, los columpios eran de hierro y la gente se echaba litros de laca para mantener su peinado, el cinturón de seguridad resultaba muy molesto y opresor, esta era la principal excusa para no usarlo. Muchos, apelando a la robustez de sus brazos quizá, pensaban que era suficiente agarrar fuerte el volante en caso de choque, por lo que no necesitaban el cinturón.
EL USO DEL CINTURÓN NO LLEGABA AL 30%, PERO CIUERTOS SECTORES COMENZABAN A RECLAMAR LA OBLIGATORIEDAD EN TODAS LAS PLAZAS
En cualquier caso, la sociedad ya empezaba a demandar seguridad, a finales de los 80 las editoriales de los principales medios del sector reclamaban la obligatoriedad del cinturón en las plazas traseras.
Por eso comenzaron a venderse y a usarse las “pinzas de los cinturones”, estas pinzas atrancaban el cinturón para que este quedase suelto y así anular por completo la función del mismo, ¡menudo invento!
Los reposacabezas, inexistentes en las plazas traseras, y no siempre en las delanteras, eran eso, para “reposar y descansar la cabeza”, no se le asociaba tanto al carácter de seguridad que tiene ahora, de hecho, se vendían reposacabezas de quita y pon, que a modo de pinza se podía enganchar en el asiento, este “reposacabezas activo” a las primeras de cambio salía disparado.
Tampoco las motos se salvaban de la apatía por la seguridad, el uso del casco en ciclomotores era totalmente anecdótico, y era frecuente ver como motoristas con potentes motos circulaban por la carretera melena al viento. En 1982 se hizo obligatorio el uso del casco para todos los motociclistas y sus acompañantes, en motos de más de 125 centímetros cúbicos para todo tipo de vías. Para las de cilindrada menor a 125 la norma sólo les obligaba a usarlo en carretera, y los ciclomotores quedaban exentos de esta medida.
El parabrisas delantero
Aunque ya se empezaban a utilizar vidrios laminados, muchos coches seguían montando cristales templados en el parabrisas delantero. La diferencia básicamente es que en caso de impacto los primeros mantienen la estructura y los segundos se hacen añicos.
Cuando ocurría esto último se tenían que hacer dos cosas, lo primero quitar todos los trozos que quedan, dejando un agujero lo más limpio posible, y lo segundo, para poder seguir circulando y que el viento no te molestase, había que poner una cuerda de lado a lado, sujetándolo con las puertas. De esta manera se “cortaba” el viento y este no te molestaba, reconozco que nunca lo he probado por lo que no puedo hablar de la “emocionante” experiencia que se debe sentir.
El conductor “reparatodo”
Que el conductor supiera arreglar su coche o cambiar el aceite tenía su lado bueno, y por cierto, no nos vendría nada mal hoy en día conocer los misterios que esconde el capó de nuestro coche, sin embargo, también tenía su parte mala.
EL MANTENIMIENTO BÁSICO LO SOLIAN REALIZAR LOS PROPIOS CONDUCTORES. LAS VISITAS AL TALLER ERAN MENOS FECUENTES
Y es que en los manuales de los coches te decían hasta como hacer un reglaje de válvulas. No eran pocos los que se lanzaban a hacerlo un domingo por la mañana con un amiguete que tenía algo de idea, por no decir otras faenas más habituales de mantenimiento como cambiar el aceite o el líquido de frenos, filtros, etc., cuyos desechos no se llevaban a un Punto Limpio que todavía no se había inventado.
Estas reparaciones caseras tenían sus consecuencias cuando no se hacían bien, y hasta que no te quedabas “tirado” en la carretera con el coche echando humo no te decidías a visitar el taller.
Aunque por necesidad… había cosas mejores
Pues sí, la tecnología ha ido sustituyendo poco a poco la habilidad del conductor, mientras que el conductor de los 80 estaba acostumbrado a manejarse en carreteras con curvas o sopesar muy bien el momento en que se debía adelantar, hoy en día conducimos por una vías casi perfectas y cuando salimos de ellas, más de uno tiene problemas y empieza a sudar.
SE DEJABA MAYOR DISTANCIA DE SEGURIDAD “POR NECESIDAD” Y SE PLANIFICABAN MÁS LOS ADELANTAMIENTOS
En los adelantamientos en carreteras de doble sentido, la gente cuando quería adelantar realmente guardaba la distancia de seguridad por una sencilla razón, los coches no respondían tan bien y se necesitaba “coger carrerilla”, así que no quedaba otra que dejar distancia con el que tenías delante, acelerar en tu carril y cuando habías cogido velocidad pasarte al carril contrario para adelantar. Imagínate adelantar un camión en una subida, planteaba un auténtico ejercicio de planificación. Hoy en día cuando te van a adelantar hay algunos que parece que “cogen el rebufo” y se pegan detrás para después dar un “volantazo” y demostrar su potencia.
Muchas han sido las cosas que han evolucionado en estos últimos 30 años, los coches y las carreteras especialmente, y unos conductores más concienciados y mejor formados sin duda. Echar la vista atrás es una cura de humildad para todos y una confirmación de que seguro que hoy en día hacemos cosas que provocarán estupor dentro de no pocos años.