Las horas en la oficina no daban pasado. A las 15 horas salía, y tenía un R8 para disfrutar todo el fin de semana. Por fin llegan las 15 horas, pero la nieve seguía cayendo en Madrid y no era plan de hacer kilómetros con un día así. Me dirigí a un supermercado cercano para hacer unas compras. La segunda prueba de fuego para el R8.
El motor V8 se encuentra situado detrás de nosotros. La perfecta arquitectura de motor central, menuda maravilla sobre todo en momentos como este en el que tienes que cargar unas cuantas bolsas en el coche. Se que muchos pensaréis que no estaba sometiendo al R8 a su hábitat habitual, pero hay ocasiones en las que no te queda otra elección.
Cuando salí del supermercado con medio carro de la compra metido en bolsas de plástico, tenía serias dudas sobre si cabrían o no en el maletero situado en la parte delantera. La gente me miraba con cara extraña, como preguntándose como podía tener un R8 e ir a hacer la compra al Mercadona. El “low cost” es la última moda entre la “jet”.
Los 100 litros de capacidad del maletero son más que aprovechables, y las 8 bolsas caben sin ningún problema y le sobra sitio. Que decir tiene que dos maletas de fin de semana para la pareja de ocupantes cabrían a la perfección también. Además detrás de los asientos hay 90 litros más de capacidad, que según Audi dan de sobra para llevar un juego de palos de golf. No pude comprobarlo.
Me voy para casa y guardo el R8 en el garaje, porque con la nieve como está y la sal que hay en la carretera me da un poco de “pena” andar con el coche.
El sábado amaneció soleado, menos mal. Sin dudarlo ni un momento, y tras una ducha para estar bien fresco cogí las llaves del R8 y me dispuse a pasar un día divertido. Bajo al garaje, dónde la bestia espera con mirada amenazante en la plaza de garaje. Menos mal que esta es bastante ancha, porque los 1,9 metros de ancho del coche no permiten dejarlo en una plaza corriente.
Pulso el botón del llavero (lleva una llave tradicional), y las luces delanteras de leds se iluminan al mismo tiempo que las situadas en el vano motor, como luciendo el musculoso corazón V8. Una pena que la unidad de pruebas no llevase el kit de carbono opcional para el motor, ya que así sería auténticamente un escaparate.
Para sacarlo del garaje hay que medirse, y es que la escasa altura a la que se rueda no es lo mejor para maniobrar entre columnas. No quiero ni pensar en lo que me podría doler hacerle algún rasguño.
La autovía A6 va a ser mi primer campo de pruebas, siempre respetando los límites de velocidad, por supuesto. En cuanto encaro la Cuesta de las Perdices pulso el botón “Sport” situado bajo la palanca de marcas, y paso el cambio a modo manual para probar el S tronic y las levas situadas a ambos lados del volante.
Reduzco una con la mano izquierda, y piso con ganas el acelerador. El cambio hace su función de forma instantánea, y es que los impulsos se trasladan a la caja de cambios mediante un sistema eléctrico. Las seis marchas entran y salen rápido siguiendo las órdenes que le marquemos con las levas del volante o con la preciosa y corta palanca de marchas que se mueve hacia arriba o hacia abajo.
La respuesta del motor es completamente inmediata, y el R8 nos pega al bacquet con fuerza. De cero a 100 kilómetros por hora en solo 4,6 segundos (tanto en la versión manual como en la R tronic), cero a 200 en 14,9 segundos y una punta que se sitúa en 301 kilómetros por hora, saltándose el acuerdo entre las tres marcas alemanas (Audi, Mercedes y BMW) de no sobrepasar los 250 kilómetros por hora. ¿Quien puede resistirse?
Continuará...