Seguimos nuestro especial con un tema que genera bastante polémica. En más de una ocasión se ha querido hacer una relación entre la in-seguridad vial y los videojuegos de conducción, y encontramos posturas para todos los gustos. No soy psicólogo, ni sociólogo, ni antropólogo, pero os voy a dar mi humilde punto de vista.
Vivimos en una sociedad donde empieza a tenerse en consideración y con la seriedad que se merece el problema de la seguridad vial. Iniciativas como Ponle Freno acercan a la opinión pública un tema que normalmente no interesa a la gente todo lo que se debería. Algunas conductas se ven cada vez más reprobadas socialmente, por ejemplo beber y conducir o los excesos notorios de velocidad.
La televisión, los videojuegos y otros gadgets han sustituído en parte la función de entretenimiento de los libros. Ahora no hace falta tener tanta imaginación, podemos verlo e incluso sentirlo. Los videojuegos nos ayudan a tener experiencias que de otra forma no tendríamos o costaría bastante hacerlo. De eso ya se ha hablado, no voy a insistir en ello.
Algunos estudios relacionan a los juegos de conducción con la seguridad vial. Tengo conocimiento de dos: de la Universidad Ludwig-Maximilians y de Stanford. El primero afirma que los usuarios de estos juegos son más propensos a la conducción temeraria y el segundo que los videojuegos despiertan los instintos más primarios de los hombres, en las mujeres menos.
Me he leído el primer estudio y realmente se aprecia una tendencia a un mayor riesgo cuando se acaba de jugar a un juego de este tipo. A quien le guste (y entienda) la estadística le supondrá un buen entretenimiento. En buena lógica, ese efecto es más pronunciado en varones que en mujeres.
El primer contraargumento que se me ocurre es que para conducir de forma temeraria no hace falta haber jugado a nada, y que si los jugadores son más propensos a conductas de riesgo, que Dios nos pille confesados: ¡la de jugadores que conducen hoy día! Desde la aparición de Gran Trak 10 en 1974 tenemos a una nueva generación de imprudentes, ¿o no?
Una mente bien amueblada sabe diferenciar la realidad de la ficción. Cuando no se sabe hacer dicha diferenciación, los videojuegos son tan peligrosos como las películas donde se ven persecuciones o los libros que hablan de carreras. Ver la Fórmula 1 también sería peligroso, pues hace apología de la velocidad hasta tal punto que un segundo más por vuelta arranca los adjetivos de “lento”, “tortuga”, etc.
Los juegos nos producen sensaciones y despiertan instintos, pues claro, pero hasta cierto punto. Creo que no se puede comparar una partida al Most Wanted con lo que me contó una vez un chaval. Para sentir la adrenalina corriendo por sus venas robaba coches y luego me contaba qué era que le persiguiese la Guardia Civil. Lo segundo no lo he hecho, pero creo que es poco comparable.
En un juego podemos hacer cosas prohibidas o ilícitas, y está claro que la transgresión de las normas es muy emocionante. También es una transgresión de lo establecido que un niño de siete años, por ejemplo, juegue a un juego prohibido para su edad o que vea una película +18. La calificación de edades existe para algo, y en cierto punto la responsabilidad de dar mal ejemplo deja de estar en manos de las empresas que hacen los juegos y pasa a los tutores.
¿Qué pinta un niño pequeño jugando al Grand Theft Auto? ¿Me lo puede explicar alguien? Durante el proceso de madurez de un ser humano su mente es muy maleable, algunos incluso a los 30 no tienen personalidad suficiente, si alguien ha determinado que un juego, película o libro no es adecuado para cierta edad, es por algo. Todo en esta vida tiene su momento y su lugar.
Es cierto que estamos rodeados de malos ejemplos desde que somos pequeñitos en la escuela, en casa, con los amigos, en los medios de comunicación, etc. Antes de que existiesen los juegos ya existía la inseguridad en las carreteras, y se han hecho en la Historia más barbaridades sin relación con los juegos que ligadas a ellos. El concepto se puede generalizar a cualquier tipo de juego.
La falta de cultura sobre seguridad vial no es un problema de los juegos sino de la sociedad. La contribución de los juegos es mínima a la suma de malos y pésimos ejemplos. Aprovecho la ocasión para plagiarme a mi mismo:
Es mucho más importante la educación y el entorno. Si un niño de 5 años, habitual de la consola, ve que su padre conduce a 180 Km/h por la autopista, echando pestes de la DGT y de los radares, sin parar a descansar en 4 horas… ¿cuál de los dos hechos le influirá más cuando sea adulto y conduzca?
En resumen, seguiré temiendo a aquellos que conducen mal o peligrosamente, sin pensar si han jugado o no a algún juego. Lo más seguro, es que si les preguntásemos a cada uno en la intimidad, el porcentaje de imprudentes que nunca han necesitado un juego que les haya desviado del camino recto y seguro sea aplastantemente menor que el colectivo alternativo.
Se puede establecer una relación entre los juegos y la in-seguridad vial, pero análogamente podemos hacerlo con más cosas: mala educación, inconsciencia, las lecciones de la niñera-TV o que simplemente babeemos con supercoches que jamás compraremos y que tienen más caballos que los autobuses.
Partiendo de la base de que hablamos de una mente sana y sin problemas, considero más beneficioso que contraproducente haber jugado que no haberlo hecho. Hay cosas que es mejor probarlas en los juegos, como conducir con una combinación de cubatas y cervezas, o a dominar sobrevirajes. Y una vez hecho eso, ya sabes lo que hay.
Fuente | STOP Accidentes, American Psychological Association
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