Por fin os desvelo el coche que era el plato fuerte de la presentación de Marsella, de varios coches. Se trata del Corvette C6, con su nuevo motor LS3, un V8 a 90º de 6.2 litros, 2 válvulas por cilindro e inyección en precámara, que entrega la friolera de 437 caballos y un par máximo salvaje de 586 Nm a 4.600 RPM. Para empezar, este “juguete” lo iba a probar en primer lugar en circuito, en Paul Ricard. Llevaba años deseándole, por fin llegaba mi oportunidad. No esperes leer una prueba demasiado seria.
Tras un breve briefing acerca de normas de seguridad, se nos comentó cómo iba a ser la actividad. Primero, nos daría una vuelta un instructor, para enseñarnos los puntos de interés, qué marcha insertar, dónde frenar… para que fuese divertido y seguro. Después daríamos 2 vueltas, la segunda lanzada (sin salir de pit). Además, podíamos dar una Hotlap con un piloto profesional, que llevaba el Corvette amarillo.
Mientras esperaba mi turno, saqué varias fotos a Corvette clásicos que estaban ahí expuestos: un C1, un C3 y un C4 preparado por Callaway. Tuve la oportunidad de sentarme en el C1, un clásico entre clásicos, definitivamente no se hace todos los días. Era bastante cómodo, todo super-retro, se nota que hay 55 años de diferencia entre ese y el que pude conducir después. Disfrutad de la galería de fotos, sé de uno que va a disfrutarlas especialmente.
El Corvette es un deportivo serio, no una barca americana con potencia descontrolada. Desde los años 50, ha ido forjando una leyenda como coche deportivo, y pude comprobar eso a niveles extremos. Para poder sacarle el máximo partido, memoricé la noche anterior el circuito en un simulador. Como había una zona reservada a los Saab, el trazado era casi el original. En la imagen inferior, se ve la separación entre zonas y el sentido de giro.
Tuve que esperar un poco, pero me llegó el turno. Mi instructor era bastante majo, aunque más “tranquilo”, iba siempre con el control de estabilidad encendido. Me contó lo básico del coche y cómo tomar las curvas, luego volvimos al pit para sentarme en el volante y él de copiloto. El puesto de conducción, deportivo a más no poder, con el casco puesto, apenas me quedaban un par de centímetros hasta el techo; la seguridad no siempre es cómoda.
Estaba a punto de conducir el coche más potente de mi vida, pues este supera al Ferrari 430 que caté en Julio durante el evento Bestlap (más que nada por que esta vez iba a utilizarlos, en realidad el F430 da 490 CV). La primera vez que conduje un Corvette fue en el 88-89, en el Test Drive, uno de los primeros juegos de conducción para PC. Esto iba a ser completamente diferente.
Metí primera, solté embrague y ya vi que el “nene” apuntaba maneras. Empujaba muy fuerte, el instructor me recordó que en pit no se va a más de 50 Km/h… Una vez fuera, pisé a fondo. Menudo bramido y qué forma de empujar (2ª). Enseguida tuve que meter 3ª, cerca de los 200 Km/h, primer giro, frenada fuerte, soltar pedal y a derecha 90º. Noté un leve subviraje, y es que iba bastante deprisa.
Mi viraje fue un poco brusco, tenía que ser más suave. Superé el segundo giro a derechas y pisé a fondo la 2ª y 3ª, sin meter 4ª antes del giro siguiente. El recorrido de las chicanes viene explicado en el dibujo, la única ruta que no tiene “X” rojas. Este giro ya era más fuerte, se notaba un ímpetu bestial del motor por empujar, y un ruido que me estaba poniendo cachondísimo.
Mientras el instructor me estaba recordando que no debía pisar a fondo hasta superados los conos amarillos, que marcaban el punto intermedio de la trazada. El puñetero coche no balanceaba nada ni con 0,6-0,7G laterales. Esto, comparado con la conducción del Ferrari, lo de aquello fue un paseo para abuelitas, pues entonces el instructor no me dejó exprimir nada y no pasé de 5.000 vueltas.
Ante mi se hallaba la recta Mistral, ¡a fondo!, lástima que faltase bastante recta por la separación. En el simulador alcancé 284 Km/h antes del punto T10, aunque la referencia que yo buscaba para frenar fuerte no estaba ahí. Metí cuarta, y aceleré hasta casi 6.000 RPM, cuando iba a 220-225 Km/h, ya era más rápido que en el Jarama, que cogí 210 Km/h. A 100 metros de T10, frenada fuerte, mantengo 4ª e inicio el giro.
Las fuerzas G laterales se dejaban sentir, era muy intenso todo. Me tenía alucinado el poder de mordida de los 4 frenos de discos perforados, que dicho sea de paso, estaban sobredimensionados (paquete de serie). El ESP estaba capando los amagos de sobreviraje ya que estaba desplazando mucho peso entre ejes, ya que a fin de cuentas, no soy un piloto.
En la curva T11 había que entrar frenando fuerte y en 3ª velocidad. Iba controlando con el pie derecho el gas para mantener la trazada mientras con el pie izquierdo notaba mucho peso, me costaba mantenerme en el asiento. Superada la T11 pisé a fondo y no toqué el cambio antes de los siguientes giros. Aquí tenía que tener mucho cuidado, era la parte más difícil del circuito.
Continuará...