Se avecina una tormenta, no meteorológica si no industrial y política ya que el gigante asiático, incapaz de desarrollar por si mismo la tecnología para mover los necesarios coches eléctricos, ha decidido poner en marcha nuevas y agresivas medidas destinadas a proteger sus inversiones y de paso, ver las cartas de los demás fabricantes.
Se trata de un conflicto muy antiguo, pero que se ha recrudecido la pasada primavera cuando las autoridades comunistas deciden restringir las ayudas a la investigación y el desarrollo del sector de los vehículos eléctricos a modelos que estén fabricados en suelo chino, una medida hasta cierto punto comprensible destinada a incentivar la actividad interna.
El problema aparece cuando los constructores deciden acogerse a estas ayudas, y se encuentran con que básicamente deben desenmascarar los secretos de su tecnología a una entidad china, algo a lo que se por cuestiones obvias, se han negado fabricantes como General Motors, pero que supondrá la pérdida de jugosas ayudas que pueden llegar a nada menos que 13.800 euros por unidad.
Algunos expertos ven en esta medida proteccionista una violación de los acuerdos de la OMC, Organización Mundial del Comercio, de la que China es miembro, un órgano en el que en numerosas ocasiones las autoridades occidentales han protestado por prácticas similares del gigante asiático.
Pero hay fabricantes que si han decidido pasar por el aro y compartir su tecnología, como es el caso de Ford, que ha visto que esta práctica es más rentable que comercializar el coche sin las pertinentes ayudas, unas ayudas que por otro lado, no durarán para siempre.
Es por eso que nos preguntamos si China está jugando limpio, y si los gobiernos occidentales deberían también jugar la carta del proteccionismo con el mundo de la automoción, un sector clave y estratégico que ve cada vez más cerca la amenaza del desembarco de vehículos llegados del gigante asiático, que en varias ocasiones han intentado asentarse, sin éxito, pero que cada vez cuentan con más y mejor tecnología, una tecnología curiosamente que les estamos entregando.
Fuente | The New York Times
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