La industria de la automoción se está beneficiando del desarrollo de robots y de la inteligencia artificial (IA). Estas son algunas de las aplicaciones más punteras que muestran que ya hay convivencia entre máquinas y humanos.
Quizá algunos lo recuerden. Han pasado casi dos décadas desde que una banda de música formada por robots humanoides monopolizara la atención de la Exposición Universal de Aichi en 2005. Casi tan curioso como la capacidad de estas máquinas para tocar melodías, encontramos el hecho de que habían sido fabricadas por una compañía dedicada a la automoción.
Hay quien puede que los robots de Toyota no eran más que una estrategia de marketing para llamar la atención del mundo. Sin embargo, el tiempo ha demostrado el vínculo entre los robots y los vehículos. Tal y como marchan las cosas en la esfera tecnológica, se acerca un día en que ambos términos pueden confundirse o se consideren sinónimos.
La conducción autónoma, la evolución de los elementos de movilidad personal a unidades de desplazamiento urbanas y multi-funcionales o las mil y una posibilidades de la inteligencia artificial...
Todos estos campos de innovación hacen pensar que la era de la robótica va más allá de la imagen preconcebida del robot que todos tenemos en la cabeza. Lo que Toyota "cocina" en cuestión de movilidad inteligente para los Juegos Olímpicos de París nos da algunas pistas.
Pero antes de adelantar acontecimientos, vamos a comprobar cómo los fabricantes de vehículos no tienen ya otra alternativa que invertir en estas tecnologías.
Los robots del amanecer
Los robots de Toyota en Aichi abrieron el camino. En su día, se planteó la posibilidad de comercializarlos a gran escala, dadas su aplicaciones para "servir" a los humanos.
Aunque la iniciativa no fraguó, inició la llamada de las utilidades robóticas. En el caso del fabricante nipón, ha derivado en un sinfín de robots más corpóreos diseñados para asistir de diferente modo a los humanos.
Entre los ejemplos encontramos a T-HR3, la aproximación robótica más cercana a la fisonomía humana; WelWalk WW-200, una unidad que está ya en el mercado y contribuye a la recuperación de la movilidad de los pacientes con parálisis en miembros inferiores; o CUE4, robot y jugador de basket, que algunos ingenieros de Toyota desarrollaron en su tiempo libre.
Pero si hay un robot que ha alcanzado más fama, ese fue Kirobo. Estuvo 18 meses orbitando alrededor del planeta y entre las tecnologías que contribuyó a consolidar, está la de implementar los procesos en los que las IA registran e interpretan el lenguaje no verbal humano.
Esta tecnología tiene una aplicación directa en los sistemas ADAS capaces de interpretar el estado de ánimo y las emociones de los conductores, como ya pudimos comprobar.
Esclavos en el hogar... y en la línea de montaje
En 2020 nos llegaba la imagen de un brazo robótico doméstico capaz de acometer por nosotros las tareas de la cocina. El prototipo provenía de la aplicaciones ya vistas en el área de la industria.
En este ámbito, los robots llevan décadas prosperando y proliferando en silencio. Toyota, por ejemplo, los aplica en sus fábricas desde la década de los 70 para el ensamblaje de piezas y componentes; o para la soldadura y la pintura. Su labor se ha demostrado como la quintaesencia del incremento de la productividad y la calidad de los vehículos.
Del robot funcional al robot inteligente
Como se puede comprobar, la evolución mecánica de los robots que fabrican coches está más que consolidada. Sin embargo, estos han trabajado atendido a unos criterios puramente humanos.
Queda por explotar, de verdad, esa imagen común que la ciencia ficción nos ha dado sobre los robots, como máquinas inteligentes y que aprenden por sí mismas. Puede que estos procesos no sean tan vistosos como el estreno de una nueva unidad robótica, pero sobre ellos descansa el gran futuro de la fusión entre robótica y movilidad.
En lo que respecta a la producción de vehículos, Toyota ha comenzado ya a aplicar en sus plantas esta variable fundamental basada en la inteligencia artificial. En colaboración con Symbio Robotics, han aplicado un nuevo software construido sobre algoritmos que se basan en el machine learning o aprendizaje automatizado.
¿Qué quiere decir esto? Que los robots son capaces de aprender de sus propias tareas, perfeccionando los procesos e incrementando, una vez más, los márgenes de eficiencia y productividad. Esto, además, les hace más flexibles y rápidos a la hora de adaptarse a nuevas necesidades.
Hablamos, por ejemplo, de más eficacia a la hora de introducir nuevos vehículos en las líneas de montaje, es decir, de evolucionar en las arquitecturas. Del mismo modo, esta suerte de inteligencias artificiales pueden programarse para cumplir determinadas prioridades, como la reducción de emisiones o satisfacer el cambio de tendencia en el mercado.
¿Es un robot? ¿Es un vehículo? Son las dos cosas
Pero esto es solo el inicio. Ante nosotros se despliega todo un mundo de posibilidades robóticas. Los fabricantes más punteros nos brindan imágenes en las que decenas de unidades robóticas se integran dentro de la movilidad urbana.
Toyota nos enseño algunos ejemplos de esto. En los pasados Juegos Olímpicos de Tokio, la unidad HSR se encargó de asistir a la movilidad en los estadios y los eventos. Aunque se operaban en remoto, ya incluía una inteligencia que les hacía valerse por sí mismos e interactuar por voz con los humanos.
Otra unidad con funcionalidades similares se estrenó en el Toyota Memorial Hospital de Aichi. Tras unos meses de estudio, el equipo de Toyota constató que el 40% de las tareas de enfermería del hospital podrían desempeñarse por una unidad robótica autónoma.
El trabajo de Toyota se dirige a subir un nuevo escalón en esta materia y el fabricante ya trabaja en el perfeccionamiento de estas soluciones de cara a los próximo juegos olímpicos. Su armada robótica incluye soluciones tan útiles como C+Walk T; el robot autónomo repartidor Micro Palette, o futuristas como el T-TR1.
Una IA para unirlos a todos
El trabajo con la inteligencia artificial aportará el impulso que resta para la integración de todas estas soluciones robóticas en nuestro día a día. De hecho, es la base sobre la que se edifica el desembarco masivo de la conducción autónoma. Como hemos comprobado, a esta le quedan varios obstáculos complicados de superar.
Las IA ya colaboran en la culminación de los mapeos de las red de carreteras o la gestión de las inteligencias múltiples. Es decir, en anticiparse a establecer una comunicación fiable en la carretera entre humanos y vehículos.
Toyota participa en numerosos proyectos. Estos otorgan una imagen en tiempo real de cómo están las cosas en lo que a IA y movilidad se refiere. En uno de ellos el fabricante nipón ensayó en Tokio un modelo de taxi predictivo para ayudar a los taxistas a detectar donde están los usuarios.
En esa misma línea de innovación se mueve el nuevo software de Toyota para gestión del coche autónomo, que será clave para que sus modelos alcancen el nivel 5 de conducción autónoma.
Arene o un lugar dónde interactuarán máquinas y humanos
Bautizado como Arene, servirá como una plataforma total de movilidad centrada en la gestión de los vehículos. El sistema operativo apunta a controlar todos los componentes esenciales (el volante, la aceleración o los frenos) o la información relevante del tráfico a través de la conectividad con la vía.
Su desarrollo es capital, no solo para el sueño de la conducción autónoma, sino además para dilucidar hacia dónde se moverá la industria. Y es que, existe un campo de batalla interno en el sector relacionado con los flujos de información de los vehículos. La guerra por los datos de la movilidad se dirimirá entre de las diversas plataformas encargadas de dar una utilidad real a los datos.
La materialización de estas IAs otorga ese sentido circular a todos los desarrollos y pruebas robóticas. Como se puede comprobar, la fabricación de robots y de vehículos tiene unos vínculos más estrechos de los que en un primer momento podría parecer.